Exiliados del círculo de Assad transfieren millones a potenciales milicias alauitas para provocar sublevaciones y recuperar influencia frente al nuevo gobierno sirio, según Reuters.
Red clandestina de financiación y objetivo de sublevaciones alauitas
Antiguos partidarios de Bashar al-Assad que escaparon de Siria tras su caída transfieren millones de dólares a decenas de miles de potenciales combatientes. Buscan provocar sublevaciones contra el nuevo gobierno y recuperar influencia perdida. La investigación de Reuters detalla una red de financiamiento clandestino que intenta reactivar lealtades en zonas estratégicas. El propósito central consiste en rearmar bases sociales alauitas y abrir rutas de poder local ante un orden político frágil que aún no se consolida.
Assad permanece refugiado en Rusia desde diciembre y, según cuatro personas cercanas, se resignó a vivir en Moscú. Sin embargo, figuras de su entorno se niegan a aceptar la pérdida del poder y exploran vías para reorganizar fuerzas políticas y militares. Entre ellas destacan el general Kamal Hassan y el empresario Rami Makhlouf, quienes compiten por impulsar milicias alauitas en la costa siria y el Líbano con el fin de establecer control y asegurar lealtades locales.
Fuentes citadas por Reuters sostienen que estas facciones financian a más de 50.000 hombres con la intención de ganar su lealtad y dominar áreas estratégicas. Maher al-Assad, hermano del exmandatario y aún en Moscú, conserva influencia sobre miles de exsoldados, aunque no envió dinero ni órdenes directas. Sus reservas de poder permanecen latentes mientras evalúa movimientos de antiguos socios dentro y fuera del país, sin romper la ambigüedad que mantiene su posición.
Hassan y Makhlouf pretenden controlar una red de 14 centros de mando subterráneos, construidos al final del régimen, junto con sus depósitos de armas. Dos agentes y un gobernador regional confirmaron su existencia, descrita en fotografías y documentos revisados por Reuters. Mientras tanto, Khaled al-Ahmad intenta frenar a los conspiradores y persuadir a la comunidad alauita para que se integre en la nueva Siria, bajo el liderazgo del presidente Ahmed al-Sharaa.
Claves numéricas y estructuras citadas por la investigación
- Más de 50.000 hombres financiados por facciones rivales.
- Catorce centros de mando subterráneos con arsenales y comunicaciones.
- Plan de 5.780 efectivos para fuerza paramilitar en enero de 2025.
- Red de salas distribuida a lo largo de 180 kilómetros en la costa.
- Alrededor de 1.500 muertos en un levantamiento frustrado en la costa.
Luchas internas y ambiciones de Hassan, Makhlouf y Maher al-Assad hoy
El exjefe de inteligencia militar Kamal Hassan contacta a antiguos comandantes y asesores con tono colérico por su pérdida de influencia. En sus mensajes formula visiones grandiosas sobre gobernar la costa siria, bastión alauita del régimen caído. Rami Makhlouf, primo de Assad y principal financiador del régimen durante la guerra civil hasta su caída en desgracia, se presenta como redentor y anuncia un regreso mediante una “batalla final” que califica como decisiva y trascendental.
Ni Hassan ni Makhlouf respondieron a las consultas de Reuters, y tampoco Bashar ni Maher al-Assad pudieron ser contactados a través de intermediarios. Desde Moscú, los dos primeros imaginan un país fragmentado, con zonas alauitas bajo sus respectivos controles. Sus lugartenientes operan desde Rusia, Líbano y Emiratos Árabes Unidos mientras compiten por lealtades locales y acceso a recursos, con promesas de protección en medio de una seguridad precaria en regiones costeras.
El gobierno confió a Khaled al-Ahmad, antiguo aliado de Assad y amigo de infancia del presidente Ahmed al-Sharaa, la tarea de frenar a los conspiradores. Al-Ahmad intenta convencer a los alauitas de unirse a la nueva Siria en lugar de apoyar a los exiliados. “Esto es una extensión de la lucha de poder del régimen de Assad”, afirmó el investigador Annsar Shahhoud, al resumir una competencia que busca un sustituto y el control de la comunidad alauita.
La investigación citada incluye entrevistas con cuarenta y ocho fuentes conocedoras de los planes, todas bajo anonimato, además de registros financieros, documentos y mensajes entre los implicados. El gobernador de Tartous, Ahmed al-Shami, aseguró que las autoridades conocen los planes y están listas para enfrentarlos. Confirmó la red de mando, aunque señaló su debilitamiento y afirmó: “Estamos seguros de que no pueden hacer nada efectivo”, en una evaluación prudente, pero firme.
Centros de mando subterráneos y arsenales heredados del régimen de Assad

