La inmigración a Israel desde Occidente crece notablemente desde octubre de 2023, impulsada por sionismo, aunque globalmente disminuye por caída en países rusoparlantes.
Inmigración global a Israel disminuye pese a repunte occidental en 2025
A bordo de un reciente vuelo chárter de aliyá de Nefesh B’Nefesh, a mediados de agosto, el ministro de Inmigración y Absorción, Ofir Sofer, declaró que la inmigración procedente de países occidentales había aumentado de forma notable desde la invasión de Hamás del 7 de octubre de 2023, impulsada en gran medida por un renovado entusiasmo por la causa sionista. Según Sofer, en algunos países la emigración hacia Israel se había triplicado desde 2023. Estos resultados coinciden con los datos oficiales. Sin embargo, la inmigración global disminuye de forma significativa si se amplía la perspectiva más allá de Occidente para incluir a los países de habla rusa, que han sido con gran diferencia el principal origen de nuevos inmigrantes.
De acuerdo con la Oficina Central de Estadísticas, 11.314 personas se trasladaron a Israel durante los primeros siete meses de 2025, una caída aproximada del 42 % con respecto al mismo período de 2024 y cercana al 60 % menos que en los primeros ocho meses de 2023, año que registró un fuerte repunte de llegadas debido a la guerra en Ucrania. Al mismo tiempo, Sergio Della Pergola, uno de los especialistas más reconocidos de Israel en demografía judía, afirma que las tasas actuales de inmigración se sitúan en niveles relativamente medios desde un punto de vista histórico, aunque las tendencias emergentes muestran señales preocupantes para el futuro del país. Para comprender con precisión la situación, es necesario examinar los datos en detalle. Todas las cifras provienen de la Oficina Central de Estadísticas salvo indicación contraria, y algunas se presentan redondeadas.
Según los datos oficiales, en 2024 la inmigración descendió alrededor de un 30 % con respecto al año anterior, y se situó en unos 32.800 inmigrantes. Sin embargo, como sucede desde hace décadas, las cifras de un solo país distorsionan las estadísticas. “Desde la década de 1990, Rusia siempre ha sido el factor dominante en los números de inmigración”, explicó Della Pergola. Para entender mejor la situación actual, Della Pergola propone considerar por separado la inmigración procedente de países de habla rusa y la inmigración occidental, ya que constituyen dos componentes distintos del panorama general de la aliyá.
Aunque los rusoparlantes representan la mayoría de los nuevos inmigrantes, los factores que los llevan a trasladarse a Israel o a permanecer en sus países difieren de manera sustancial de los que impulsan la aliyá occidental, pues obedecen a tendencias distintas. “Quien quiera entender lo que ocurre con la aliyá debe analizar primero por qué la aliyá rusa se ha reducido a la mitad en cada uno de los dos últimos años”, indicó. En las décadas previas a la invasión rusa de Ucrania a comienzos de 2022, la mayoría de los nuevos inmigrantes —los olim— procedían de Rusia y de la antigua Unión Soviética, y llegaron en ocasiones a representar hasta dos tercios del total, según Della Pergola.
Datos clave de inmigración por origen y año en Israel desde 2022
- En 2022, inmigración total pasó de 28.000 a más de 74.000 personas, con Rusia de 7.700 a 45.000 y Ucrania de 3.100 a 15.000.
- En 2023, llegaron 38.500 de antigua URSS, equivalentes a dos tercios del total anual de inmigrantes.
- En 2024, 22.000 de antigua URSS, también dos tercios del total de 32.800 inmigrantes.
- Primeros siete meses de 2025: 6.540 de antigua URSS, más de la mitad del total global de 11.314.
Contexto histórico de aliyá rusa domina tendencias migratorias en Israel
Tras la euforia inicial posterior al colapso del comunismo a partir de 1989, un entorno de creciente represión política e incertidumbre económica derivó en salidas masivas, fenómeno que los sociólogos rusos denominaron “la cuarta ola” de emigración rusa. Muchos profesionales rusos de clase media recurrieron a cualquier vía disponible para instalarse en países liberales, incluida la Ley del Retorno israelí, que concede derecho a la ciudadanía a toda persona con al menos un abuelo judío, independientemente de su condición religiosa personal. Se estima que cerca de un millón de rusoparlantes se trasladaron a Israel en los años inmediatamente posteriores a la disolución de la URSS, muchos de ellos se acogieron a la llamada “cláusula del nieto”.
El ritmo de inmigración desde esa región disminuyó drásticamente durante las dos primeras décadas de los años 2000, en especial tras la estabilización económica de Rusia. Sin embargo, volvió a aumentar de forma abrupta cuando Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, porque las personas de ambos países buscaban un refugio seguro lejos de la guerra. La inmigración procedente de Rusia y de la antigua URSS —que incluye Ucrania, Bielorrusia, los Estados bálticos y otras repúblicas vecinas— se ha moderado desde entonces, pero sigue teniendo un peso considerable.
