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Por qué los números de Hamás siempre dan cero

23 de agosto de 2025
Hamás: Acordamos liberar a 10 rehenes en el marco de las conversaciones

Combatientes de las Brigadas Qassam de Hamás controlan a la multitud mientras los vehículos de la Cruz Roja llegan para recoger a los rehenes israelíes que serán liberados en virtud de un acuerdo de alto el fuego, en la ciudad de Gaza, el 19 de enero de 2025. (AP/Abed Hajjar)

Antes de que el desafío de impartir clases de redacción a estudiantes de primer año me impulsara a estudiar derecho, una opción habitual para quienes carecen de habilidades prácticas, fui profesor de inglés en una gran universidad estatal del Medio Oeste estadounidense. Como ocurría con la mayoría de los departamentos de humanidades en instituciones de este tipo, el nuestro carecía de prestigio o reconocimiento. Para ilustrarlo con una analogía sencilla: la universidad tenía un equipo de fútbol americano y otro de baloncesto; académicamente, nosotros éramos el equivalente al club de ajedrez o al equipo de debate, llenos de autocomplacencia, pero sin relevancia.

No obstante, contábamos con una ventaja: no éramos el departamento de economía.

Aquel departamento encarnaba la inutilidad y el tedio. No ofrecía ni sustancia ni atractivo. Carecía por completo de encanto. Nosotros disponíamos de Shakespeare, poesía, grandes novelas y obras teatrales; ellos, en cambio, se limitaban a John Maynard Keynes, Milton Friedman y estadísticas.

¿Por qué, medio siglo después de haber abandonado la docencia, recuerdo a los trogloditas que habitaban el departamento de economía?

Porque veintitrés autoproclamados “economistas académicos destacados de Estados Unidos y Europa” han decidido redactar una carta abierta al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, en la que le instan a garantizar a los gazatíes suficiente alimento y asistencia médica, a renunciar a cualquier plan para establecer zonas humanitarias (donde los residentes de Gaza podrían recibir dichos recursos con seguridad), a descartar cualquier propuesta para restringir o controlar a la población, a reafirmar el compromiso de Israel con los derechos humanos y el derecho internacional y, lo más sorprendente, a buscar activamente y de buena fe un acuerdo de alto el fuego que mejore la situación humanitaria, facilite el retorno de los rehenes y ponga fin a los combates.

Es fácil imaginar a Netanyahu golpeándose la frente y exclamando: “¿Cómo no se me ocurrió antes?”.

Y sí, seis premios Nobel figuran entre los firmantes de la carta. ¿Pueden estos economistas garantizar que Hamás no continuará apropiándose de la mayor parte de la ayuda humanitaria que ingresa a Gaza? ¿Son capaces de proponer otra forma de proteger a los civiles utilizados por Hamás como escudos humanos y herramientas de propaganda? ¿Acaso creen con certeza que su plan, idéntico en todos los aspectos a la postura negociadora de Hamás, protegerá a los ciudadanos inocentes de Israel de violaciones, secuestros, mutilaciones, infanticidios y genocidios, que son los pilares fundamentales de la agenda de Hamás?

La suposición, omnipresente en el ambiente elitista de los campus universitarios, pero contraria a la verdad y a la experiencia real, de que Israel puede liberar a los rehenes y alcanzar una paz duradera sin una victoria militar es pura fantasía. La propuesta de este grupo de economistas depende de la aquiescencia de Hamás, una organización que jamás ha abandonado su objetivo de asesinar judíos y destruir el Estado judío.

Sin embargo, salvo una frase superficial que sostiene que Hamás debe ser “responsabilizado” por las atrocidades del 7 de octubre y por la retención de rehenes (el asesinato de estos últimos parece no incomodar a los economistas), toda la carga de conducir y poner fin a la guerra recae exclusivamente sobre Israel. En su razonamiento, Israel, y no Hamás, debe acatar el derecho internacional. Israel, y no Hamás, es responsable de la escasez de alimentos en Gaza. Israel, y no Hamás, debe actuar de buena fe para resolver la guerra y lograr el retorno de los rehenes.

¿Quién creen ellos que secuestró a los rehenes? ¿Quién creen que se niega a liberarlos? ¿Quién creen que ha confiscado más del 70% de los alimentos entregados en Gaza y los vende a los precios exorbitantes que los propios economistas deploran?

¿Por qué resulta todo esto tan exasperante? Después de todo, ¿no estamos acostumbrados a este tipo de disparates etéreos provenientes de los felices habitantes del mundo académico? ¿No debería cualquier lector medianamente perspicaz saber que están proponiendo una solución inviable en las circunstancias actuales? ¿No es evidente su falta de experiencia práctica en la conducción de una guerra existencial y en la protección de futuras generaciones frente al terrorismo y el genocidio?

Por supuesto que sí, pero este tipo de críticas es peligroso. Lo es porque está plagado de profecías autocumplidas, horrores que los economistas auguran si Israel no implementa sus sugerencias, tan irrealistas como impracticables: sanciones económicas dirigidas contra Israel, rebajas en la calificación de la deuda soberana, emigración de profesionales cualificados y la pérdida de la industria tecnológica.

Al enumerar estas posibles consecuencias, estos casandras hacen parecer que tales medidas son respuestas legítimas a los esfuerzos de Israel por sobrevivir y alcanzar una paz duradera. Pero no lo son, pues la responsabilidad de la situación en Gaza no recae en Netanyahu, cualesquiera que sean sus defectos. Recae exclusivamente en Hamás. El gobierno israelí, elegido por su pueblo, y las fuerzas armadas, encargadas de ejecutar sus políticas y proteger la seguridad de los ciudadanos, intentan, presumiblemente con todos sus recursos, poner un fin aceptable y permanente a la guerra.

Estos economistas han emitido su voto a favor de los terroristas. Tal vez no fuera su intención, pero es imposible leer su carta sin llegar a esa conclusión. En cuanto a si son también antisemitas, reservaré mi juicio hasta que vea si emiten cartas similares sobre la matanza de cristianos en Nigeria, el asesinato de drusos en Siria, la opresión de kurdos en Turquía y Siria, el genocidio de los uigures, la hambruna en Darfur o la esclavitud en Sudán.

No contengo la respiración.

Estos economistas, con sus buenas intenciones, podrán suscitar burlas y desprecio, pero el daño que causan con su lealtad inconsciente a los terroristas de Hamás y sus simpatizantes es incalculable.

Sobre el autor: Gary Epstein es el ex jefe del departamento corporativo y de valores globales de Greenberg Traurig, un bufete de abogados internacional.
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