Mientras la debilitada economía de Irán se prepara para la reimposición de las sanciones de las Naciones Unidas por su programa nuclear, los ciudadanos comunes enfrentan cada vez más dificultades para costear los alimentos esenciales que necesitan para subsistir y expresan su preocupación por el porvenir.
La moneda rial iraní alcanza ya un mínimo histórico, lo que incrementa la presión sobre los precios de los alimentos y complica aún más la vida cotidiana. Ello afecta a productos como la carne, el arroz y otros elementos básicos de la mesa iraní.
Al mismo tiempo, la población teme un nuevo episodio de confrontación entre Irán e Israel —y posiblemente con Estados Unidos— conforme se reconstruyen los sitios de misiles que resultaron dañados durante la guerra de doce días en junio.
Los activistas advierten de una creciente ola de represión en la República Islámica, que ya habría ejecutado a más personas este año que en las tres décadas anteriores, según informes.
Sina, padre de un niño de doce años que accedió a hablar a condición de que solo se usara su nombre de pila por temor a represalias, afirmó que el país nunca había atravesado un período tan difícil, ni siquiera durante las privaciones de la guerra Irán-Irak en los años ochenta ni en las décadas posteriores de sanciones.
“Desde que tengo uso de razón, hemos lidiado con penurias económicas, y cada año la situación empeora respecto al anterior”, declaró Sina a The Associated Press. “Para mi generación, siempre llega demasiado tarde o demasiado pronto: nuestros sueños se desvanecen”.
Las sanciones contra Irán se disponen a reactivarse mediante el mecanismo de “restauración inmediata”
A medianoche (hora GMT) del domingo, salvo un avance diplomático de última hora, las sanciones de la ONU contra Irán se reimpondrán a través del mecanismo conocido como “snapback” o restauración inmediata, tal como lo denominan los diplomáticos que lo incorporaron al acuerdo nuclear de 2015 entre Irán y las potencias mundiales.
Este mecanismo de restauración inmediata se concibió para resultar inmune a vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU, de modo que China y Rusia no puedan bloquearlo por sí solas, como han hecho con otras propuestas contra Teherán en el pasado. La medida congelará nuevamente los activos iraníes en el extranjero, detendrá las transacciones de armamento con Teherán y castigará cualquier avance en el programa de misiles balísticos de Irán, entre otras disposiciones.
Francia, Alemania y el Reino Unido activaron la restauración inmediata contra Irán, lo que limita aún más el seguimiento de su programa nuclear y agrava el estancamiento en las negociaciones con Estados Unidos.
Irán, cuyos líderes juran la destrucción de Israel, niega que busque armas nucleares, pero ha enriquecido uranio hasta niveles sin aplicación pacífica, ha obstaculizado las inspecciones de los observadores internacionales en sus instalaciones nucleares y ha ampliado sus capacidades con misiles balísticos.
Irán se retiró además del seguimiento de la Agencia Internacional de Energía Atómica tras la guerra de junio, que estalló cuando Israel ejecutó el 13 de junio un ataque sorpresa contra el programa nuclear de Irán, su producción de misiles y su alto mando militar. Teherán ya había lanzado dos oleadas masivas de misiles y drones contra Israel desde el inicio de la guerra contra Hamás en octubre de 2023.
Irán respondió a los ataques israelíes de junio con ofensivas de drones y lanzamientos de misiles mortales. La guerra concluyó con un alto el fuego mediado por Estados Unidos el 24 de junio, dos días después de que bombarderos estadounidenses impactaran tres instalaciones nucleares clave de Irán.
Irán sostiene que las tres naciones europeas no deberían poder implementar la restauración inmediata, en parte porque Washington se retiró unilateralmente del acuerdo en 2018, durante el primer mandato del presidente estadounidense Donald Trump. Trump anunció en abril que Washington reanudaría conversaciones nucleares de alto nivel con Irán, pero las negociaciones se frustraron tras la guerra con Israel.
