Turquía desarrolla el caza KAAN como paliativo a su expulsión del programa F-35 por adquirir el S-400 ruso, pero enfrenta restricciones y dependencia de motores estadounidenses.
Expulsión de Turquía del programa F-35 por el S-400 ruso
El desarrollo por parte de Turquía del caza KAAN se exhibe como un paliativo deslucido ante la irrevocable expulsión del programa F-35 estadounidense, una medida que se ejecutó en julio de 2019. Tal exclusión se fundamentó en la adquisición del sistema de defensa antiaérea ruso S-400. Esta no fue un capricho diplomático, sino una respuesta axiomática a la manifiesta negligencia turca respecto a la seguridad intrínseca de la tecnología de la Alianza.
Así lo consignaron los comunicados oficiales de Washington. Este proyecto, bajo la égida de Turkish Aerospace Industries, se perfila como el supuesto sucesor de la ya vetusta flota de F-16 de la Fuerza Aérea Turca. Cuenta con un horizonte operativo que se sitúa, de forma optimista, en la década de 2030. No obstante, la solicitud, por parte de Ankara, de motores adicionales de origen estadounidense para las primeras unidades se suma a las ineludibles restricciones de exportación que enfrenta.
Esto desmantela la fachada de autonomía que se intenta erigir. La decisión de Estados Unidos de extirpar a Turquía del consorcio del F-35 —un caza monomotor de sigilo avanzado— tras la recepción del S-400 no merece matices. Las autoridades estadounidenses fueron explícitas: el sistema ruso representa una amenaza estructural. Esta es capaz de exfiltrar datos sensibles sobre las prestaciones del avión y, consecuentemente, de socavar la seguridad operativa de la OTAN.
Las repercusiones fueron inmediatas y de calado: la incautación de las cuatro unidades del F-35 ya asignadas, la evacuación perentoria del personal turco y el cese de toda participación industrial para marzo de 2020. Esto implicó la pérdida de la fabricación de cerca de novecientos componentes. El traslado subsiguiente de esta producción a proveedores estadounidenses generó un dispendio de ingeniería no recurrente para Washington que se cifró entre $500 y $600 millones.
Datos clave sobre impactos económicos y operativos
- Pérdida estimada de $9.000 millones para la economía turca a lo largo del ciclo del programa.
- Dispendio de $500 a $600 millones para Estados Unidos en ingeniería no recurrente.
- Producción global del F-35 entregó 131 unidades en un año reciente.
- Solicitud de motores adicionales estadounidenses rechazada en septiembre de 2025.
Desarrollo cronológico y prototipos del caza KAAN turco
Esta cantidad es una minucia comparada con la pérdida estimada de $9.000 millones que esta veleidad le costó a la economía turca a lo largo del ciclo del programa. La posición de Estados Unidos permanece inalterable: en agosto de 2025, el Departamento de Estado reiteró su férrea negativa a la reintegración. La supeditó a la resolución del contencioso del S-400 y exigió su desmantelamiento o su traslado a una base bajo control estadounidense, según consta en misivas dirigidas a legisladores.
La justificación turca, que se esgrimió a posteriori —haber recurrido al sistema ruso tras la negativa a la transferencia tecnológica de misiles Patriot—, no hace sino evidenciar la crónica ambición de autonomía militar. Esta, paradójicamente, la ha conducido a una espiral de dependencia tecnológica. En este contexto de aislamiento autoimpuesto, el desarrollo del KAAN se inició en 2019 y culminó con la presentación de un primer prototipo en marzo de 2023 y un vuelo inaugural en febrero de 2024.
Los datos técnicos de esta primera fase —una altitud de 8.000 pies a 230 nudos durante trece minutos, y 10.000 pies en la segunda salida— son meras anécdotas preliminares en el calendario de desarrollo de un caza de quinta generación. El ensamblaje estructural del segundo prototipo, el P1, se proyecta para septiembre de 2025, con pruebas de rodaje y vuelo que se programaron para abril de 2026. Un tercer modelo, el P2, está en construcción para pruebas previstas en julio de ese mismo año.
