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Portada » Opinión » La ley de reclutamiento es la ley del enojo contra los haredíes

La ley de reclutamiento es la ley del enojo contra los haredíes

23 de julio de 2025
Miles de judíos ultraortodoxos celebran durante una reunión de Lag B'Omer en el monte Meron, en el norte de Israel, el 29 de abril de 2021 (David Cohen/Flash90)

Miles de judíos ultraortodoxos celebran durante una reunión de Lag B'Omer en el monte Meron, en el norte de Israel, el 29 de abril de 2021 (David Cohen/Flash90)

El discurso público vincula el problema del desgaste entre los reservistas y la escasez de combatientes con el fin de la exención de los haredíes, como si una ley de reclutamiento supuestamente igualitaria pudiera resolver esta apremiante cuestión nacional relacionada con la formación del poder militar. Sin embargo, esa asociación dista mucho de la realidad. Una ley de ese tipo, en el mejor de los casos, apenas abordaría una pequeña parte del problema.

El servicio militar significativo se sustenta en un ethos de servicio, en valores, creencias y concepciones fundamentales. Estos elementos se forman en el proceso educativo, tanto en el entorno familiar como en los distintos sistemas escolares. Existen diversas formas de servicio relevantes e importantes, pero en el caso específico del servicio en condiciones de riesgo para la vida, el ethos del servicio resulta indispensable.

Por eso, el debate sobre los detalles de la ley de reclutamiento no es más que una expresión del enojo hacia los haredíes. Ese enojo está justificado, pero no conducirá a que los haredíes cubran las vacantes de miles de soldados faltantes. Ninguna ley —cualesquiera sean sus disposiciones— puede reemplazar un ethos de servicio construido durante años a través de la educación familiar y formal. No es casualidad que incluso dentro de la población judía no haredí haya dos grupos claramente definidos cuyo porcentaje de alistamiento en unidades de combate supera con creces su peso relativo en la población: los religiosos sionistas, en sus distintas corrientes, y los habitantes del entorno rural secular, en toda su diversidad.

La fuerza y la propia existencia del ethos de servicio explican las marcadas diferencias entre el ámbito rural secular y el urbano secular. A diferencia de la imagen común, los kibutznikim, junto con los moshavnikim y los residentes de asentamientos comunitarios seculares, aportan mucho más de lo que correspondería a su proporción demográfica. Todo el entorno secular en Israel representa apenas el 5,5 % del total de la población en edad de servir en la reserva, es decir, entre los 20 y los 44 años, según datos de la Oficina Central de Estadísticas.

Durante el pico del reclutamiento al inicio de la guerra, estos grupos aportaron el 11,8 % de los días de servicio en la reserva. Y, lamentablemente, el 17,6 % de los caídos en combate provino del entorno rural secular, más del triple de su proporción en la población. En comparación, los índices correspondientes al entorno urbano secular son considerablemente más bajos, siempre en relación con su peso demográfico.

En términos generales, y dejando de lado a una pequeña minoría que está experimentando un cambio, los haredíes carecen por completo de ethos de servicio, incluso en su expresión más elemental y alejada del combate. El rechazo a distintas formas de sionismo aleja a la mayoría de ellos del servicio militar, que constituye una de las expresiones más representativas de la realización del ideal sionista. El temor a que colapse el enclave cultural haredí es el fundamento de su oposición al servicio militar. En el pasado era común un lema engañoso entre los haredíes, según el cual quienes no estudiaban debían, en teoría, alistarse. Sin embargo, durante la guerra Espadas de Hierro, el liderazgo rabínico haredí declaró abiertamente que incluso aquellos que no estudian tienen prohibido alistarse.

Más allá del estudio de la Torá, el objetivo del liderazgo haredí es preservar su enclave en toda su amplitud, incluidas todas las formas de evasión. Desde su perspectiva, existe una contradicción estructural y esencial entre los esfuerzos por mantener las barreras del enclave haredí y el servicio militar. Incluso la creación de una unidad militar haredí dentro del ejército, como la brigada Hashmonáim, no logró convencer al liderazgo rabínico de mostrar siquiera una mínima voluntad para llenar sus filas, lo cual obliga a reclutar con dificultad compañía tras compañía. La evasión masiva y organizada, especialmente en medio de una guerra prolongada y sangrienta, representa una deshonra que no puede continuar, al menos no sin que se imponga un alto costo a quienes eluden su deber.

La excesiva focalización en los haredíes ha impedido buscar otras vías para suplir la falta de miles de combatientes. ¿Se recuerda el pico de alistamiento durante los tres primeros meses de la guerra? Entre los hombres no haredíes, al menos el 70 % —y según algunos estudios, más del 80 %— no fue convocado para el servicio de reserva. Es muy probable que entre ese 70 % u 80 % no haredí, donde miles han sido entrenados en el pasado como combatientes, se encuentren soluciones posibles e innovadoras.

Más allá de las medidas inmediatas y urgentes, lo que una sociedad debe implementar si realmente desea fomentar el ethos del servicio y expresar el respeto que otorga a quienes sirven, es una Ley de Compensación por Servicio. Esta ley debe estructurarse en forma de pirámide: en la cúspide, los máximos beneficios deben destinarse a quienes cumplen funciones en unidades de combate, y desde allí deben disminuir gradualmente hasta la base, donde no debe concederse ningún beneficio a quienes se niegan a servir.

Sobre el autor: El profesor Asher Cohen es experto en Ciencias Políticas y una de las figuras destacadas del movimiento “Llamados a la bandera”.
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