La guerra que se desencadenó el 7 de octubre de 2023, a raíz del ataque terrorista de Hamás, planteó a Israel complejos desafíos. Además de los retos de seguridad, que obligaron a la nación judía a luchar en siete frentes y confirieron un significado renovado a la expresión “un pueblo que se alza como un león”, Israel se enfrenta a un desafío adicional: la diplomacia y la opinión pública mundial.
Se espera que, a diferencia de lo que ocurre en organizaciones internacionales como la ONU —donde existe una mayoría automática en contra de Israel sin importar cuál sea la resolución—, sus naciones amigas del mundo occidental le brinden apoyo en la justa lucha contra el terrorismo islámico, del cual Hamás es una rama palestina. Sin embargo, a excepción del apoyo de los Estados Unidos bajo el liderazgo del presidente Trump a la nación judía en su lucha contra las fuerzas oscuras que claman por su destrucción, y el de otras naciones europeas (Hungría, República Checa y Rumania), que se mantienen firmemente al lado de Israel, las recientes declaraciones de Francia y el Reino Unido, que anunciaron su apoyo al reconocimiento de un Estado palestino, y las de Alemania, que comunicó una especie de embargo de armas contra Israel, representaron un duro golpe diplomático para la nación judía.
No cabe duda de que la guerra en Gaza no es bien vista por la opinión pública mundial. Es natural y humano que el público en general no quiera ver imágenes de zonas de combate, especialmente cuando la población civil está involucrada. Por lo tanto, no sorprende que cuando los noticieros en Europa abren con informes sobre lo que sucede en la Franja de Gaza y los medios de comunicación europeos, conocidos por sus posturas propalestinas, sirven a la propaganda de Hamás, los jefes de Estado y los políticos se dejan llevar por la opinión pública de sus países.
Sin embargo, es aconsejable y crucial distinguir entre los gobiernos en ejercicio y el resto de la clase política. Este punto es particularmente relevante en estos días, cuando en tres de los países más importantes del continente (Alemania, Francia y el Reino Unido) se observa un giro interesante de la opinión pública a favor de los partidos .
El contexto es la inmigración ilegal, que muchos en Europa perciben como una invasión islámica del continente que constituye una amenaza existencial para su identidad cristiana y liberal. En Alemania, por ejemplo, además de las duras críticas que recibió el canciller Friedrich Merz por anunciar el embargo de armas a Israel, principalmente desde su propio partido, el bloque de partidos —que incluye el partido de Merz, la Unión Conservadora (CDU-CSU), y Alternativa para Alemania (AfD)— tiene una mayoría en el Parlamento (208 y 152 escaños, respectivamente, de un total de 630). No obstante, debido al boicot político contra el AfD, que según algunas encuestas se proyecta como el partido más grande en las próximas elecciones, Merz formó un gobierno con el Partido Socialdemócrata (SPD) de izquierda.
En el Reino Unido gobierna un Ejecutivo laborista de izquierda que obtuvo una mayoría absoluta en el Parlamento. Sin embargo, en la actualidad, la crisis de la inmigración ilegal es el tema principal que preocupa a la opinión pública en el Reino Unido, y las encuestas muestran que el Partido Reformista (Reform UK), que apoya la lucha de Israel, ganaría fácilmente las próximas elecciones. Al igual que el Partido Reformista, el Partido Conservador en el Reino Unido también consideró la decisión de reconocer un Estado palestino en el momento actual como una recompensa al terrorismo. En Francia también se espera un giro político, ya que las encuestas indican que el candidato , Jordan Bardella, probablemente ganaría las próximas elecciones. Este último ha declarado que la guerra de Israel contra la barbarie es también la guerra de Francia.
En conclusión, a pesar de las críticas a Israel desde Europa, es fundamental considerarlas en una perspectiva más amplia y distinguir entre la postura de los gobiernos en ejercicio, la mayoría de los cuales son de izquierda, y el resto del sistema político y el público en general. Muchos en el continente europeo ven a Israel como el último bastión contra la expansión islámica que se percibe como una amenaza existencial para Europa. Esta percepción podría ser el nuevo ancla entre el continente europeo y el Estado de Israel, por lo que hay motivos para un optimismo cauteloso.