La Fuerza Aérea examina si un gran avión furtivo de ala volante, equipado con decenas de misiles aire-aire, podría integrarse en su fuerza futura de superioridad aérea. Fuentes lo revelaron a la revista Air & Space Forces Magazine. Este aparato podría derivar del Northrop Grumman B-21, aunque el concepto se encuentra en una fase inicial y otros contratistas podrían competir por el proyecto, dado el limitado volumen de producción del B-21 que alcanza Northrop.
El planteamiento implicaría que cazas tripulados, como los sigilosos F-22, F-35 y F-47 —y, en potencia, aeronaves de combate colaborativas no tripuladas— detecten y designen objetivos aéreos, los cuales el gran misilero ultra sigiloso eliminaría después.
“Existen otros medios para alcanzar una “masa asequible” distintos a saturar los cielos con aeronaves de combate colaborativas”, declaró un alto funcionario de la Fuerza Aérea, quien añadió: “No hemos divulgado todas nuestras ideas en público”.
El funcionario precisó que el concepto del misilero se debate con seriedad como una vía para contrarrestar la ventaja numérica de China en un escenario de Taiwán. En tal conflicto, China —con bases cercanas— podría desplegar cientos de cazas de cuarta y quinta generación sobre la isla sin necesidad de reabastecimiento en vuelo, en tanto que los cazas estadounidenses operarían al límite de su radio de acción y dispondrían de oportunidades limitadas para abatir aeronaves chinas. Además, es probable que China emplee un número significativo de aviones obsoletos de tercera generación adaptados como drones no tripulados para absorber y, posiblemente, agotar las reservas estadounidenses de misiles aire-aire en las etapas iniciales del enfrentamiento, según indicaron funcionarios.
En una reciente reunión de alto nivel de la Fuerza Aérea, los líderes del servicio se enfrentaron a esta pregunta: “¿Qué es un caza?”.
“Es una interrogante válida”, respondió un alto funcionario de planificación. “Yo piloté el F-15E. Lancé numerosas bombas a lo largo de mi carrera. ¿Acaso era un piloto de bombardero? … Ya hemos superado el estadio en el que asignamos misiones de manera artificial, basándonos en nociones anticuadas sobre las funciones de cada elemento en el campo de batalla”.
La noción del B-21 como misilero surgió a finales de la década de 2000, durante la definición de los requisitos del programa, conforme a un analista senior de la industria que participó en el proyecto cuando se denominaba bombardero de ataque a larga distancia, o LRS-B. Sin embargo, la capacidad aire-aire no se incorporó al conjunto inicial de requisitos del B-21, a causa del escaso número de fuselajes previsto para su fabricación anual, en contraste con la urgencia que demandaban para incorporar bombarderos sigilosos a la flota de la Fuerza Aérea. En aquel momento, se consideró una complicación innecesaria y potencialmente costosa, según el analista.
Por entonces, “no existía un argumento convincente” para que el B-21 contara con capacidad aire-aire, afirmó un antiguo alto funcionario de la Fuerza Aérea.
No obstante, en los juegos de guerra realizados el pasado verano —que enfrentaron a fuerzas estadounidenses contra China en el horizonte de 2035—, el Mando del Pacífico de Estados Unidos solicitó la inclusión de un B-21 con capacidad aire-aire, aunque no como plataforma dedicada a ese rol, sino para autodefensa. Una petición similar provino del Mando de Ataque Global de la Fuerza Aérea, por lo que “estoy bastante seguro de que eso se contempla, en última instancia, para el B-21, aunque la Fuerza Aérea no lo ha mencionado abiertamente”, precisó el analista.
Sin embargo, un funcionario indicó que existe una “fuerte oposición” por parte del Mando de Ataque Global de la Fuerza Aérea a la idea del B-21 como misilero. Ello se debe, probablemente, a que “ya padecemos un profundo déficit en bombarderos”, observó el analista, en el sentido de que la fuerza de bombarderos caerá por debajo de los mínimos deseados antes de recuperarse con la entrega de más B-21.
Una “carga mixta” de armamento para el B-21 podría representar una inversión acertada, según Mark Gunzinger, director de conceptos aeroespaciales futuros en el Instituto Mitchell para Estudios Aeroespaciales de la AFA.
“¿Valdría la pena disponer de cierta cantidad de armas aire-aire a bordo de un bombardero penetrante genérico para contrarrestar amenazas?”, se preguntó. Tales armas podrían destinarse, por ejemplo, a la supresión de defensas antiaéreas enemigas y, en ese contexto, “quizá las armas aire-aire también tendrían sentido”.
Aun así, los bombarderos escasearán durante un tiempo considerable, advirtió Gunzinger, y deben aplicarse contra objetivos de “máximo valor”.
