El homenaje dedicado a los tres miembros de la familia Bibas, secuestrados del kibutz Nir Oz el 7 de octubre de 2023 y asesinados después por terroristas de Hamás, abrirá sus puertas el próximo mes en el kibutz Tzeelim, en el sur de Israel. La sobriedad del proyecto no le resta contundencia: se trata de un recordatorio implacable de aquello que les arrebataron y de la herida que permanece abierta.
Shiri Bibas, de 32 años, Ariel, de 4, y Kfir, de apenas 9 meses, se convirtieron en emblema de los horrores del ataque terrorista y de su saldo de muerte. Sus cuerpos fueron devueltos desde Gaza en febrero y enterrados juntos, dentro de un único ataúd, en el cementerio regional de Tzohar. Esa imagen resume el nivel de devastación causado por los asesinos que irrumpieron en Nir Oz.
El cuarto miembro de la familia, Yarden Bibas, entonces de 34 años, fue secuestrado por separado y sometido a 484 días de cautiverio en Gaza hasta su liberación el 1 de febrero de este año. Él nació y creció en el kibutz Tzeelim, donde aún residen sus padres. El memorial no solo recuerda a los asesinados; también se levanta en el lugar que vio formarse la vida que después quedó marcada por el secuestro.
La instalación, creada por Zvika Pasternak, es austera y tajante. Seis círculos de cemento envuelven un séptimo, un espacio donde reposan las huellas de Shiri y Ariel, junto con las diminutas marcas de manos y pies de Kfir. No hay adorno superfluo: solo un diseño que confronta al visitante con la ausencia irreversible que dejaron las víctimas.
Pasternak explicó que la idea de las huellas nació durante una sesión de artes marciales, cuando su instructor le pidió que dejara caer toda su fuerza a través de las plantas de los pies hacia la tierra. Esa imagen, brutal en su sencillez, lo llevó a pensar en marcas detenidas en el tiempo. Así describe esas huellas: personales, inmóviles, atrapadas en un instante que ya no avanza.
Al enfrentarse a las huellas de Kfir, Pasternak quedó bloqueado. Fue su hija Mika quien le recordó que Kfir habría estado gateando. Para capturar ese gesto infantil truncado por la violencia, visitó un arenero, esperó a que los niños se retiraran y tomó medidas de manos y pies que le permitieran recrear el rastro que un bebé habría dejado. El resultado es un golpe emocional directo, sin filtros.
Para el creador, lo esencial es la simplicidad: huellas, círculos y cemento. Nada más. Ese minimalismo intensifica el impacto, porque obliga a mirar lo que está ahí sin distracción, sin escapatoria.
El memorial contiene solo dos placas, ubicadas entre los árboles más allá de la valla de Tzeelim. Una lleva el nombre “Huellas de Bibas”, escrito en amarillo, color asociado a la campaña por la liberación de los rehenes. El resto del texto aparece en negro, un guiño al gusto de Ariel por Batman. La segunda placa, de cemento, registra los nombres y edades de Shiri, Ariel y Kfir, el secuestro en Nir Oz, su asesinato en octubre de 2023 y un breve verso que acompaña esos datos desnudos.
Algunos sugirieron que debía añadirse la imagen, ampliamente difundida, de una Shiri Bibas aterrorizada abrazando a sus hijos mientras hombres armados los rodeaban. Pasternak rechazó esa idea. Afirma que su obra insinúa sin narrar, guía sin explicar. El recorrido comienza en el bosque, continúa con los nombres y desemboca en las huellas. Para él, no se necesita más: estuvieron allí, ya no están, pero siguen presentes en el suelo que sostiene esas marcas.
Tras deliberación, decidieron conservar un eucalipto torcido que ya crecía en el lugar. Pasternak lo interpreta como un árbol que parece llorar. Sus tres ramas principales evocan a Shiri, Ariel y Kfir. De una de ellas brotan hojas nuevas, insinuando un renacimiento que no suaviza el horror, pero sí recuerda que la vida insiste incluso entre ruinas.
La familia Bibas fue informada en cada etapa del proceso, aunque solo el padre de Yarden, Eli, llegó a conocer personalmente a Pasternak. A inicios de este mes, Yarden visitó el memorial junto a su familia y aprobó que sea abierto al público. El espacio no pretende consolar; pretende confrontar.
La iniciativa surgió de un miembro de Tzeelim, Boaz Kretschmer. La Autoridad de Drenaje de Shikma Besor proporcionó los fondos. Kretschmer había visto “Ketav Vashem”, la obra que Pasternak dedicó a los 64 residentes y miembros de equipos de seguridad asesinados en el kibutz Kfar Aza durante el ataque de Hamás el mismo 7 de octubre de 2023. Con la aprobación de la familia Bibas, lo invitó a crear algo similar en Tzeelim.
Para tallar los círculos se utilizó una brújula especialmente diseñada con un disco, un método que acentúa la precisión fría que caracteriza toda la instalación. El memorial también recuerda el asesinato de los padres de Shiri Bibas, José Luis (Yossi) Silberman y Margit Shnaider Silberman, durante el ataque al kibutz Nir Oz, donde los terroristas irrumpieron en casi todas las más de doscientas viviendas y mataron o secuestraron a uno de cada cuatro residentes, un total de 117 personas de unas 400. Ese dato se incrusta en el lugar como recordatorio de la magnitud del crimen.
El resultado final no busca alivio, sino memoria. Una memoria áspera, directa, incapaz de suavizar lo ocurrido. Aquí no se decora el dolor; se expone. Y quien atraviesa ese espacio lo entiende inmediatamente: estas huellas no avanzan porque su historia fue arrancada de raíz.