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Portada » Opinión » Bienvenido, presidente Trump: Mi carta a un verdadero amigo de Israel

Bienvenido, presidente Trump: Mi carta a un verdadero amigo de Israel

13 de octubre de 2025

Al llegar esta mañana al edificio de la Knéset en Jerusalén, ustedes pisarán un lugar que representa un verdadero milagro histórico. La existencia misma del Estado de Israel como Estado-nación del pueblo judío en la Tierra de Israel, y el regreso de millones de judíos de todo el mundo tras unos dos mil años de exilio, constituyen un auténtico milagro. Durante esos dos mil años, el pueblo de Israel siempre creyó que regresaría, pero hasta hace unos ciento veinte años (antes de la invención del primer avión), esto parecía imposible. Hoy es una realidad, y ustedes tienen el privilegio de formar parte de esta realidad milagrosa, prometida hace miles de años por el Creador del universo. ¡Bienvenidos!

Usted, presidente Trump, desempeña un papel fundamental en el extraordinario proceso de renovación y reconstrucción del pueblo de Israel en su tierra histórica. Es un honor para usted ser el primer presidente estadounidense que reconoció Jerusalén como capital de Israel y trasladó allí su embajada, tras muchos años de demoras innecesarias. También es un honor para usted haber reconocido la soberanía israelí sobre los Altos del Golán y que, durante su mandato, se emitiera la Declaración de Pompeo, la cual establece que los asentamientos judíos en Judea y Samaria no violan el derecho internacional.

Es igualmente un honor haber sido el primer presidente en proponer la aplicación de la soberanía israelí sobre partes de Judea y Samaria (un plan aún no implementado). Todas estas acciones demuestran su genuina amistad con el Estado de Israel y también su deseo de participar en el extraordinario proceso histórico descrito en la Biblia: el retorno a Sión.

Presidente Trump, usted mostró una verdadera amistad hacia Israel al unirse para ayudarnos frente a la “visión de destrucción de Israel” de nuestros enemigos. La historia recordará este heroico esfuerzo, tanto en la lucha contra Irán como en la restauración de los envíos de armas que su predecesor había suspendido. Demostró sensibilidad ante nuestro dolor al apoyar plenamente el rescate de nuestros rehenes.

Expresó además su profunda conmoción ante la crueldad y la barbarie de nuestros enemigos al repetir constantemente la frase “Recuerden el 7 de octubre” y al recordar al mundo que ningún gazatí acudió a ayudar a nuestros rehenes, ni siquiera mínimamente. También mostró comprensión y respeto por nuestras necesidades vitales de seguridad al garantizar que no nos viéramos obligados a ceder ante las demandas de Hamás ni a retirar nuestras tropas de Gaza a cambio de los rehenes. En cambio, mantenemos el control de más de la mitad del territorio de la Franja de Gaza, como ocurre hoy. ¡Gracias por todo ello!

Usted, presidente Trump, comprendió plenamente la magnitud de la amenaza que representa la Franja de Gaza, controlada por Hamás, para el pequeño Estado de Israel cuando decidió adoptar nuestros objetivos bélicos e incorporarlos al “Plan del presidente Trump para poner fin a la guerra en Gaza”.

Usted determinó que Gaza debía ser una zona libre de terrorismo; que no debía amenazar a sus vecinos; que Hamás no tendría ningún papel de gobierno allí; que debía quedar completamente desarmada de toda arma, infraestructura militar, túnel e instalación de fabricación de armas; y que ninguna de estas instalaciones debía establecerse ni reconstruirse. Al decidir todo esto, presidente Trump, y bajo su liderazgo, logró formar un amplio consenso internacional en torno a estos objetivos cruciales. Evidentemente, lo hizo movido por el deseo y la aspiración de seguir siendo un verdadero amigo del Estado de Israel, comprendiendo los peligros que enfrentamos y asegurando que el anhelo de destruirnos nunca prospere.

