Ambas potencias desarrollan tecnologías de mejora humana y materiales regenerativos, con implicaciones éticas y legales, aún sin regulación internacional clara.
Competencia en bioingeniería militar redefine los escenarios bélicos
Estados Unidos y China intensifican su carrera en biotecnología militar, enfocándose en la modificación genética de soldados y el desarrollo de biomateriales con fines bélicos. Estas tecnologías avanzan con rapidez, mientras crecen las preocupaciones éticas y legales por su aplicación en combate.
Un informe del Departamento de Defensa de EE. UU. publicado en 2023 advirtió que China ha tomado la delantera en edición genética, sobre todo mediante la técnica CRISPR, aplicada en posibles mejoras humanas. Según el documento, el Ejército Popular de Liberación (EPL) financia investigaciones en universidades civiles para modificar genes que incrementen la tolerancia al dolor, resistencia física y funciones cognitivas.
El uso de CRISPR en el EPL no es nuevo. En 2019, Foreign Policy informó que China invertía en proyectos destinados a alterar el ADN de soldados, permitiéndoles resistir enfermedades o actuar en condiciones extremas, como climas árticos o zonas de gran altitud. Estas acciones forman parte de su estrategia de “fusión civil-militar”, integrando avances científicos comerciales en el ámbito militar.
En paralelo, Estados Unidos impulsa programas como “Soldado Mejorado”, liderado por DARPA desde inicios de los años 2000. En 2022, esa agencia destinó 65 millones de dólares al proyecto “Living Foundries”, que busca generar biomateriales capaces de curar heridas en tiempo real. Según RAND Corporation, también se exploran terapias génicas para acelerar la recuperación física, además de exoesqueletos con interfaces neuronales que permiten control por señales cerebrales.
Datos clave sobre avances militares en biotecnología entre potencias
- China ha realizado más de 30 ensayos clínicos con CRISPR, frente a 12 en Estados Unidos, según Nature Biotechnology (2023).
- El proyecto “Warrior Web” de DARPA busca reducir la fatiga con biotecnología y robótica integrada.
- Elsa Kania alertó sobre la opacidad de China en aplicaciones militares de terapias genéticas.
- He Jiankui modificó embriones humanos en 2018, generando sospechas sobre su posible relación con fines militares.
- Los Convenios de Ginebra y la Convención de Armas Biológicas no regulan explícitamente la bioingeniería humana.
Preocupaciones legales y éticas rodean la mejora de soldados
Las normativas internacionales actuales no contemplan con claridad la edición genética en contextos militares. El Comité Internacional de la Cruz Roja advirtió en 2021 que la creación de “super soldados” podría infringir el principio de humanidad, al generar sufrimiento innecesario. Aunque la Convención sobre Armas Biológicas de 1972 prohíbe armas biológicas, no regula modificaciones humanas mediante biotecnología.
En una sesión de la ONU en 2022, China y Rusia bloquearon las propuestas de EE. UU. para reforzar los mecanismos de verificación de dicha convención. Esta postura fue denunciada por el Departamento de Estado estadounidense, sin que se lograran avances significativos en regulación global.
El debate ético está igualmente presente. Un estudio de The Journal of Military Ethics (2023) señaló que las alteraciones genéticas podrían reducir la empatía y el juicio moral en el combate. Cambiar genes relacionados con el miedo o la agresividad podría provocar comportamientos impulsivos y violaciones del derecho de guerra.
En 2020, la Presidential Commission for the Study of Bioethical Issues recomendó limitar las modificaciones genéticas en soldados y garantizar el consentimiento informado y la reversibilidad de las intervenciones.
Biomateriales regenerativos transforman el tratamiento de heridas
El desarrollo de materiales con propiedades regenerativas también forma parte de esta carrera tecnológica. China ha creado hidrogeles biocompatibles capaces de regenerar tejido muscular en menos de 48 horas, según Science Advances (2024). Inicialmente diseñados para uso civil, ya se están adaptando para tratar lesiones militares.
Estados Unidos también ha logrado avances relevantes. Polímeros bioinspirados capaces de imitar la regeneración de organismos como las salamandras están siendo desarrollados en el Instituto Wyss de Harvard, en colaboración con el Departamento de Defensa. Estos materiales permiten cicatrizar heridas profundas sin dejar marcas visibles, según MIT Technology Review.
China anunció en 2021 la creación de un centro de investigación en biotecnología en Shenzhen, con una inversión de 2.000 millones de dólares. El proyecto combina inteligencia artificial y bioingeniería para desarrollar sistemas autónomos de diagnóstico y tratamiento.
En respuesta, Estados Unidos formó en 2023 el Consorcio de Biotecnología de Defensa, que integra a compañías como Moderna y Pfizer con instituciones académicas y agencias federales, para acelerar la innovación militar en este campo.
La rivalidad biotecnológica retoma tensiones de la Guerra Fría
La confrontación tecnológica entre EE. UU. y China remite a prácticas desarrolladas durante la Guerra Fría. En ese periodo, ambos bloques invirtieron en mejoras humanas, como el uso de estimulantes para aumentar la resistencia en el combate. Sin embargo, los desarrollos actuales representan una transformación cualitativa significativa.
Un informe del Council on Foreign Relations (2024) destacó que la convergencia entre biotecnología, inteligencia artificial y robótica está generando un nuevo modelo de guerra, en el que la ventaja no se basa únicamente en el armamento, sino en las capacidades fisiológicas y cognitivas de los soldados.
Las fricciones diplomáticas también reflejan esta rivalidad. En 2020, el Departamento de Estado acusó a China de realizar investigaciones biotecnológicas poco éticas en Xinjiang. China respondió criticando los históricos experimentos biomilitares estadounidenses, como el programa MKUltra de la CIA, que aplicó técnicas de control mental en humanos durante la década de 1950.
Según un análisis de The Diplomat (2023), estas acusaciones cruzadas dificultan la construcción de marcos normativos internacionales para regular el uso militar de la biotecnología.
Otras potencias siguen de cerca esta nueva carrera armamentista
Más países han comenzado a desarrollar sus propias capacidades en biotecnología militar. Rusia ha invertido en exoesqueletos y terapias regenerativas, aunque en menor escala, de acuerdo con Jane’s Defence Weekly (2024). El Reino Unido e Israel están estudiando interfaces cerebro-computadora para mejorar la toma de decisiones en combate.
No obstante, la pugna entre Estados Unidos y China sigue siendo el eje central de esta carrera, dadas sus capacidades económicas, infraestructura científica y proyección geopolítica. Ambas naciones lideran en inversión y número de proyectos aplicados a entornos militares.
Un informe de The Lancet (2023) alertó sobre los riesgos médicos de las modificaciones genéticas en humanos, que podrían causar enfermedades autoinmunes o mutaciones hereditarias. A su vez, la adaptación militar de biomateriales genera inquietudes sobre la falta de límites entre lo civil y lo bélico.
Mientras no existan marcos internacionales sólidos, la carrera biotecnológica entre Estados Unidos y China continuará su avance, con desarrollos que podrían redefinir el futuro de los conflictos armados y las capacidades humanas en la guerra.