El centro político israelí, que salió a las calles para protestar contra la reforma judicial y a favor de la liberación de los rehenes, generó un movimiento de protestas contra Israel a nivel mundial. En su afán por derrocar a Netanyahu, enseñó al mundo un método político peligroso: convertir valores universales en armas contra una autoridad política legítima.
Este proceso comenzó en 2023, cuando los manifestantes del centro político apelaron al mundo con gritos de “salven la democracia israelí”. Crearon una narrativa según la cual Israel enfrentaba una amenaza existencial, no por peligros externos, sino por su propio gobierno electo. El mensaje que caló internacionalmente fue claro: incluso las democracias pueden desviarse del camino correcto, y entonces la comunidad internacional debe intervenir.