Hace unos días supimos que no se le otorgará el Premio Nobel de la Paz este año. Créame, presidente Trump, la historia lo demuestra: el premio no es lo que realmente importa. Hace treinta y dos años, ese premio se entregó a quienes firmaron los Acuerdos de Oslo en una ceremonia festiva en los jardines de la Casa Blanca. Desde entonces, miles de israelíes han pagado con su vida por aquel desafortunado acuerdo, mediante el cual establecimos la Autoridad Palestina, la armamos y entregamos parte de nuestro pequeño territorio junto con la “responsabilidad de seguridad”.

Pronto quedó claro que ninguna firma en papel puede convertir a un enemigo cruel en alguien en quien confiar para garantizar nuestra seguridad, y que cada porción de tierra entregada se transformó en una base de terrorismo contra nosotros. No fue la paz lo que obtuvimos, sino ríos de sangre, lo que convirtió aquel Premio Nobel en una broma triste, dolorosa y vergonzosa. No serán las celebraciones, los discursos ni los premios los que determinen si su plan conducirá a una paz verdadera o a un baño de sangre. Solo la historia decidirá si el presidente Trump será recordado por generaciones como quien trajo la paz verdadera o, Dios no lo permita (y estoy seguro de que usted no lo desea), un desastre terrible para el país que ama y con el que tanto se identifica.

Querido amigo, presidente Trump, no tengo duda de que usted desea alcanzar una paz verdadera, algo de lo que usted, sus descendientes, su partido y todos los involucrados puedan sentirse orgullosos y no avergonzados, Dios no lo permita. Para lograrlo, debe mantener su compromiso con los principios esenciales: desmilitarizar Gaza, eliminar todas las amenazas que representa para Israel y desmantelar por completo el gobierno de Hamás allí; principios que, gracias a usted, han recibido un amplio apoyo internacional. No vacile en estos principios; usted comprende su importancia crucial para la supervivencia del Estado de Israel.

Recuerde las lecciones de los Acuerdos de Oslo: un documento firmado no convierte a un enemigo hostil en amigo. Muchos de los candidatos que buscan asumir la “responsabilidad de la seguridad” sobre la Franja de Gaza no han abandonado por completo la “visión de destrucción de Israel” o, al menos, no están comprometidos a impedir que esa visión se materialice. Usted, quien introdujo al mundo el término “falso”, no desea respaldar una “victoria falsa” ni una “paz falsa”.

Cuando llegue a la Knéset, nuestro amigo presidente Trump, tendrá el privilegio de conocer a las familias de los soldados caídos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que murieron en la brutal guerra de Gaza. Cientos de soldados murieron en esa guerra al lanzarse a la batalla, conscientes de que quizá no regresarían.

Lo hicieron por los objetivos cruciales que usted también formuló en su plan. No se deje llevar por la idea de que esos soldados lucharon y murieron solo por el regreso de los rehenes. He visitado a cientos de familias en duelo durante los últimos dos años y, en todas ellas, escuché la misma petición: esta guerra no debe ser una ronda más de combates que deje a Hamás gobernando Gaza y al imperio terrorista levantado allí amenazando al Estado de Israel. ¡La realidad en Gaza debe cambiar! Eso fue lo que todos insistieron. Por ello, nosotros, los líderes del Estado de Israel, que enviamos a estos soldados a la guerra, debemos actuar, y lo haremos.

Este día marca la víspera de Simjat Torá, festividad en la que, durante miles de años, los judíos de todo el mundo han celebrado la conclusión de la lectura de la Torá y su reanudación inmediata. En la última porción de la Torá se repite la promesa histórica del Creador del Universo, la misma que nos permitió regresar a nuestra tierra tras un exilio tan prolongado: “Esta es la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré”.

Rashi, el gran comentarista de la Torá, explica este versículo: “El juramento que el Todopoderoso te ha hecho, Él lo cumplirá”. El Todopoderoso está cumpliendo su promesa ahora, en nuestra generación. Usted, presidente Trump, tiene el privilegio de liderar la mayor superpotencia del mundo, de servir como líder del mundo libre en esta generación especial y de haber tomado hasta ahora las decisiones correctas, situándose del lado adecuado de la historia: apoyando al Estado de Israel, la patria del pueblo judío que regresa a su tierra por derecho histórico, por mandato del Creador y del Líder del mundo. ¡Que continúe por ese mismo camino y que solo vea bendiciones!

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