Estas unidades incorporan supuestas lecciones de drones como el Kizilelma y el Anka 3, que se diseñaron para funciones de acompañamiento. Esto es un reconocimiento implícito de las limitaciones de las capacidades propias del KAAN. Las estimaciones de fuentes gubernamentales estadounidenses sitúan la producción en serie de las primeras veinte unidades del modelo Block 10 para 2028. La fabricación masiva se postergó hasta finales de la década de 2020 o principios de la subsiguiente.
Características técnicas y dependencias motoras del KAAN
El KAAN es, por lo tanto, la pieza central de una modernización impuesta, que busca una quimérica independencia tecnológica para una flota de 240 F-16, en un escenario de tensión irreductible con los aliados de la OTAN. En el escrutinio de sus características técnicas, el KAAN se revela como un diseño bicimotores que recurre, forzosamente, a los General Electric F110-GE129. Estos motores, con un empuje total de 58.000 libras, le confieren una teórica velocidad máxima de Mach 1.8 y un techo de servicio de 55.000 pies.
Con un peso máximo al despegue de 60.000 libras, se anuncia una capacidad de carga de munición de diez toneladas. Esta cifra es irrelevante frente a la capacidad de fusión de sensores y el perfil de sigilo del F-35. Este último, con un solo motor Pratt & Whitney F135-PW-100 de 43.000 libras de empuje, alcanza Mach 1.6 y supera los 50.000 pies de techo operativo. Sin embargo, su valor reside en su madurez operacional y su indiscutible superioridad en la integración y fusión de sensores, ya desplegada por múltiples fuerzas aéreas aliadas.
Los ajustes en el diseño del KAAN, que se evidenciaron en la sección nasal más ancha y las tomas de aire elevadas del P1, son meras adaptaciones de ingeniería menor que no alteran la fundamental dependencia del empuje que se suministró por la motorización estadounidense. La esencia misma del programa KAAN se encuentra viciada por la ineludible dependencia de motorización foránea. Las versiones iniciales se sustentan en los F110 de General Electric, que ya equipan a los F-16 turcos del bloque 50.
La solicitud de aprobación a Estados Unidos para la adquisición de más unidades en septiembre de 2024 halló una respuesta contundente en septiembre de 2025: el Congreso estadounidense suspendió las licencias de exportación, tal como lo comunicó el ministro de Asuntos Exteriores turco. Esta restricción es una consecuencia directa y previsible de las sanciones que se impusieron en diciembre de 2020 bajo la ley CAATSA. Estas penalizan a la agencia de adquisiciones de defensa turca por la tozuda insistencia en el S-400.
Contexto operativo y modernización de la flota aérea turca
Mientras las negociaciones bilaterales desde 2024 exploran soluciones paliativas e inciertas —como declarar inoperable el sistema ruso—, Turkish Aerospace anuncia el plan de sustituir estos motores por una versión nacional con capacidad de supercrucero para 2032. El contexto operativo de la flota aérea turca se centra en la modernización de sus F-16, con actualizaciones que incluyen radares de barrido electrónico activo. El KAAN se presenta como el supuesto eje de una renovación integral destinada a preservar una superioridad regional que, sin acceso a la tecnología punta, es cuestionable.
La Fuerza Aérea Turca, una de las más voluminosas en la OTAN, opera sin los F-35, cuya producción global entregó 131 unidades en un año reciente. Este dato dimensiona la brecha tecnológica que Ankara busca salvar. Las discusiones telefónicas de marzo de 2025 entre los presidentes de Turquía y Estados Unidos sobre una posible venta del F-35, supeditada a un cambio en el estatus del S-400, no han producido ningún avance tangible hasta octubre de 2025.
El KAAN, con su enfoque en la producción nacional, ha superado ensayos de rodaje y vuelos iniciales, que son éxitos de baja complejidad en el largo y tortuoso camino hacia la operatividad. Su tercer prototipo apenas incorpora pruebas avanzadas para validar un diseño que, a todas luces, arrastra el lastre de su origen y sus irresolubles dependencias.