“Solo los bombarderos aportan la masa necesaria”, afirmó. “Además, cabe tener en cuenta que sufrimos un déficit en municiones aire-aire. Contamos con una enorme escasez de AMRAAM”, el misil de combate guiado por radar AIM-120, y su sucesor previsto, el misil táctico avanzado conjunto AIM-260, “no resultará económico. Y, francamente, la industria de la defensa carece de la capacidad para producir en masa un gran volumen de armas aire-aire y reponer así nuestras reservas, ¿verdad?”.
En julio, la Fuerza Aérea adjudicó a Raytheon un contrato por $3.500 millones para un lote numeroso, pero no revelado, de misiles AMRAAM.
Gunzinger manifestó su opinión personal sobre un bombardero configurado para combate aire-aire —avalada por los juegos de guerra—: “Lo que realmente nos falta son armas, más que plataformas capaces de entregarlas”.
“Dicho esto, ¿existe utilidad en que los bombarderos cuenten con esa capacidad? Sin duda. Queremos que el adversario piense: “Oye, este bombardero que se aproxima podría abatirme de un disparo””, explicó. Contar con una capacidad aire-aire a gran escala y probada en bombarderos también mantendría al enemigo en la incertidumbre sobre qué plataformas podrían generar qué efectos, de manera similar a las recientes pruebas de la Fuerza Aérea para lanzar misiles de crucero de ataque terrestre desde palés en la bodega trasera de aviones de carga.
“Se busca generar incertidumbre en el adversario”, resumió Gunzinger, quien debería preguntarse: “¿Es esto solo una plataforma aire-tierra? … Nos gustaría que lo pensara así”.
Sin embargo, la noción del B-21 como misilero se complica por el hecho de que Northrop —por diseño de la Fuerza Aérea— posee una capacidad de producción limitada para el bombardero, estimada ahora en unos 7-8 aparatos al año durante la década de 2020 y 10 al año a principios de la de 2030. El Congreso destina $4.500 millones para elevar esa capacidad, aunque la Fuerza Aérea no ha precisado en qué medida. Fuentes indicaron que el monto asignado podría incrementar de forma “significativa” la rampa de producción de Northrop, hasta potencialmente 20 unidades al año; una cifra que coincide con la tasa máxima alcanzada en el B-1 y la prevista para el B-2, interrumpida tras fabricar solo 20 ejemplares.
Aunque otro contratista podría, en teoría, asumir la construcción de una gran plataforma sigilosa aire-aire, fuentes señalaron que, ante el actual estrangulamiento presupuestario de la Fuerza Aérea —que debe financiar la recapitalización completa de dos tercios de la tríada nuclear, el F-47, el F-35, el nuevo VC-25B “Air Force One”, las aeronaves de combate colaborativas y posiblemente más elementos, sin olvidar las cuentas de preparación operativa—, es improbable que se inicie una nueva plataforma.
“Todo es posible”, concedió el analista, pero “nada impide” emplear el B-21 como base para un misilero aire-aire, y sin duda constituiría una opción más económica que partir de cero con un nuevo diseño. Reiteró que la prioridad superior radica en reforzar las reservas de misiles aire-aire. En los juegos de guerra centrados en el Pacífico, explicó, “se agotan los AMRAAM en siete a nueve días”.
Un antiguo alto funcionario de la USAF juzgó que un B-21 aire-aire “no es una idea descabellada”.
“Ciertamente se podría hacer”, afirmó, pero, a diferencia de las aeronaves de combate colaborativas, los bombarderos probablemente no se desplegarían en vanguardia junto a los cazas, sino que operarían desde bases mucho más alejadas, “capaces de albergar bombarderos”.
“Si se forma un paquete de ataque con cazas para ejecutar el tipo de operaciones que realizamos constantemente en Nellis [Base de la Fuerza Aérea, Nevada] durante Red Flag … se desea que todos los activos se sincronicen para llegar al mismo tiempo. Incorporar bombarderos, que probablemente basarían en ubicaciones más remotas, genera complicaciones, ¿no? En modo alguno se aplicaría para defensa antiaérea contraria”, precisó el funcionario.
Una alternativa podría ser LONGhot, un esfuerzo de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa para desarrollar una pequeña aeronave desechable que traslade misiles aire-aire más cerca de la acción antes de lanzarlos. Pero “básicamente actúan como extensores de alcance para los misiles aire-aire y no son reutilizables”, advirtió el antiguo funcionario. Aunque la idea “podría resultar muy rentable, debe justificarse por sus propios méritos. … Por eso, de momento, las aeronaves de combate colaborativas tienen más sentido”, concluyó.
Coincidió con el analista en que “no hay motivo para que solo un caza o una aeronave de combate colaborativa realice las tareas de contraaire; no hay nada malo en examinar la posibilidad de integrar armas aire-aire en bombarderos o en cualquier otro elemento, por cierto. En teoría, se podrían montar en C-130”. No obstante, se requiere un estudio “para determinar si existe un beneficio” en adaptar algunos B-21 específicamente como misileros.
“No he visto análisis que me convenzan de que debemos hacerlo, ¿de acuerdo?, pero no es algo extravagante”.