En 1938, Winston Churchill publicó una recopilación de discursos pronunciados entre 1932 y 1938 en el Reino Unido acerca del rearme alemán y de las declaraciones públicas del régimen nazi sobre su propósito de conquistar Europa. Aquella obra se tituló Arms and the Covenant. Poco después, cuando fue editada en Estados Unidos, recibió el título de While England Slept.
Yaakov Katz, periodista israelí de amplia trayectoria y antiguo redactor jefe del Jerusalem Post, junto con Amir Bohbot, también periodista israelí especializado en temas de defensa y asuntos militares, rinden homenaje a Churchill al titular su nuevo libro sobre lo ocurrido el 7 de octubre: While Israel Slept: How Hamás Surprised the Most Powerful Military in the Middle East, publicado por St. Martin’s Press en 2025.
El eje central de esta obra, resultado de una investigación exhaustiva y de la colaboración de numerosas fuentes de los altos mandos de la inteligencia y las fuerzas armadas israelíes, sostiene que los fallos del 7 de octubre no obedecieron únicamente a problemas inmediatos surgidos en los días o semanas previos —aunque también los hubo—, sino a una prolongada cadena de errores de juicio, oportunidades desaprovechadas, concesiones políticas y suposiciones erróneas que se remontan a muchos años atrás, incluso décadas.
Los autores muestran, de manera indirecta, pero clara, que en la guerra entre Israel y Hamás existe una profunda asimetría de identidades y objetivos. Israel, un Estado nacional pequeño, aspira a vivir en paz con sus vecinos, asegurar la prosperidad de su población y mantener relaciones comerciales y culturales con el resto del mundo. Hamás, en cambio, es un movimiento islamista fundamentalista cuya meta es borrar a Israel del mapa por cualquier medio que favorezca su causa, incluso recurriendo a adolescentes como suicidas o asesinos, atacando y asesinando a mujeres y niños, atentando contra restaurantes, salones de bodas y sinagogas, secuestrando menores y aplicando una violencia extrema para infundir terror entre judíos e israelíes.
Esa asimetría también se refleja en la forma en que ambos libran la guerra: Hamás actúa sin ningún tipo de restricción, mientras que Israel se somete a las leyes internacionales de los conflictos armados.
El relato comienza con la situación previa al 7 de octubre, cuando en los mandos de inteligencia y del ejército prevalecía la impresión de que la frontera con Gaza se mantenía en calma. Israel había instalado una valla fronteriza de alta tecnología y había construido barreras para impedir que Hamás utilizara su táctica habitual de excavar túneles hacia territorio israelí. Esa valla era vigilada mediante cámaras y monitores por jóvenes reclutas, en su mayoría mujeres, cuya tarea consistía en reportar cualquier actividad sospechosa. Estas observadoras advirtieron movimientos inusuales, que parecían ejercicios preparatorios para una operación contra Israel poco antes del ataque, pero sus superiores no prestaron atención ni transmitieron la información a los niveles más altos del ejército.
En los días previos se había detectado un aumento en el tráfico telefónico de Hamás y se observó cómo retiraban las cubiertas protectoras de sus lanzadores de cohetes. Además, una analista de inteligencia militar con experiencia había previsto la posibilidad de un ataque de esa magnitud, aunque no podía precisar cuándo ocurriría. También el parlamentario Avigdor Liberman había advertido al gabinete de que Hamás podría atacar por superficie y no mediante túneles, pero en ese momento la frontera de Gaza parecía tranquila, en un periodo intermedio entre guerras.
La noche del 6 de octubre hubo indicios de que algo no iba bien, hasta el punto de que algunos altos cargos de defensa e inteligencia acudieron a sus oficinas en plena noche o de madrugada. Aun así, se mostraron reticentes a alarmar al país, que deseaba mantener la calma, por algo que tal vez no fuera más que un ejercicio de Hamás. Tampoco ordenaron a la Fuerza Aérea israelí bombardear la frontera cuando los milicianos de Nukhba y numerosos gazatíes comenzaron a cruzarla masivamente.
A diferencia de lo que ocurre en Irán, Líbano o Siria, por razones aún poco claras —aunque relacionadas con la retirada israelí de Gaza en 2005 y con la mezcla de lealtad y temor que la población siente hacia Hamás, como demuestra el hecho de que ningún gazatí haya proporcionado información sobre los rehenes—, los servicios de inteligencia israelíes carecían de informantes o agentes sobre el terreno en Gaza que pudieran advertirles de lo que se avecinaba.
En suma, durante la noche del 6 y la madrugada del 7 de octubre reinaba una sensación de inquietud en los niveles superiores de la inteligencia y el ejército israelíes. Sin embargo, de forma fatal, concluyeron que no disponían de información suficiente para declarar una alerta o movilizar tropas hacia el sur durante la festividad de Simjat Torá. Ninguno de los altos mandos —ni el jefe del Estado Mayor, ni el director del Shabak, ni el responsable de Inteligencia, que se encontraba de vacaciones en Eilat— avisó al primer ministro.
