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El izquierdista presidente de Colombia aumenta los impuestos a su industria petrolera

No podría haber ocurrido en un momento más crítico que el de la actual recuperación económica de Colombia y el aumento de la contribución de la industria petrolera a la recuperación pospandémica de la nación devastada por el conflicto como resultado de unos precios mucho más altos.

12 de agosto de 2022
El izquierdista presidente de Colombia aumenta los impuestos a su industria petrolera

El domingo pasado, el ex guerrillero de izquierda y senador de larga data Gustavo Petro juró como presidente de Colombia tras una inesperada victoria electoral. El otrora controvertido alcalde de la capital del país, Bogotá, se presentó con una plataforma que prohibía la fracturación hidráulica y detenía la emisión de nuevos permisos de exploración petrolera como parte de un esfuerzo por abolir las industrias extractivas en la nación andina. Esto causó una gran preocupación entre muchos analistas, empresarios y economistas debido a la gran dependencia de Colombia de la producción y las exportaciones de petróleo para su crecimiento económico. La principal exportación legal del país es el petróleo crudo, que aportó 10.300 millones de dólares, o el 36 % del total de los ingresos por exportaciones del primer semestre de 2022. Los ingresos por exportaciones de carbón ocuparon el segundo lugar, con 5.300 millones de dólares, y el café el tercero, con 2.300 millones de dólares. Alrededor del 3 % del PIB de Colombia y una quinta parte de los ingresos fiscales de Bogotá proceden del petróleo. Por ello, la industria petrolera en Colombia es crucial para la economía del país y está impulsando la recuperación del país tras la pandemia.

El Brent, de referencia mundial, ha aumentado casi un 44 % en lo que va de año hasta cotizar en torno a los 97 dólares por barril, lo que ha impulsado significativamente los ingresos de la industria petrolera colombiana. En particular, si el gobierno de Colombia, que posee el 88,5 % de Ecopetrol, aumenta su dividendo o realiza un pago especial único a los inversores, los ingresos fiscales de Bogotá se dispararán como resultado. No podría haber ocurrido en un momento más crítico que el de la actual recuperación económica de Colombia y el aumento de la contribución de la industria petrolera a la recuperación pospandémica de la nación devastada por el conflicto como resultado de unos precios mucho más altos. La economía de la nación andina sufrió mucho bajo el gobierno del predecesor de Petro, Iván Duque, con un aumento de la violencia, la pobreza y el desempleo, sobre todo como resultado de los efectos de la pandemia del COVID-19. Bogotá y la calificación crediticia soberana de Colombia están sometidas a una gran tensión financiera como consecuencia de ello, así como de un déficit presupuestario cada vez mayor y de la incapacidad de reestructurar con éxito la recaudación de impuestos.

La calificación de la deuda nacional de Colombia se redujo del grado de inversión a la categoría de basura en mayo de 2021 como resultado de las violentas manifestaciones por las medidas fiscales propuestas por Duque. S&P Global Ratings, una organización de calificación internacional, rebajó la calificación del grado de inversión BB+ a BBB- especulativo con una perspectiva estable. Otras agencias de calificación tomaron medidas similares; en julio de 2021, Fitch rebajó la calificación crediticia de Colombia a BB+, y en octubre del mismo año, Moody’s la bajó a Baa2. Las finanzas del gobierno y el creciente déficit presupuestario de Colombia están afectando seriamente la calificación de la deuda soberana del país y sus perspectivas fiscales. El déficit presupuestario de Bogotá era del 7,8 % del PIB en 2020, en el punto álgido de la pandemia, y se redujo al 7,1 % en 2021, cuando la economía salió de uno de los cierres por coronavirus más largos de la historia. Aunque el congreso colombiano ha aprobado un presupuesto de 93.000 millones de dólares, proponiendo un gasto récord para 2022, se estima que el déficit anual solo será del 7 % del PIB, continuando una tendencia a la baja desde 2020. Este importante aumento del gasto se destina a la mitigación de la pobreza y a otras iniciativas destinadas a reducir las graves tensiones económicas que han surgido en Colombia como consecuencia de la pandemia, especialmente para los pobres.