Hassan y Makhlouf aspiran a dominar una red de catorce centros de mando subterráneos y sus depósitos de armas, construidos al final del régimen de Assad. Dos agentes y un gobernador regional confirmaron su existencia, descrita en fotografías y documentos revisados por Reuters. Una imagen muestra cajas con fusiles AK-47, munición y granadas, además de computadoras, tabletas y equipos de comunicación, con una mesa central que exhibe un mapa como guía operativa.
Documentos de enero de 2025 describen planes para formar una fuerza paramilitar de 5.780 hombres y equiparla desde esas bases, dotadas de armas, energía solar, internet y comunicaciones. El plan no se ejecutó y las salas permanecen activas, aunque sin uso, a lo largo de ciento ochenta kilómetros en la costa siria. El gobernador Ahmed al-Shami confirmó la existencia de esos centros, pero aseguró que no ve motivo de preocupación por su continuidad.
Cuando altos oficiales huyeron en 2024, mandos medios permanecieron en regiones alauitas y empezaron a reclutar jóvenes desempleados del disuelto ejército, según un comandante retirado. Ese mismo terreno facilitó el fallido levantamiento del 6 de marzo, cuando una unidad alauita emboscó a fuerzas gubernamentales en Latakia, mató a doce hombres y capturó a más de ciento cincuenta, de acuerdo con un general implicado que más tarde huyó al Líbano tras reconocer su participación.
El gobierno admitió combates intensos y confirmó cientos de bajas propias; los pro-Assad reportaron ciento veintiocho muertos de su lado. La represión posterior causó cerca de mil quinientas víctimas entre los alauitas. Aunque los exiliados no dirigieron la revuelta, los hechos favorecieron su reorganización y abrieron una fase de coordinación para nuevos movimientos que aún carecen de un plan claro, de fondos suficientes y de un mando único reconocido por todos.
Riesgos, protestas recientes y capacidad real de los exiliados alauitas

Un levantamiento podría desestabilizar al gobierno de Ahmed al-Sharaa, excomandante de Al Qaeda que derrocó a Assad en diciembre. La situación podría reactivar violencia sectaria en una Siria con orden político frágil. Por ahora, las posibilidades de éxito de los exiliados parecen escasas, porque la rivalidad entre Hassan y Makhlouf resulta feroz y su aspiración de lograr respaldo ruso se debilita. Los alauitas dentro de Siria expresan desconfianza mientras el gobierno desmantela sus redes.
El veinticinco de noviembre, miles de alauitas marcharon en Homs y otras ciudades costeras para exigir autonomía, libertad de detenidos y retorno de mujeres secuestradas. Fueron las primeras protestas masivas desde la caída de Assad. Ninguno de los dos exiliados impulsó las manifestaciones; el llamado lo hizo un clérigo contrario a ambos que pidió acciones pacíficas. Makhlouf respondió en redes sociales: “estos movimientos solo traerán calamidad, porque el momento aún no es el adecuado”.
Un coordinador militar de Hassan declaró que la lucha constituye la única vía para restaurar la dignidad alauita. Afirmó: “Tenemos suerte de que solo este número de nuestros ciudadanos haya muerto hasta ahora”. Agregó que quizás mueran miles más, pero sostuvo que la secta debe ofrecer “corderos sacrificados”. En un comunicado, Khaled al-Ahmad afirmó que “el trabajo de sanación —de erradicar el odio sectario y honrar a los muertos— sigue siendo el único camino hacia una Siria que pueda vivir consigo misma de nuevo”.
Reuters no pudo confirmar cifras ni planes de acción. Hassan afirma tener doce mil combatientes y Makhlouf asegura al menos cincuenta y cuatro mil, mientras algunos comandantes señalan sueldos ínfimos y doble financiamiento. El gobernador al-Shami calculó decenas de miles de potenciales combatientes. Rusia mantiene distancia y, según seis fuentes, prioriza conservar bases en la costa. Emiratos Árabes Unidos prometió impedir flujos financieros ilícitos; Líbano y Rusia no respondieron a consultas.
Maher al-Assad entre influencia latente y disputa con Makhlouf alauita

Maher al-Assad conserva redes autónomas forjadas al frente de la 4.ª División Blindada y recibió sanciones de Occidente. Fuentes empresariales y militares aseguran que su estructura financiera, en gran parte oculta, aún opera. Un comandante cercano afirmó que Maher ambiciona poder y considera intolerable la expulsión de la familia de Siria. Sostuvo que la dinastía elevó a Hafez al-Assad a un pedestal y que Maher intenta construir a partir de ese legado.
Oficiales leales sostienen que unos veinticinco mil combatientes todavía lo reconocen como líder y podrían movilizarse bajo su mando. Sin embargo, esa influencia no se tradujo en órdenes ni en transferencias de fondos desde Moscú. La ambigüedad le permite evaluar maniobras de antiguos aliados sin comprometerse con una facción. Mientras tanto, la rivalidad entre Hassan y Makhlouf impide un frente unificado y dificulta cualquier intento de coordinación eficaz en el terreno.
Makhlouf ridiculizó a sus primos en público y los llamó “los fugitivos”, en gestos que profundizan la fractura con la familia Assad. Hassan, en cambio, busca la cooperación de Maher y pide apoyo mediante sus vínculos antiguos con los Assad, según tres fuentes próximas. La pugna se desarrolla bajo la mirada de un Kremlin que, de acuerdo con seis fuentes, no respalda a ninguno y prioriza la preservación de sus bases en la costa siria.
Fuentes cercanas a los exiliados reconocen el riesgo de represalias contra los alauitas si se rebelan contra el nuevo gobierno suní, que asumió tras una guerra civil de casi catorce años marcada por violencia sectaria. La promesa de protección de los exiliados choca con su capacidad limitada, con su disputa interna y con la vigilancia estatal. Hasta ahora, los objetivos proclamados no pasaron de planes, documentos y contactos que no muestran avances tangibles en el terreno.