Como los factores que impulsan a los emigrantes de países rusoparlantes difieren radicalmente de los de otros inmigrantes —porque huyen de la guerra o buscan oportunidades económicas más que motivados por el sionismo o el antisemitismo—, Della Pergola señala que es preciso aislar esas cifras para interpretar con claridad las tendencias del resto del mundo. Al excluir los datos de la antigua URSS, 2024 presenta un aumento del 47 % respecto al año anterior, con casi 11.000 llegadas frente a 7.500 en 2023. Según Della Pergola, Israel está en camino de superar los 10.000 nuevos inmigrantes de países no rusoparlantes en 2025.
En Estados Unidos, la inmigración aumentó de unos 3.000 en 2023 a 3.200 en 2024, y la organización de aliyá Nefesh B’Nefesh prevé cerrar 2025 con hasta 4.000 llegadas desde ese país. La entidad informó de que en agosto facilitó la llegada de más de 1.000 nuevos inmigrantes, el mes más activo de sus 23 años de historia. Nefesh B’Nefesh, que también gestiona inmigración desde Canadá, indicó que las consultas para trasladarse a Israel crecieron un 80 % inmediatamente después del ataque del 7 de octubre.
Aliyá occidental crece por sionismo y antisemitismo en países clave
La organización estima que entre la apertura de un expediente y la materialización de la aliyá transcurre un promedio de 18 meses, por lo que el aumento de consultas solo empieza a reflejarse ahora. Cerca del 47 % de quienes inician un proceso con un asesor de aliyá terminan en instalarse en Israel, señaló un portavoz de Nefesh B’Nefesh. Durante el vuelo chárter de Nefesh B’Nefesh del mes pasado, el nuevo inmigrante Josh Gottesman declaró que, tras el 7 de octubre, “ese deseo que siempre habíamos tenido de hacer aliyá se aumentó mucho. Sentimos que no podíamos permanecer lejos de nuestro pueblo en este momento”.
En Francia, donde se encuentra la mayor comunidad judía de la diáspora fuera de Estados Unidos, la aliyá ha aumentado de manera constante en los últimos años, y pasó de alrededor de 1.000 personas en 2023 a más de 2.000 en 2024. Della Pergola considera que la cifra podría superar las 3.000 en 2025. En el Reino Unido, la inmigración subió de 372 en 2023 a 676 en 2024, y 2025 apunta a igualar o superar esos datos. La inmigración canadiense se ha mantenido estable, entre 270 y 300 personas al año.
Aunque el 7 de octubre pudo actuar como detonante, Nefesh B’Nefesh y otras organizaciones señalan que los motivos para trasladarse a Israel son diversos. Mientras que algunos inmigrantes —sobre todo los procedentes de Francia— declaran haberse mudado para escapar del antisemitismo, los de Estados Unidos suelen estar impulsados por convicciones ideológicas, que los acontecimientos en Israel reforzaron y transformaron en decisión de vivir el ideal sionista. Para Sofer, ese es el verdadero trasfondo de la inmigración actual. “En la mayoría de los países, la gente se marcha durante una guerra, pero en Israel vienen para ayudar”, ha dicho en varias ocasiones.
No obstante, Della Pergola advierte de que esta visión omite aspectos importantes. En primer lugar, afirma que los niveles globales de inmigración no resultan especialmente destacados en términos históricos, incluso si desde la guerra de 2023 se han observado incrementos anuales. En muchos casos, las cifras apenas recuperan los niveles previos a la pandemia, antes de que la COVID-19 alterara las tendencias mundiales. Si la inmigración no rusa alcanza los 10.000 en 2025, “sería un año muy promedio” en perspectiva histórica, indicó Della Pergola.
Emigración de Israel supera inmigración y genera déficit migratorio neto
En los 15 años anteriores a la pandemia de 2020, la inmigración desde países fuera de la antigua URSS se mantuvo habitualmente entre 10.000 y 12.000 personas al año, según la Oficina Central de Estadísticas. Incluso si 3.000 judíos franceses se trasladan este año a Israel, la cifra seguirá por debajo de los casi 4.000 anuales registrados entre 2014 y 2020, incluidos 6.000 en 2016. Las cifras procedentes de Estados Unidos han crecido respecto a la década de 2010, cuando promediaban unos 2.500 al año. Sin embargo.
Con una población estimada de 7,5 millones de judíos en Estados Unidos, “la aliyá debería ser unas diez veces superior a la de Francia”, que cuenta con unos 500.000 judíos, en lugar de situarse en cifras similares, señaló. En contraste, la comunidad judía de Sudáfrica presenta una de las tasas más altas de inmigración a Israel, con cerca de 300 de sus 50.000 judíos que se trasladan cada año. Aunque el antisemitismo y el fervor sionista influyen, Della Pergola explica que en los países occidentales la inmigración se correlaciona con factores económicos más que con cualquier otro elemento.
