Teherán exhibe apertura social visible, mientras activistas y fuentes internas denuncian represión política creciente, ejecuciones en alza y presiones externas que agravan una crisis económica.
Apertura social visible en Teherán y refuerzos de represión política
En las calles atestadas de Teherán aparecen señales claras de transformación social. Muchas mujeres circulan sin velo, con jeans y zapatillas de deporte, y se sientan con hombres en cafés donde suena música occidental suave. Varias parejas caminan de la mano y desafían códigos sociales impuestos durante décadas. En paralelo, videos de conciertos callejeros muestran a jóvenes que bailan sin velo y cantan baladas pop en espacios controlados, algo inaceptable para las autoridades hace dos años.
Bajo esa imagen más relajada, otra realidad avanza con dureza. Según cuatro activistas dentro de Irán, los gobernantes clericales refuerzan la represión de la disidencia política para sembrar miedo y frenar estallidos. Cientos de periodistas, abogados, estudiantes, escritores y defensores de derechos humanos sufren hostigamiento, citaciones, detenciones y sanciones. Activistas y grupos de derechos describen una táctica cuidadosamente diseñada para imponerse.
Tres funcionarios iraníes y un exalto funcionario reformista afirman que las autoridades aflojan normas visibles para calmar a la opinión pública ante el creciente aislamiento económico de Irán, mientras aplican una represión política más dura lejos del foco público. Activistas y grupos de derechos coinciden en que se trata de una táctica cuidadosamente diseñada para contener la protesta sin ceder en los límites establecidos por el poder.
Alex Vatanka, director del Programa de Irán en el Instituto de Medio Oriente con sede en Washington, sostiene que las líneas rojas del gobierno permanecen firmes a pesar del relajamiento de ciertas normas visibles. Para Vatanka, “Esa contradicción es deliberada: una válvula de escape para el público, junto con un techo duro para la disidencia genuina”, síntesis de la combinación entre gestos de apertura social y límites estrictos frente a cualquier desafío político real.
Cifras y hechos clave para contexto y búsqueda informativa
- Hasta el 21 de octubre de 2025, Irán ejecutó al menos 1.176 personas, según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU.
- La guerra con Israel en junio duró 12 días y dañó bases militares y nucleares iraníes.
- Más de 21.000 personas fueron detenidas, entre ellas periodistas, activistas y miembros de minorías, según el poder judicial.
- El presidente Pezeshkian se niega a aplicar la ley de “hiyab y castidad” respaldada por la línea dura.
- El parlamento aprobó una reforma que amplía la pena de muerte por espionaje e introduce delitos vinculados a actividad en línea.
Crisis económica y presión externa tras la guerra de junio con Israel
Los gobernantes clericales se enfrentan a una crisis que analistas describen como una de las más serias desde la Revolución Islámica de 1979. La guerra con Israel en junio dañó bases militares y nucleares de Irán y desarticuló su red de aliados, desde Hamás hasta Hezbolá y milicias iraquíes. la guerra de 12 días puso en cuestión la sensación de seguridad que sostenía a sectores clave del aparato gobernante.
La economía iraní atraviesa una fase crítica. El rial pierde valor de forma acelerada, la inflación se mantiene en niveles muy altos y los hogares soportan carencias de energía y agua que agravan el malestar social en ciudades y provincias iraníes. Un observador cercano al proceso interno resume que “Irán se encuentra en territorio desconocido”, con una serie de experimentos a corto plazo destinados a sobrevivir a un momento volátil.
El Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio de Justicia de Irán no respondieron a solicitudes de comentario, mientras la polémica por el hiyab obligatorio sigue presente tras la muerte bajo custodia de Mahsa Amini en 2022. El uso del hiyab, punto álgido de las protestas, ahora se aplica de forma selectiva, y el presidente Pezeshkian se niega a aplicar la ley de “hiyab y castidad” respaldada por la línea dura.