“La administración Trump parece creer que cuenta con una posición más ventajosa tras los ataques y que puede aguardar a que Irán regrese a la mesa de negociaciones”, explicó Kelsey Davenport, experta en temas nucleares de la Arms Control Association con sede en Washington. “Dado el conocimiento que posee Irán y los materiales que aún permanecen en su territorio, esa suposición resulta sumamente peligrosa”.
Los riesgos también persisten para Irán, añadió ella: “A corto plazo, la expulsión del OIEA eleva la posibilidad de errores de cálculo. Estados Unidos o Israel podrían invocar la ausencia de inspecciones como pretexto para nuevos ataques”.
El sábado, Irán convocó a consultas a sus embajadores en Francia, Alemania y el Reino Unido ante la inminente reimposición de las sanciones, según informó la agencia de noticias estatal IRNA.
El hambre y la ansiedad se intensifican en Irán
Las secuelas de la guerra de junio dispararon los precios de los alimentos en Irán y colocaron la carne, ya costosa, fuera del alcance de las familias más pobres.
El gobierno iraní situó la inflación anual general en el 34,5 % en junio, y su Centro Estadístico indicó que el costo de los artículos alimenticios esenciales aumentó más del 50 % en ese mismo lapso.
Esas cifras no capturan, sin embargo, lo que observan las personas en las tiendas. Los frijoles pintos triplicaron su precio en un año, mientras que la mantequilla casi se duplicó. El arroz, alimento básico, subió más del 80 % de media, y alcanzó el 100 % en las variedades premium. El pollo entero aumentó un 26 %, y la cerveza y el cordero, un 9 %.
“Cada día contemplo precios más elevados para el queso, la leche y la mantequilla”, comentó Sima Taghavi, madre de dos hijos, en un supermercado de Teherán. “No puedo eliminarlos de mi lista de la compra como hago con las frutas y la carne, porque mis niños son demasiado pequeños para padecer tales privaciones”.
La tensión por los alimentos y el temor a que la guerra se reanude han incrementado el número de pacientes que acuden a psicólogos desde junio, según han informado los medios locales en Irán.
“La presión psicológica derivada de la guerra de doce días, por un lado, y la inflación desbocada junto con los aumentos de precios, por el otro, han dejado a la sociedad exhausta y desmotivada”, declaró la doctora Sima Ferdowsi, psicóloga clínica y profesora en la Universidad Shahid Beheshti, en una entrevista publicada en julio por el periódico Hamshahri.
“Si la situación económica persiste en estos términos, acarreará graves consecuencias sociales y morales”, advirtió ella, y el rotativo señaló que “las personas podrían cometer actos que jamás considerarían en circunstancias normales con el fin de sobrevivir”.
Las ejecuciones se disparan en 2025
Irán ha sufrido múltiples protestas nacionales en los últimos años, impulsadas por el enojo ante la economía, las demandas de derechos para las mujeres y los llamados a reformar la teocracia del país. La más reciente ocurrió en 2022 por la muerte de Mahsa Amini, una joven que murió tras su detención por la policía, presuntamente por no llevar el hiyab o pañuelo para la cabeza a su gusto.
En respuesta a esas protestas y a la guerra de junio, Irán ha ejecutado a presos a un ritmo no visto desde 1988, cuando llevó a cabo miles de ejecuciones al final de la guerra Irán-Iraq.
El grupo con sede en Oslo Iran Human Rights y el Abdorrahman Boroumand Center for Human Rights in Iran, con sede en Washington, cifran en más de 1.000 el número de personas ejecutadas en 2025, y advierten de que la cifra podría ser superior, ya que Irán no informa de cada ejecución.
“El espacio político y cívico en Irán se ha reducido a la nada, y fuera del país, los activistas de la sociedad civil y los disidentes enfrentan una represión transnacional”, alertó el centro. “El pueblo iraní, millones de cuyos miembros anhelan algo más que una teocracia cerrada y brutal, ha agotado todas las opciones a su alcance. Sus líderes no lo han hecho”.
