El primer ministro británico, Keir Starmer, tiene previsto reunirse este lunes en Ankara con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para tratar la venta pendiente de 40 aviones Eurofighter Typhoon. Ankara busca aprovechar la adquisición de aeronaves avanzadas para fortalecer su poder aéreo y recuperar ventaja frente a sus rivales regionales, entre ellos Israel.
La semana pasada, Reuters informó, citando a una fuente, que Turquía propuso a sus socios europeos y a Estados Unidos distintas opciones para adquirir con rapidez cazas modernos, en el marco de las conversaciones sobre la compra de los Eurofighter Typhoon, así como de F-16 estadounidenses y F-35 de última generación.
Los ataques de Israel contra Irán, Siria, el Líbano y Qatar durante el último año, realizados con una flota compuesta por cientos de cazas F-15, F-16 y F-35 suministrados por Estados Unidos, generaron preocupación en Ankara. Según funcionarios turcos, estas operaciones revelaron vulnerabilidades estratégicas y llevaron al gobierno a acelerar el fortalecimiento de su fuerza aérea con el fin de reducir su exposición ante amenazas potenciales.
Una fuente conocedora del asunto señaló que el acuerdo con el Reino Unido está próximo a concretarse e incluye la entrega rápida de 12 aviones Typhoon usados, procedentes de los compradores anteriores, Qatar y Omán, para cubrir necesidades inmediatas, mientras que los 28 restantes serían nuevos y se entregarían en los próximos años.

En julio, Ankara y Londres firmaron un acuerdo preliminar de compra, avalado por los miembros del consorcio Eurofighter —Reino Unido, Alemania, Italia y España—, representados por Airbus, BAE Systems y Leonardo. La reciente visita de Erdogan a Qatar y Omán incluyó conversaciones sobre este plan de adquisición. La oficina presidencial turca informó que, además del tema de los cazas, Erdogan y Starmer abordarán las relaciones bilaterales y diversos asuntos regionales y globales.
La compra de los F-35, en cambio, enfrenta obstáculos mayores. Desde 2020, Washington prohíbe a Ankara adquirirlos debido a las sanciones impuestas tras la compra turca de sistemas rusos de defensa antiaérea S-400, considerada una violación de las restricciones estadounidenses sobre acuerdos armamentísticos.
El mes pasado, Erdogan se reunió con el presidente estadounidense Donald Trump en la Casa Blanca, pero no logró avances respecto a este tema. Pese a ello, Turquía busca mantener la buena relación personal entre ambos mandatarios y la mediación de Erdogan en los esfuerzos por persuadir al grupo palestino Hamás de aceptar el alto el fuego propuesto por Trump en Gaza. Dicho acuerdo puso fin a la guerra iniciada el 7 de octubre de 2023, tras la invasión y las masacres perpetradas por Hamás en el sur de Israel.

La posesión de los S-400 sigue siendo el principal impedimento para que Turquía pueda adquirir los F-35. No obstante, tanto Ankara como Washington han manifestado su disposición a resolver el problema, convencidos de que existe voluntad política para alcanzar una solución.
En vista de los altibajos en sus relaciones con Occidente y de los embargos de armas sufridos en el pasado, Turquía ha desarrollado su propio caza furtivo, el KAAN. Sin embargo, funcionarios turcos reconocen que pasarán varios años antes de que este modelo pueda reemplazar a los F-16, que siguen siendo la columna vertebral de la fuerza aérea turca.
Estas modernizaciones se enmarcan en un esfuerzo más amplio para reforzar las defensas antiaéreas por capas, que incluye el proyecto nacional “Steel Dome” y la expansión del sistema de misiles de largo alcance.

En paralelo, la flota israelí de F-35 ha generado controversia en el Reino Unido. En junio, un tribunal británico desestimó una demanda presentada por el grupo palestino de derechos humanos Al-Haq contra la decisión gubernamental de suministrar a Israel piezas para los F-35 y otros equipos militares.
Al-Haq, incluido por Israel en la lista de organizaciones terroristas, sostuvo que el Reino Unido violó leyes nacionales e internacionales y fue cómplice de crímenes contra los palestinos al permitir el envío de componentes esenciales para los cazas israelíes. El gobierno británico respondió que las piezas se distribuyeron en el marco de una colaboración conjunta con Estados Unidos y otros seis países participantes en la producción del avión.
El Tribunal Superior del Reino Unido dictaminó que el caso se relaciona con la seguridad nacional, dado que las piezas son consideradas vitales para la cooperación en defensa y para la seguridad y la paz internacionales. Los jueces añadieron que no corresponde a los tribunales ordenar al gobierno retirarse del consorcio, aun cuando los componentes pudieran ser destinados a Israel y empleados, según se alegó, en violaciones del derecho internacional humanitario en Gaza.
