Siria frustró dos planes separados del Estado Islámico que tenían como objetivo asesinar al presidente Ahmed al-Sharaa, confirmaron dos altos funcionarios. Este hecho introduce un componente personal en la decisión del mandatario de incorporarse a la coalición internacional que Estados Unidos encabeza contra el grupo terrorista, tradicional adversario de su gobierno.
Un responsable de seguridad sirio y un alto funcionario de Medio Oriente informaron que los intentos de asesinato ocurrieron en los últimos meses. Ambos destacaron que Sharaa enfrenta una amenaza directa en un contexto donde busca consolidar su control sobre un país devastado por catorce años de guerra civil y profundas fracturas internas.
Los informantes detallaron que, en uno de los casos, el plan de ISIS giró en torno a un compromiso oficial previamente anunciado que incluía la presencia del mandatario. Evitaron divulgar más detalles debido a la sensibilidad operativa del asunto, pero subrayaron que los servicios de seguridad neutralizaron la amenaza antes de que pudiera ejecutarse.
El Ministerio de Información de Siria se negó a emitir comentarios y mantuvo silencio ante reiteradas consultas. Esta falta de respuesta oficial impidió confirmar algunos elementos tácticos, aunque no alteró la evaluación de riesgo compartida por los organismos de seguridad encargados de la protección inmediata del jefe de Estado.
Las revelaciones se produjeron en vísperas de la adhesión formal de Siria a la coalición global contra el Estado Islámico liderada por Washington. El presidente estadounidense, Donald Trump, recibirá a Sharaa el lunes en la Casa Blanca, en un encuentro calificado de histórico por tratarse del primero con un jefe de Estado sirio.

Sharaa asumió el poder en diciembre, tras la ofensiva de la fuerza rebelde islamista que dirigía y que depuso a Bashar al-Assad. Desde entonces, procura proyectar una imagen de liderazgo moderado y confía en que su reunión con Trump le permita obtener apoyo internacional para la rehabilitación y reconstrucción del país, estimadas por el Banco Mundial en al menos $216.000 millones Siria pasó de mantener una alianza central con Rusia e Irán a fortalecer vínculos con capitales occidentales y con socios árabes, movimiento que redefine su posición regional y amplía su margen de maniobra diplomática y militar.
La agenda de unificación interna que Sharaa se propuso enfrenta una escala monumental. Sus fuerzas continúan atrapadas en episodios de violencia sectaria, con ataques contra civiles y unidades de seguridad que Damasco atribuye al Estado Islámico. El deterioro social y la desconfianza entre comunidades dificultan el proceso de estabilización del territorio.
El fin de semana, el Ministerio del Interior lanzó una operación nacional contra células de ISIS en todo el país y detuvo a más de setenta sospechosos, según informaron medios estatales. La ofensiva incluyó redadas coordinadas, decomisos de material y cierre de rutas logísticas utilizadas para sostener actividades clandestinas.

Un alto funcionario de seguridad sirio señaló que las acciones se basaron en información de inteligencia que advertía sobre preparativos de ataques contra el gobierno y contra minorías religiosas. Afirmó que el análisis permitió identificar nodos críticos y anticipar movimientos, lo que facilitó capturas y evitó operaciones con impacto político y sectario.
El responsable sostuvo que la campaña envió un mensaje claro: los servicios sirios han logrado una penetración profunda en las estructuras del grupo y su integración a la coalición aportará un valor estratégico sustantivo a los esfuerzos globales contra el terrorismo. Presentó la cooperación como un multiplicador de capacidades, especialmente en el intercambio de información y en la coordinación operativa regional.
Antes de llegar al poder tras la ofensiva de once días del año pasado, Sharaa lideró Hayat Tahrir al-Sham, organización islamista que había mantenido vínculos con Al-Qaeda en Siria. Su liderazgo se caracterizó por disciplina militar y control territorial, rasgos que luego trasladó a la estructura estatal y a su aparato de seguridad.
Sharaa rompió esos vínculos en 2016 y combatió al Estado Islámico durante más de una década. Promovió arrestos y operaciones militares contra sus células en Idlib, bastión de HTS, mediante cercos, desarticulación de redes financieras y presión constante sobre mandos locales y operadores de propaganda.
Tras la caída de Assad, el Estado Islámico intentó reinsertarse en el escenario sirio. Presentó el acercamiento de Sharaa a Occidente y su promesa de gobernar para todas las confesiones religiosas como una desviación del Islam, buscando erosionar apoyos internos y fortalecer el reclutamiento entre sectores radicalizados.

En junio, un atentado suicida contra una iglesia en Damasco causó veinticinco muertos. El gobierno atribuyó el ataque al Estado Islámico, aunque el grupo no reivindicó la autoría. La investigación oficial se concentró en redes locales de apoyo y en posibles conexiones transfronterizas que facilitaron el acceso a explosivos, transporte y refugio.
Según varios funcionarios sirios, el gobierno de Sharaa mantiene coordinación con el ejército estadounidense desde hace meses en la lucha contra el Estado Islámico. La adhesión formal a la coalición prevé una intensificación sustancial de la cooperación y constituye un gesto de confianza destinado a persuadir al Congreso estadounidense de levantar las sanciones restantes antes de fin de año.
La semana pasada, Reuters informó que el ejército de Estados Unidos preparaba el despliegue de una presencia en una base aérea de Damasco por primera vez. Un funcionario de la administración norteamericana pidió mantener la reserva sobre su ubicación y nombre, aludiendo a razones de seguridad operativa que aún se mantienen.
Fuentes citadas por Reuters indicaron que la base serviría como plataforma para un pacto de seguridad que Washington negocia entre Siria e Israel. La instalación permitiría apoyo logístico, coordinación en tiempo real y mecanismos de verificación destinados a reducir riesgos de escalada y contener a actores no estatales.

Los medios estatales sirios desmintieron el informe de Reuters sin ofrecer precisiones sobre qué parte consideraban falsa. Esa respuesta mantuvo abiertas diversas hipótesis y dificultó la verificación técnica, aunque no modificó la percepción de que Estados Unidos incrementa su implicación en la arquitectura de seguridad regional.
Washington lleva meses intentando cerrar un acuerdo de seguridad entre Israel y Siria, adversarios históricos. Planeaba anunciarlo en la Asamblea general de la ONU de septiembre, pero un obstáculo de último momento obligó a posponer el cronograma de firma.
Una fuente siria al tanto de las gestiones indicó a Reuters que Estados Unidos presiona para concretar el pacto antes de fin de año, posiblemente antes del viaje de Sharaa a Washington. Esta prisa refleja tanto objetivos políticos como de seguridad, orientados a consolidar la nueva etapa de relaciones bilaterales.
