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EE. UU. debería aprobar la Ley GAIN AI para restringir las exportaciones de chips a China

27 de septiembre de 2025
EE. UU. debería aprobar la Ley GAIN AI para restringir las exportaciones de chips a China

Tras la victoria de Estados Unidos en la Guerra Fría, los políticos estadounidenses parecieron convencidos de que el momento unipolar perduraría indefinidamente. Además, creyeron que el resplandor del triunfo americano irradiaría la democracia hacia todos los países, incluida la República Popular China (RPC). El entonces presidente Bill Clinton lo expresó con claridad en 2000: “Cuanto más liberalice China su economía, con mayor plenitud liberará el potencial de su pueblo”. Añadió que los chinos “exigirían una mayor participación”.

Nada de eso ocurrió. En las décadas siguientes, China se tornó más dictatorial y más poderosa, hasta erigirse en un desafío directo a Estados Unidos por la supremacía global en el nuevo mundo multipolar. Sin embargo, las empresas estadounidenses tardaron en reconocerlo. Enganchadas a los mercados y las ganancias chinas, desean proseguir con el comercio como si aún transcurrieran los años noventa. Tales exportaciones suelen consistir en productos de alto valor, como los chips informáticos, esenciales para la economía china.

La Ley GAIN AI

Algunos cargos electos han comprendido que ha llegado la hora de pasar página y de poner fin a estas exportaciones imprudentes. Uno de ellos es el senador Jim Banks (republicano por Indiana), cuyo proyecto de ley denominado Ley para Garantizar el Acceso y la Innovación en Inteligencia Artificial Nacional (GAIN AI Act, por sus siglas en inglés) aspira a asegurar que las empresas estadounidenses obtengan los chips más avanzados y recientes antes de que se exporten a otros países, incluidos los adversarios de Estados Unidos.

En concreto, el proyecto establece que “será política de Estados Unidos denegar licencias para la exportación de los chips de inteligencia artificial más potentes”. Con ese fin, impondría un derecho de preferencia de quince días para las empresas estadounidenses antes de autorizar exportaciones y prohibiría estas últimas en caso de que existiera un acopio pendiente de chips. Asimismo, exigiría precios justos, de modo que las empresas estadounidenses recibieran la misma oferta que las extranjeras.

Aunque la Ley GAIN AI no menciona a China por su nombre, resulta evidente que el propósito radica en perseguir a los fabricantes de chips que venden a la RPC. El senador Banks lo dejó claro al afirmar que el proyecto sitúa “a las empresas y los investigadores estadounidenses por delante de nuestros adversarios, como China”. Ya ha recibido elogios de entidades como Americans for Responsible Innovation, que lo califica como “una victoria mayor para la competitividad económica de Estados Unidos y su seguridad nacional”.

Nvidia se opone

El proyecto cuenta, no obstante, con detractores, en particular Nvidia, uno de los principales productores de chips, que preferiría que las ventas a China prosiguieran sin interrupciones: el año pasado, la compañía facturó más de $17.000 millones en ese mercado. Desde la publicación de la Ley GAIN AI, Nvidia la ha criticado con vehemencia. En un comunicado, la empresa alegó: “Nunca privamos a los clientes estadounidenses para atender al resto del mundo. Al pretender resolver un problema inexistente, el proyecto de ley restringiría la competencia global en cualquier industria que utilice chips informáticos convencionales”.

Nvidia yerra al criticar el proyecto por múltiples motivos.

El primero reside en que su crítica resulta sencillamente absurda. Nvidia sostiene que “nunca privaría a los clientes estadounidenses para atender al resto del mundo”. Pero, de ser así, nada en el proyecto debería inquietarla. En efecto, las empresas estadounidenses obtendrían un derecho de preferencia. Si ya disponen de todos los chips que precisan, no se perderían ventas. Las empresas estadounidenses contaban con chips en abundancia y Nvidia podría vender el excedente en otros mercados. La única razón por la que Nvidia se inquieta obedece a que sus prácticas generan, en realidad, un acopio de chips.

En un segundo comunicado, Nvidia insistió en su queja y aseguró que sus ventas “no privan a los clientes estadounidenses de nada —al contrario, amplían el mercado para numerosas empresas e industrias de Estados Unidos”. Esto conduce al segundo motivo por el que Nvidia yerra al criticar el proyecto: el hecho de que ya no transcurrieron los años noventa.

Un nuevo orden global

Una vez más, este ha constituido un hecho extraordinariamente arduo de aceptar para los responsables de políticas y los analistas. Aun a principios de la década de 2010, los eruditos escribían que China “vindicaba la teoría clásica de la modernización”, según la cual el avance económico transforma a los países en democracias.

En el momento unipolar posterior a la Guerra Fría, ello podía tener sentido (no lo tenía, pero al menos encajaba en el marco de quienes entonces ostentaban el poder). Nadie desafiaba a Estados Unidos, por lo que abrir mercados no planteaba problemas. Así, muchas empresas —incluida Nvidia— se enriquecieron gracias a China.

Pero los tiempos han cambiado. China acrecienta con rapidez su fuerza económica, militar e incluso cultural. No existe razón alguna para que Estados Unidos respalde por completo la venta irrestricta de chips informáticos clave a un adversario que ha dejado claro su deseo de desplazar a Estados Unidos.

En la década de 1960, vender componentes cruciales de cohetes a la Unión Soviética se habría considerado una aberración, incluso un delito. Aunque el orden mundial multipolar resultará con toda probabilidad más caótico que la bipolaridad de la Guerra Fría —después de todo, ahora hay al menos tres polos en lugar de dos—, la lógica dicta que Estados Unidos debe tratar a China de modo similar al de la Unión Soviética, al menos en lo que atañe a la exportación de tecnologías críticas. Existen mercados que no precisan expandirse y competencias que no conviene librar: el mercado estadounidense de chips en China constituye un ejemplo paradigmático.

La Ley GAIN AI asegura el éxito de las empresas estadounidenses

Para ser claros, el proyecto no penaliza como delito la exportación a China; empresas como Nvidia seguirán autorizadas a efectuarla. En su lugar, el proyecto garantiza sencillamente que las empresas estadounidenses accedan a los chips que necesitan para triunfar.

Afortunadamente, el Senado ya ha incorporado la Ley GAIN AI a la Ley de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA, por sus siglas en inglés), pero su aprobación final aún pende de un hilo, ya que podría eliminarse con facilidad. Los senadores y congresistas deben ignorar las quejas de Nvidia y velar por que el proyecto permanezca en la NDAA hasta que llegue al escritorio del presidente Donald Trump.

Sobre el autor: Anthony J. Constantini es analista de políticas en el Bull Moose Project y editor de Asuntos Exteriores en Upward News. Ha publicado artículos sobre asuntos exteriores y el orden mundial multipolar en medios nacionales e internacionales, entre ellos The National Interest, The American Conservative, Brussels Signal, American Affairs y otros.
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