Sin embargo, incluso el menor déficit previsto para 2023 sigue siendo insostenible para las ya precarias finanzas del país. Por lo tanto, el aumento de los ingresos fiscales es esencial para reforzar las finanzas de una economía vulnerable. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Colombia tenía en 2020 la segunda relación impuestos/PIB más baja de la OCDE, por detrás de México, con un 18,7 %. Estas cifras, que incluyen varios años de déficits presupuestarios económicamente insostenibles, ponen de manifiesto la necesidad de que el gobierno nacional aumente la fiscalidad, amplíe la base tributaria y mejore la recaudación de impuestos. Para que se produzca un aumento del gasto público en programas sociales, como la desesperadamente necesaria lucha contra la pobreza, es necesario que se produzca. Uno de los componentes importantes de la recuperación pospandémica de Colombia es la lucha contra la pobreza. La oficina nacional de estadísticas de la nación andina, el DANE, estimó que 19,6 millones de personas (españolas) vivían allí a finales de 2021, de una población total de 52 millones. Con la excepción de 2020, esto hace que Colombia tenga la tasa de pobreza más alta desde 2012, con un 39,3 %. Aumento de la disparidad socioeconómica, según el Banco Mundial. El coeficiente de GINI de Colombia, un indicador de crucial importancia para la desigualdad socioeconómica en el que es preferible un número más bajo, aumentó de un mínimo de una década de 49,7 en 2017 a 54,2 en 2020.

El recién elegido gobierno de Petro presentó un plan de reforma tributaria que busca aumentar los ingresos fiscales a través de impuestos para enfrentar un insostenible desequilibrio fiscal y aumentar las arcas del gobierno para pagar el gasto de ambiciosos proyectos sociales. Las sugerencias incluyen el aumento de los impuestos para los colombianos que ganan más de 10 millones de pesos, es decir, unos 2.400 dólares al mes, y la imposición de una sobretasa a los alimentos y bebidas de elaboración extensiva. Además, la retención en la fuente de los dividendos para los inversores extranjeros que posean acciones en sociedades colombianas se ha elevado del 10 % al 20 %. También se ha propuesto establecer un impuesto del 10 % a las exportaciones de petróleo, carbón y oro, con el fin de aumentar los impuestos que se cobran a los sectores extractivos. Cuando el precio del oro y del carbón en el mercado mundial supere un umbral predeterminado, ese gravamen será exigible. Los precios de referencia que se barajan son 400 dólares por onza de oro, 87 dólares por tonelada métrica de carbón térmico y 48 dólares por barril de crudo Brent. La Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), organismo regulador de los hidrocarburos en Colombia, será la encargada de establecer el precio de referencia. Además, se pretende limitar las deducciones que las empresas energéticas pueden hacer de las regalías. Esto se basa en la idea de que las regalías son un impuesto que el gobierno impone a las empresas privadas que obtienen un beneficio de la extracción de una oferta limitada de bienes públicos y no un gasto relacionado con la producción de crudo. El Ministerio de Hacienda prevé que las revisiones fiscales del Petro aumentarán los ingresos del gobierno en 5.900 millones de dólares anuales.

Estos cambios han provocado un importante temblor en el mercado, especialmente para los que participan en el negocio petrolero de Colombia. Además de ser el principal producto de exportación de la nación devastada por la crisis, el crudo es también el mayor obstáculo de la industria petrolera para volver a los niveles de producción anteriores a la pandemia. Además, está el compromiso de Petro de reducir la dependencia de Colombia de los sectores extractivos y facilitar la transición del país hacia la energía sostenible, lo que se traducirá en el cese de la contratación para la exploración de hidrocarburos y la prohibición de la fracturación hidráulica. Aunque los acuerdos de producción actuales pueden continuar, se está planeando la liquidación del sector petrolero colombiano, que genera el 20 % de los ingresos fiscales del país. Irene Vélez, recientemente nombrada ministra de Minas y Energía, reafirmó que esos planes seguirán adelante. Estos cambios están teniendo un impacto negativo importante en las previsiones de la industria petrolera nacional, que ya está sometida a muchas tensiones y se enfrenta a una serie de obstáculos importantes. Los volúmenes de producción aún no han alcanzado los niveles anteriores a la pandemia en este sector.

Sin embargo, aún no está claro si esto significa que la industria colombiana de hidrocarburos está llegando a su fin. El impuesto de exportación del 10 % sobre el crudo se convertirá en una fuente crucial de ingresos adicionales para el gobierno, debido a la urgencia con la que deben aumentar los ingresos para evitar una catástrofe fiscal y financiar programas esenciales para reducir la pobreza. Esto podría provocar una reevaluación de la forma en que los hidrocarburos y otros recursos naturales de Colombia pueden gestionarse eficazmente en los niveles más altos del gobierno.

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