El proyecto VENOM adapta seis F-16 para vuelos autónomos, integrando software avanzado y sensores que permiten maniobras sin intervención directa del piloto.
La Fuerza Aérea adapta el F-16 como banco de pruebas autónomo
El programa Viper Experimentation and Next-gen Operations Model – Autonomy Flying Testbed (VENOM-AFT) inició formalmente en abril de 2024 con el objetivo de convertir al F-16 en una plataforma de pruebas para tecnologías de autonomía. El proyecto busca acelerar el desarrollo de software para aeronaves tripuladas y no tripuladas, dentro del marco del concepto Collaborative Combat Aircraft (CCA). Estas operaciones se llevan a cabo desde la Base Aérea de Eglin, Florida.
Como parte del programa, seis unidades F-16C están siendo modificadas para permitir el vuelo autónomo. Las adaptaciones incluyen cambios estructurales y mejoras en el software, especialmente en los controles de vuelo y la interfaz aviónica. Uno de los componentes más relevantes es el sistema de autoaceleración, que permite regular el empuje del motor sin intervención del piloto.
El objetivo principal es permitir que estas aeronaves ejecuten maniobras de combate de forma autónoma, siempre bajo la supervisión de un piloto durante la fase de pruebas. De esta forma, se mantiene un control humano directo sobre las decisiones críticas del sistema durante los ensayos iniciales.
Desde abril de 2024, cuando llegaron los primeros tres F-16 a Eglin, el programa ha progresado en la integración de sensores y equipos. En abril de 2025, se completó la flota con la llegada del cuarto avión. Tres de estas aeronaves están actualmente en proceso de modificación.
Avances tecnológicos permiten autonomía en combate aéreo
En los F-16 modificados se están instalando sensores como radares AESA, sistemas de alerta electrónica y otros componentes clave para la recolección y análisis de datos del entorno. Estos equipos permiten que el software autónomo interprete su entorno y actúe con base en condiciones cambiantes durante una misión.
El sistema autónomo debe identificar amenazas, calcular trayectorias y ejecutar maniobras sin intervención humana directa. Esto es esencial para misiones como reconocimiento, enfrentamientos aire-aire o apoyo a aeronaves tripuladas como el F-35.
Las pruebas también se realizan en entornos virtuales. Desde 2024, los ingenieros ejecutan simulaciones a velocidad real y acelerada, lo que permite probar el software en diferentes escenarios. Estas simulaciones incluyen combates uno contra uno, dos contra dos y misiones de largo alcance.
Los datos recogidos en estas pruebas virtuales permiten ajustar los algoritmos autónomos. De esta manera, el sistema se adapta y mejora su capacidad de respuesta frente a diversas situaciones de combate real.
Características clave del proyecto VENOM en los F-16
- Seis F-16C serán modificados para pruebas autónomas desde la Base Aérea de Eglin.
- El software autónomo regula empuje del motor y control de vuelo.
- Las simulaciones incluyen combates visuales y no visuales complejos.
- Todos los vuelos de prueba cuentan con piloto a bordo en modo supervisión.
- VENOM se basa en experiencias previas como el programa X-62A VISTA.
- El presupuesto del proyecto asciende a 120 millones de dólares en cinco años.
Presencia humana asegura supervisión en las pruebas de autonomía
Durante todas las pruebas del sistema VENOM, un piloto permanece en la cabina para supervisar en tiempo real la actuación del software autónomo. Esta metodología, conocida como “human-on-the-loop”, permite intervenir o detener algoritmos cuando sea necesario.
Este enfoque busca equilibrar innovación tecnológica con la necesidad de seguridad operacional. Los pilotos de prueba trabajan conjuntamente con los ingenieros para ajustar el comportamiento del sistema durante las simulaciones y vuelos reales.
Esta colaboración directa entre desarrolladores y pilotos de evaluación operativa acelera el ciclo de retroalimentación, lo que mejora el diseño del software y refuerza la confianza en el sistema autónomo.
El trabajo en equipo dentro del programa VENOM es fundamental para garantizar que las decisiones autónomas se mantengan dentro de límites operacionales seguros y predefinidos, especialmente en entornos de combate complejos.
El programa VENOM integra sensores reales en pruebas de combate
A diferencia del X-62A VISTA, el programa VENOM utiliza F-16 con sensores operacionales completos, lo que permite evaluar la autonomía en un entorno representativo de combate. Esta diferencia convierte al F-16 en una herramienta más precisa para validar estas tecnologías.
El VISTA, modificado para pruebas de inteligencia artificial, logró realizar 17 horas de vuelo con control autónomo en diciembre de 2023, aunque sin sensores avanzados. En contraste, los F-16 de VENOM integran radares de combate y sistemas de guerra electrónica.
Este nivel de equipamiento permite al sistema autónomo interactuar con un entorno más complejo y simular operaciones reales en zonas de conflicto. Es un paso crucial para escalar estas capacidades a plataformas de combate futuras.
Además, VENOM se alinea con el programa Autonomy, Data, and AI Experimentation (ADAx), que en 2024 logró el primer vuelo autónomo del Osprey MK III. Ambos programas buscan consolidar una base tecnológica común para futuras generaciones de aeronaves autónomas.
VENOM proyecta integración de drones autónomos con cazas tripulados
El objetivo de VENOM no es convertir al F-16 en un dron, sino usarlo como banco de pruebas para tecnologías que serán aplicadas a futuros CCA, que operarán junto a aviones como el F-35. Estos drones podrán ejecutar tareas como reconocimiento o guerra electrónica.
La Fuerza Aérea planea adquirir al menos 1.000 Collaborative Combat Aircraft con fecha estimada de entrada en servicio en 2028. El costo por unidad oscilará entre 20 y 27 millones de dólares, muy por debajo del costo de un F-35.
Para octubre de 2025 están programadas las primeras pruebas de vuelo, tras completar pruebas en tierra que evaluarán la integración de los sistemas autónomos con la aviónica y el respeto a los límites operacionales predefinidos.
Un componente clave del programa es generar confianza entre los pilotos y la tecnología autónoma. Esta interacción directa durante el desarrollo es vital para asegurar que las futuras operaciones conjuntas entre aeronaves tripuladas y no tripuladas sean viables y seguras.