La Autoridad de Antigüedades de Israel reveló el jueves un tesoro excepcional: veintidós monedas de bronce del siglo IV d.C., ocultas en un laberinto subterráneo bajo el antiguo pueblo de Huqqoq, en la Baja Galilea. Este hallazgo proporciona información sobre un episodio de la historia judía, ya que las piezas surgieron de un sistema de refugios diseñado para la supervivencia en tiempos de crisis.
El profesor Yinon Shivtiel, del Colegio Académico Zefat, codirige las excavaciones con el arqueólogo Uri Berger, de la misma autoridad. Según Shivtiel, el descubrimiento proporciona información nueva sobre la Tercera Revuelta Judía contra Roma, que surgió en 351 d.C. en esa región. Los rebeldes, enfrentados a un imperio dividido, recurrieron a tácticas ancestrales para resistir la opresión.
Las monedas permiten una datación exacta gracias a las efigies de Constancio II y Constante I, dos hijos de Constantino el Grande. Tras la muerte de su padre en 337 d.C., estos emperadores fragmentaron el vasto territorio romano. Por eso, las piezas confirman su origen en el año de la revuelta, un conflicto que Roma sofocó con rapidez, pero que dejó huellas sutiles en la tierra.
Este yacimiento subterráneo demuestra que los judíos galileos de la llamada Revuelta de Galo adoptaron refugios ocultos, al igual que sus predecesores en la Gran Revuelta de 66-70 d.C. y la de Bar Kojba en 132-136 d.C. Tales complejos, excavados en secreto, servían como bastiones contra las legiones invasoras. Así, la tradición defensiva perduró a lo largo de los siglos.
Al principio, Shivtiel y Berger supusieron que el tesoro pertenecía a una de las dos insurrecciones más documentadas. Sin embargo, un examen detallado de las efigies imperiales reveló su vínculo con el levantamiento de 351 d.C., que inició en Tzippori, una ciudad galilea clave. Esta sorpresa transformó el hallazgo en una fuente de información sobre un episodio breve, pero significativo.
Los historiadores bautizaron la revuelta en honor a Constancio Galo, quien administraba las provincias orientales por orden del emperador. Fuentes romanas apenas aluden a los sucesos, lo que deja escasez de información sobre su curso. Aun así, fragmentos dispersos permiten reconstruir un relato de desafío y derrota en el período del imperio.
Un sacerdote llamado Jerónimo registró una mención sucinta: los judíos iniciaron la rebelión en Tzippori, pero Roma la aplastó sin demora. Shivtiel resalta que los galileos emularon a sus ancestros al refugiarse en esos laberintos con sus bienes, incluido este depósito monetario. Tal estrategia indica una persistencia cultural durante periodos de adversidad.
La escasez de vestigios arqueológicos se explica por un evento posterior. En 363 d.C., un terremoto arrasó Israel y sepultó ciudades y aldeas bajo escombros. Como consecuencia, los investigadores luchan por distinguir daños de la revuelta de los provocados por la naturaleza en sitios de esa era.
Durante los siglos I e iI d.C., los complejos de escondites se extendieron en forma de sistema defensivo judío. Estas estructuras, labradas bajo las viviendas, respondían al deseo de recobrar la soberanía en Jerusalén y sus tierras. Cada cámara y pasadizo formaba una defensa contra el control romano.
Shivtiel describe estos sistemas como excavaciones profundas, alineadas directamente con las casas de los habitantes. En zonas de combate, los constructores tallaron intrincados laberintos de salas y corredores. Tal ingenio permitía a las comunidades evadir patrullas y emboscadas y preservar vidas y tradiciones en la penumbra.
Las regiones afectadas abarcaban el antiguo reino de Judá, con Jerusalén y sus áreas sureñas y occidentales, además de Galilea. El historiador Flavio Josefo narró cómo los judíos se replegaban en tales fortalezas subterráneas durante los asedios. Sus relatos describen escenas de desesperación y astucia en la lucha por la libertad.
Tras la destrucción del Templo en 70 d.C., Galilea emergió como el centro principal de la existencia judía en Israel. La diáspora dispersó a muchos, pero esta provincia septentrional albergó sinagogas y academias que mantuvieron la fe. Así, el centro principal se desplazó hacia el norte, lejos de las ruinas de la capital santa.
Sesenta años después, en la Revuelta de Bar Kojba, los judíos de Judá que eludieron el destierro se rebelaron bajo el mando de Simón Bar Kojba. Estos insurrectos ampliaron los refugios previos, horadaron salas frescas y, en ocasiones, erigieron sistemas enteramente nuevos. Sus preparativos meticulosos impedían que las tropas romanas penetraran en las profundidades.
El involucramiento de Galilea en esa sublevación genera debates entre eruditos, pues carece de pruebas directas de participación activa. No obstante, excavaciones recientes, impulsadas por Shivtiel durante tres décadas, han desenterrado más complejos en la zona. Tales descubrimientos indican que los locales anticiparon conflictos, aunque no se unieran a la causa principal.
La evidencia sobre la Revuelta de Bar Kojba permanece escasa, derivada en gran parte de estos yacimientos ocultos. Inicialmente fueron identificados en Judá y ahora se encuentran con mayor frecuencia en Galilea. Shivtiel indica que tales hallazgos completan información faltante en la narrativa y muestran un sistema de precauciones que trascendía fronteras regionales.
Aunque las crónicas no registran la extensión de la revuelta hacia Galilea, sus moradores no permanecieron inertes junto al mar de Galilea. En cambio, se anticiparon a posibles amenazas mediante la talla de nuevos refugios o la adaptación de los antiguos. Esta previsión indica un comportamiento colectivo de preservación ante la inestabilidad romana.
El tesoro de Huqqoq sugiere un patrón idéntico en el siglo IV: los rebeldes ocultaron las monedas en un pozo dentro de una cámara, tapado con tierra para un retorno futuro. Tal acto indica intención de supervivencia, pese a la represión imperial que finalizó el alzamiento. El sitio contiene evidencia de ese conflicto.
El destino de quienes sepultaron el depósito queda desconocido, pero la revuelta no clausuró la presencia judía en Huqqoq. Décadas más tarde, la comunidad erigió una sinagoga de gran esplendor, con mosaicos que representan escenas sagradas. Esta obra indica una actividad renovada tras el trauma.
Shivtiel concluye con optimismo: la construcción de esa sinagoga ilustra la habilidad de los habitantes para recuperarse. Abandonaron los efectos de las rebeliones para crear una era de prosperidad, capaz de financiar tal ornamento litúrgico. Así, el legado de Huqqoq continúa después de la derrota y demuestra la continuidad cultural.
Hoy, el yacimiento —que integra la sinagoga y los refugios— recibe atención de Keren Kayemeth LeIsrael-Jewish National Fund. Pronto abrirá al público, para explorar períodos de historia judía. Este desarrollo proporciona accesibilidad a un patrimonio que conecta pasado remoto con el presente.