Reporteros interrogan a Donald Trump sobre el valor estratégico de que Kazajistán ingrese a los Acuerdos de Abraham, dado que ese Estado mantuvo relaciones estables con Israel durante más de treinta años. La pregunta busca confirmar si Washington pretende formalizar ese acercamiento histórico bajo el marco creado para normalizaciones regionales.
Trump deriva la respuesta al vicepresidente JD Vance y delega la réplica ante la prensa durante una cena en la Casa Blanca con líderes de cinco países de Asia Central. El gesto apunta a mostrar cohesión interna y a trasladar la vocería, mientras continúa la ronda diplomática con los jefes invitados.
“Lo que ha hecho el presidente es señalar que el impulso de los Acuerdos de Abraham está vivo y coleando en la segunda administración. será Kazajstán y también otros países que se unirán en los próximos meses”, dice Vance. El vicepresidente coloca a Astaná como candidato inmediato y sugiere una ampliación progresiva.
El secretario de Estado, Marco Rubio, amplía el alcance y delimita el propósito del mecanismo al afirmar que su diseño supera relaciones estrictamente bilaterales. “Ahora están creando una asociación que brinda un desarrollo económico especial y único en todo tipo de temas. La fuerza de esto es tener países de mayoría musulmana y el Estado judío capaces de asociarse en cosas para mostrarle al mundo que es posible”, dice Rubio.
Una consulta específica dirige la atención hacia Siria: preguntan si Trump tratará los Acuerdos de Abraham con el presidente Ahmed al-Sharaa durante la visita oficial del lunes a la Casa Blanca. El mandatario evita una contestación frontal y omite confirmar un eventual capítulo sirio dentro de esa agenda diplomática.
Trump repite su valoración sobre Sharaa y evita añadir detalles de negociación. Afirma que el líder sirio hace un “muy buen trabajo” en un “vecindario difícil” y atribuye a esa evaluación su decisión de levantar las sanciones de Estados Unidos sobre Damasco, en línea con su enfoque de incentivos y recompensas.