Incluso el fuerte aumento de la aliyá francesa en 2015 y 2016, habitualmente atribuido al incremento de incidentes antisemitas como el atentado en el supermercado Hyper Cacher, debe entenderse también en el contexto del desempleo y la incertidumbre económica en Francia. Es posible, añadió, que la creciente deuda y la inestabilidad política francesa provoquen nuevas salidas en el futuro. En otras palabras, la mayoría de las migraciones responden más al deseo de mejorar la propia situación que a motivaciones puramente ideológicas. O, como ironizó recientemente el humorista israelí Yohay Sponder, “solo es realmente sionismo si vienes de un lugar mejor que Israel”.
La inmigración hacia Israel ha descendido, pero la emigración desde el país se mantiene alta, de modo que los nuevos llegados no compensan ni la mitad de quienes se marcharon el año pasado. En la historia del Estado de Israel casi siempre ha habido más judíos llegando que saliendo, salvo en ciertos períodos de las décadas de 1950 y 1980, señala Della Pergola. Sin embargo, en 2024 unos 82.700 israelíes abandonaron el país, alrededor de 50.000 más que los inmigrantes recibidos. Se espera que este déficit migratorio neto continúe en 2025, aunque los datos oficiales no estarán disponibles hasta finales de año.
Factores políticos y guerra impulsan emigración masiva desde Israel en 2024
Muchos atribuyen este éxodo masivo al clima político y de seguridad del país en los últimos años. Un estudio reciente de Lilach Lev Ari, profesora de Sociología en el Colegio Oranim, reveló que casi todos los israelíes entrevistados que se trasladaron a Estados Unidos desde principios de 2023 mencionaron como factores la reforma judicial del gobierno —que provocó protestas sin precedentes y temores por el futuro del carácter democrático del país— o la actual guerra. “Tradicionalmente, en las últimas décadas la mayoría de quienes emigraban de Israel buscaban movilidad ascendente, éxito y educación”, explicó Lev Ari. “En cambio, la gran mayoría de quienes se marcharon en los últimos tres años lo hicieron principalmente por la situación política”.
Según Della Pergola, más de la mitad de quienes abandonan Israel son de origen ruso. De los aproximadamente 200.000 nuevos inmigrantes llegados a Israel entre 2019 y 2023, cerca del 15 % salió del país en 2024, la mayoría originarios de Rusia, Georgia y Bielorrusia, según un estudio elaborado este año por el Centro de Investigación e Información de la Knéset. “Esto es un fenómeno muy interesante que hay que entender sociológicamente”, comentó Della Pergola. Es probable que muchos de los inmigrantes rusos nunca tuvieran intención de permanecer en el país a largo plazo, sugirió.
El estadístico responsabilizó al Ministerio de Inmigración y Absorción y a la Agencia Judía —que también gestiona la aliyá desde numerosos lugares— de unas cifras de inmigración “decepcionantemente bajas”, especialmente ante las expectativas de una afluencia masiva tras el 7 de octubre. “En la raíz de esta brecha existe una profunda incomprensión en Israel de los patrones de vida judía y de las identidades judías en el mundo”, afirmó Della Pergola. La Agencia Judía respondió que trabaja estrechamente con comunidades judías en 65 países para reforzar la identidad y el vínculo con Israel.
“La aliyá constituye un motor esencial de crecimiento para el Estado de Israel y la llegada continua de nuevos olim refuerza la resiliencia y la reconstrucción de nuestra nación”, señaló la Agencia Judía. Mientras tanto, el Ministerio de Inmigración y Absorción afirma que intensifica sus esfuerzos para atraer a más personas. En febrero anunció un programa de 170 millones de séqueles ($46,4 millones) para mejorar la integración, junto con una reforma destinada a agilizar la homologación de licencias profesionales para los nuevos inmigrantes. Más recientemente lanzó un programa gubernamental que ofrece incentivos para atraer a judíos con competencias demandadas.
Iniciativas gubernamentales buscan impulsar aliyá pese a desafíos externos
Otras iniciativas en curso incluyen la ampliación de exenciones fiscales para inmigrantes propietarios de negocios y la oferta de asistencia personalizada a potenciales olim en toda Europa. No obstante, Sofer admitió que estos esfuerzos son complementarios a diversos factores que empujan a los inmigrantes a abandonar sus países de origen y trasladarse a la patria judía. “Las grandes oleadas de inmigración no dependen de nuestras actividades”, reconoció Sofer. “Dependen de la economía, la guerra, el antisemitismo y la cultura.
No se puede comparar la aliyá de la antigua URSS con la de los países occidentales, donde la gente vive con mayor comodidad. Lo único que podemos hacer es reducir la burocracia, mejorar el proceso de aliyá y no obstaculizarlo”.