Un nuevo ataque en el mar Rojo ha vuelto a situar a los hutíes en el centro de la atención internacional. El objetivo fue el MV Magic Seas, un granelero de bandera liberiana y propiedad griega, que había partido desde China con rumbo norte hacia el canal de Suez. El incidente marca una reactivación de la ofensiva contra embarcaciones comerciales tras un periodo de relativa calma.
El presidente Donald Trump ordenó una intensificación de la campaña militar en marzo. Esta decisión representó una inversión de más de \$1.000 millones en armamento estadounidense. La ofensiva surtió efecto en mayo, cuando cesaron los ataques casi diarios con misiles. A pesar del estallido de un conflicto de doce días entre Irán e Israel, la tregua entre Washington y los hutíes se mantuvo vigente.
Sin embargo, el reinicio de las hostilidades plantea interrogantes sobre las intenciones de los hutíes. La campaña naval previa les otorgó una visibilidad internacional sin precedentes, además de fortalecer su posición local. El regreso a las acciones ofensivas podría responder a un intento por mantener ese protagonismo geopolítico.
En este reciente ataque, los hutíes optaron por no utilizar misiles, a diferencia de su estrategia habitual antes de la tregua. Esta omisión plantea dos posibilidades: que sus existencias se hayan reducido tras los bombardeos estadounidenses de marzo, o que estén reservando sus arsenales para operaciones futuras. También se ha sugerido que los suministros desde Irán han disminuido, aunque diversos análisis indican que los hutíes han alcanzado una capacidad industrial suficiente como para fabricar sus propios misiles y drones, e incluso exportarlos.
Desde una perspectiva táctica, todo indica que los hutíes recurrieron a vehículos de superficie no tripulados (USV). La fuente de inteligencia OSINT Intelschizo reportó 59 ataques de este tipo desde octubre, una cifra considerable si se compara con los 866 drones y 319 misiles lanzados en el mismo periodo. Este tipo de arma tiene mayor probabilidad de perforar un buque en la línea de flotación, lo cual resulta más eficaz que muchos de los misiles disponibles para los hutíes, cuya precisión ha sido deficiente en ocasiones anteriores.
Más allá del impacto inmediato, este ataque podría estar vinculado a una estrategia iraní más amplia. Si Irán tuviera la intención de interrumpir el tráfico en el estrecho de Ormuz, esta acción encajaría con una maniobra inicial para desviar la atención militar estadounidense hacia el mar Rojo. Actualmente, el Golfo de Omán cuenta con la presencia de los portaaviones USS Carl Vinson y USS Nimitz.
Si Washington se ve obligado a reposicionar uno de estos buques para reforzar su presencia en el mar Rojo, Irán dispondría de una oportunidad estratégica para operar en Ormuz con menos presión. En este contexto, basta con reactivar a los hutíes para debilitar la vigilancia en otra zona clave. La posibilidad de que Estados Unidos retome los bombardeos, como los que realizó hasta mayo, se convierte en una consecuencia lógica.
El calendario también juega un papel importante. Se estima que al USS Vinson le quedan pocos meses de despliegue, mientras que el Nimitz opera bajo préstamo del Comando del Pacífico, cuya prioridad es recuperar su presencia naval. El portaaviones USS Gerald R. Ford avanza por el Atlántico en dirección al Mediterráneo, aunque existe la posibilidad de que sea redirigido al mar Rojo si la situación lo requiere.
En este juego de presión estratégica, los hutíes han conseguido reposicionarse con pocos recursos. Sin embargo, este movimiento ha tenido consecuencias: Israel respondió con cohetes que impactaron en los puertos utilizados por los hutíes. El intercambio confirma que la zona continúa siendo un punto crítico para el comercio global y la seguridad internacional.
La reactivación de este conflicto demuestra que el mar Rojo, considerado pacificado en los últimos meses, vuelve a convertirse en un punto de fricción. Aunque todavía no se confirma si se trata de una operación directa de Irán o una acción independiente de los hutíes, el hecho indiscutible es que una organización terrorista mantiene bajo amenaza una de las rutas marítimas más importantes del mundo.