En internet, numerosos videos formales muestran un Irán colorido y acogedor. Influencers de viajes extranjeros, algunos invitados y patrocinados por las autoridades, difunden ante millones de seguidores sus reacciones ante ruinas antiguas, bazares repletos y platos abundantes, y describen al país como incomprendido y objeto de difamaciones injustas. Ese contenido integra una campaña del estamento clerical para presentar a Irán como destino seguro y atractivo.
Juicios rápidos y reforma que amplía pena de muerte y delitos en línea
Críticos del sistema interpretan estas escenas como libertades sociales administradas para ocultar la represión. Señalan que esos espectáculos obedecen a coreografías que ofrecen una apariencia de apertura mientras el aparato de seguridad intensifica la represión. Paralelamente, la tasa de ejecuciones en Irán alcanza niveles que no se registraban desde 1989, para reforzar la percepción de un endurecimiento lejos del foco de la permisividad visible en espacios cuidadosamente controlados.
Según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, hasta el 21 de octubre las autoridades iraníes habían ejecutado al menos a 1.176 personas en 2025, lo que representa un promedio de cuatro ejecuciones diarias y sitúa al país entre los más activos en uso de la pena capital. En paralelo, activistas reportan un aumento de presiones y amenazas vinculadas a su actividad. La represión aumentó tras la guerra de 12 días.
“La presión está aumentando, desde amenazas a nuestras familias hasta arrestos de activistas, estudiantes y periodistas. Quieren aplastar la disidencia”, afirmó un activista que pasó por prisión en 2019 tras protestas por alzas del combustible que derivaron en demandas explícitas de “cambio de régimen” frente a las autoridades. Todos los activistas que hablaron para este informe solicitaron anonimato por temor a represalias. La nueva legislación criminaliza publicaciones consideradas como difusoras de “información falsa”.
Un segundo activista afirmó que el alivio de restricciones sociales es “solo una curita” y relató amenazas contra su hermano si participaba en actividad política; el Ministerio de Justicia no respondió a las preguntas de la agencia sobre esas denuncias. El poder judicial ordenó juicios rápidos para sospechosos de colaboración con Israel, y el parlamento aprobó reforma que amplía la pena de muerte por espionaje. Organizaciones de derechos humanos reportan cargos de “espías sionistas” contra bahá’ís y confiscación de propiedades.
Aislamiento diplomático, advertencias militares y cálculo del liderazgo
La élite gobernante de Irán se sitúa entre un creciente descontento interno y conversaciones nucleares estancadas con Washington orientadas a cerrar una disputa de décadas, combinación que mantiene al país en aislamiento político y financiero frente a gran parte de la comunidad internacional. Un posible restablecimiento de sanciones de la ONU en septiembre por la falta de un acuerdo nuclear aumentaría la presión y limitaría el comercio con países que ignoraron sanciones unilaterales de Estados Unidos.
En Teherán crece la preocupación por nuevos ataques israelíes si colapsa la vía diplomática con Estados Unidos. Washington e Israel advirtieron que no dudarán en atacar si Irán reanuda el enriquecimiento a niveles asociados con desarrollo de armas nucleares. Teherán rechaza esa acusación, sostiene que no busca bombas, aunque enriqueció por encima de niveles civiles, afirma aceptar un acuerdo nuclear “pacífico” y amenaza respuestas contundentes ante nuevos ataques.
Vatanka considera que “El riesgo de nuevos disturbios masivos es real; La sociedad iraní sigue enojada, desilusionada y convencida de que el callejón sin salida económico y diplomático no se levantará”, y describe la hoja de ruta de Jamenei en dos planos: “Externamente, mantiene abierta una estrecha puerta diplomática para evitar una guerra con Israel o Estados Unidos. Internamente, está experimentando con concesiones calibradas”.
La élite gobernante se mueve entre cálculos para evitar una confrontación abierta y la gestión de una disidencia persistente. Se combinan gestos de apertura social con límites estrictos frente a cualquier desafío político real al sistema vigente, mientras el aislamiento político y financiero complica las posibilidades de un alivio rápido. El escenario, descrito por fuentes internas y activistas, mantiene alta la tensión en las calles y en los centros de decisión.
