A solo dos días del inicio de Pésaj, los barrios haredíes de Mea Shearim y Geula en Jerusalén mostraban un inusual ajetreo. El jueves por la tarde, una multitud de residentes y visitantes extranjeros recorría las tiendas en busca de ropa nueva, artículos del hogar y alimentos kosher para celebrar la festividad.
En paralelo, familias enteras se dedicaban a limpiar sus hogares del hametz, cumpliendo con la tradición de eliminar cualquier resto de grano leudado. Esta práctica es parte esencial de los preparativos para la festividad judía, que este año coincide con Shabat, lo que obliga a cocinar por adelantado para dos días completos sin posibilidad de preparar comida.
Shmuel, procedente de Lakewood, Nueva Jersey, celebraba su primera Pascua en Israel tras un intento fallido el año anterior, frustrado por un ataque iraní. Para él, esta visita tenía un significado especial por lo que implicaba emocionalmente.
Pese a que los precios han subido un 5 % según datos del Consejo de Consumidores de Israel, el comercio no mostró señales de desaceleración. En uno de los barrios con mayores niveles de pobreza del país, los residentes seguían comprando activamente, impulsados por la cercanía de la festividad.
En los comercios, incluso las panaderías mantenían a la venta pan jalá, lo que resultaba chocante para muchos que habían dedicado días a eliminar cualquier rastro de levadura. Esta coincidencia entre Shabat y Pésaj requería consumir pan antes de que comenzara la prohibición.
Largas filas se formaban frente a tiendas de comida preparada como Hadar Geula, donde los clientes se abastecían de platos tradicionales. En medio del bullicio, un vendedor animaba a la multitud con canciones festivas, mientras las familias debatían qué incluir en su cena pascual.
Afuera, la pobreza también tenía rostro. Varias personas pedían limosna, recordando la costumbre de asistir a los necesitados antes de las celebraciones. Ante la actual crisis económica y la guerra en Gaza, miles recibieron paquetes de alimentos de manos de organizaciones benéficas.
Un ejemplo conmovedor tuvo lugar en una calle secundaria, cuando un hombre mayor buscaba el comedor Bnot Yerushalayim. Al recibir la noticia de que se había agotado la comida, siguió caminando cabizbajo. Poco después, un niño que había sido su guía lo alcanzó para ofrecerle su propia tarjeta de alimentos. “Tengo una extra”, le dijo. “Puedes quedártela”.