Los autores ofrecen también un detallado repaso histórico de Hamás, desde sus orígenes en la década de 1970 como una organización supuestamente benéfica y educativa en Gaza. Aquellas instituciones reclutaron a jóvenes formados en sus propias escuelas y universidades para incorporarlos a su ala militar recién creada, que en 1987 lanzó la llamada Primera Intifada contra Israel, una campaña de secuestros, atentados y tiroteos en lugares públicos como autobuses, restaurantes y hoteles.
La retirada unilateral israelí de Gaza en 2005, iniciativa del primer ministro Ariel Sharon, fortaleció la posición de Hamás entre los gazatíes, al haber logrado expulsar a los israelíes sin realizar concesiones. En las elecciones de 2006, el movimiento obtuvo la mayoría de los escaños del parlamento de la Autoridad Palestina, y al año siguiente consolidó su dominio asesinando y mutilando a gran parte de sus rivales de Fatah (OLP) en Gaza, hasta tomar el control total del enclave y convertirlo en un miniEstado palestino independiente.
Hamás transformó ese territorio en una base concebida principalmente para la guerra contra Israel. Para ello diseñó un sistema de túneles que utilizaba hospitales, mezquitas, escuelas y viviendas particulares como entradas, salidas y depósitos de armas. La estructura física de Gaza bajo el mando de Hamás quedó organizada de modo que, si Israel atacaba esos puntos de actividad bélica, se le pudiera culpar de golpear objetivos civiles.
En los conflictos previos, Israel evitó adentrarse profundamente en Gaza porque sabía que existía una red de túneles y trampas explosivas, aunque sus servicios de inteligencia subestimaron la magnitud y sofisticación de esa infraestructura. El riesgo de sufrir numerosas bajas entre soldados —en su mayoría jóvenes reclutas y reservistas— y el daño inevitable a la población civil en un combate urbano disuadieron a Israel de emprender una ofensiva total que eliminara al movimiento yihadista de Hamás, pese a que desde 2006 este disparaba cada año cientos de cohetes y misiles y realizaba intentos constantes de secuestros.
En su lugar, Israel aplicó una política de ataques selectivos, bombardeando posiciones de Hamás y de la Yihad Islámica Palestina (YIP) y eliminando a sus dirigentes con misiles dirigidos a sus viviendas o a través de las ventanas. El inconveniente de esa táctica es que siempre surge alguien dispuesto a ocupar el lugar del líder eliminado.
While Israel Slept también analiza las maniobras políticas internas relacionadas con Hamás. Los autores sostienen que el primer ministro Benjamín Netanyahu supo utilizar la existencia del movimiento islamista como argumento cada vez que se le pedía considerar la creación de un Estado palestino. Podía señalar a Hamás y afirmar, con razón, que resultaba imposible establecer un Estado palestino bajo el control de una organización así. La presencia de Hamás servía para negar la viabilidad de esa idea, ya que ni siquiera una Gaza libre de judíos dejaba de enviar globos explosivos y excavar túneles hacia Israel.
El libro aborda además las fuentes de financiación de Hamás. Hasta 2006, Arabia Saudí proporcionaba la mayor parte de los fondos, pero dejó de hacerlo ese año. Hamás desarrolló negocios en todo Oriente Medio, especialmente en Turquía, y durante un tiempo Israel trató de dificultar su financiación. Sin embargo, cuando Qatar comenzó a ganar protagonismo en la región y a distribuir dinero para ganar influencia, Netanyahu creyó ver señales de moderación en Hamás y pensó que el flujo de capital Qatarí y otras aportaciones podrían mejorar la vida de los gazatíes. Qatar prometió falsamente mantener la situación bajo control.
Israel permitió el envío mensual de millones de dólares desde Qatar hacia Hamás y la Franja, convencido de que, si mejoraban las condiciones de vida de los civiles, estos tendrían interés en la estabilidad y serían menos proclives a la guerra. Esa suposición habría sido plausible si Hamás y gran parte de sus seguidores no constituyeran un movimiento fanático que desprecia la vida humana, incluso la de sus propios ciudadanos. El dinero nunca benefició a la población común.
While Israel Slept concluye con cinco recomendaciones destinadas a impedir que un ataque semejante vuelva a ocurrir y también a fortalecer la posición internacional de Israel. Los autores proponen reformar el sistema de inteligencia para que las distintas ramas compartan y analicen conjuntamente la información; reforzar la relación entre Israel y Estados Unidos evitando que Israel se convierta en un tema partidista dentro de la política estadounidense; mejorar la diplomacia pública, ámbito en el que Israel ha mostrado una marcada deficiencia; fortalecer la cohesión nacional, especialmente frente a divisiones internas como las manifestaciones contra la reforma judicial, que revelaron ante el mundo —y ante Hamás— una debilidad social en el momento del ataque; y no emprender una guerra sin una estrategia clara de salida, un problema que ha afectado a conflictos anteriores y que también se presenta en el actual.
El libro de Katz y Bohbot, While Israel Slept, está escrito con claridad, aborda un tema crucial y ofrece una comprensión profunda de los múltiples problemas vinculados a la seguridad, el ejército y la política israelí, asuntos que rara vez se tratan con tal detenimiento en los medios. Al igual que Churchill, cuya memoria evocan en el título, los autores muestran un profundo sentido patriótico y aspiran a que Israel no vuelva a experimentar un fracaso de inteligencia y defensa como el del 7 de octubre de 2023.