Multitudes en Irán conmemoraron el martes la ocupación de la embajada de Estados Unidos en Teherán de 1979. Se trató de la primera efeméride posterior a los bombardeos estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes durante una guerra de doce días con Israel que estalló en junio.
El 4 de noviembre de 1979, grupos estudiantiles iraníes redujeron a los guardias y se apoderaron del recinto diplomático. Atraparon a decenas de rehenes y abrieron una crisis que se prolongó por más de un año, con impacto político interno y tensión sostenida entre Teherán y Washington en los meses siguientes.
Como cada año, miles regresaron el martes al complejo del centro de Teherán y lanzaron consignas de “Muerte a Estados Unidos” y “Muerte a Israel”. Algunos participantes colgaron efigies del presidente estadounidense Donald Trump y del primer ministro Benjamin Netanyahu y prendieron fuego a banderas de Estados Unidos e Israel frente a la multitud.
Los medios estatales informaron actos paralelos en múltiples ciudades y pueblos iraníes. Las autoridades presentaron esas concentraciones como parte de una jornada nacional de recuerdo y movilización. Las transmisiones mostraron columnas de asistentes, carteles contra Washington y escenas de apoyo a la línea oficial en diferentes provincias, con presencia de organizaciones estudiantiles y colectivos afines.
A los costados de las marchas aparecieron maquetas de misiles de fabricación iraní, con algunas piezas rotuladas con “Muerte a Estados Unidos”. También figuraron réplicas de centrifugadoras usadas para enriquecer uranio. Esos objetos formaron un corredor simbólico que enmarcó el trayecto de los asistentes durante la convocatoria.
El ayatolá Alí Jamenei, líder supremo, recibió el lunes a estudiantes y descartó un giro hacia la normalización con Washington a corto plazo. El mensaje pasó a las calles con pancartas que repitieron esa postura durante los mítines del martes y reforzaron el rechazo a conversaciones bilaterales.

Durante la guerra de junio, ataques aéreos israelíes causaron casi 1.100 muertos iraníes, entre ellos mandos militares y científicos nucleares, según cifras oficiales. Estados Unidos golpeó instalaciones nucleares iraníes en el mismo conflicto. El contraataque con misiles de Irán dejó 32 muertos en Israel, varios tras semanas hospitalizados.
Esos intercambios militares ocurrieron tras cinco rondas de conversaciones entre Irán y Estados Unidos sobre el programa nuclear de Teherán. Las reuniones no evitaron la escalada y acabaron sin resultados verificables. La secuencia dejó un canal político debilitado y una agenda técnica sin consensos operativos sobre límites, inspecciones y garantías.
El presidente del Parlamento, Mohammad Bagher Qalibaf, encabezó la concentración central en Teherán. Señaló a Estados Unidos e Israel por la muerte de científicos iraníes y afirmó que Occidente “se opone a un Irán independiente, integrado y poderoso”. Presentó esa acusación como parte de una disputa estratégica prolongada.
Qalibaf dirigió además críticas al antiguo recinto diplomático estadounidense y lo llamó “guarida de espías”. La consigna apareció en carteles y discursos. El señalamiento buscó asociar la sede con operaciones de inteligencia y con una injerencia histórica. Ese marco justificó la narrativa de vigilancia permanente sobre intereses de Washington.
Irán y Estados Unidos no mantienen relaciones diplomáticas desde la toma de la embajada en 1979, ejecutada por estudiantes terroristas que retuvieron a 52 estadounidenses durante 444 días. La ruptura se consolidó con décadas de incidentes, sanciones y choques regionales que reforzaron la distancia entre ambos gobiernos y sociedades.

Tras el choque con Israel, Irán se apartó de la supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica. Conserva uranio enriquecido al 60% de pureza, un umbral próximo al 90% de grado armamentístico. El volumen bastaría, en gran medida, para varias bombas atómicas si Teherán decidiera convertir ese material en armamento.
Teherán sostiene desde hace años que su programa nuclear tiene fines pacíficos. Sin embargo, Occidente y el OIEA afirman que Irán mantuvo un programa de armas organizado hasta 2003 y elevó el enriquecimiento a una pureza sin uso civil. Esa discrepancia sostiene la desconfianza y alimenta nuevas medidas de control internacional.
En septiembre, las Naciones Unidas reactivaron sanciones contra Irán por su programa nuclear y aumentaron la presión sobre la República Islámica. Las medidas vuelven a congelar activos en el extranjero, bloquean acuerdos de armas con Teherán y castigarán cualquier avance en misiles balísticos iraníes, junto con otras restricciones financieras y tecnológicas.
