Sajid y Naveed Akram, padre e hijo, dispararon contra un encuentro judío en Bondi Beach, Australia, el domingo, y causaron 15 muertos. Ese ataque no es un caso aislado: en distintos países, células familiares han ejecutado violencia terrorista letal con la misma lógica de clan.
Entre los precedentes recientes figuran los hermanos Dzhokhar y Tamerlan Tsarnaev, responsables del bombardeo del Maratón de Boston en 2013. También aparecen Cherif y Said Kouachi, quienes planearon y consumaron el atentado terrorista de enero de 2015 contra la revista francesa Charlie Hebdo, de corte satírico.
Un dúo similar lo formaron Salah y Brahim Abdeslam. Ambos integraron el grupo de 10 yihadistas que golpeó París en noviembre de ese año. La ofensiva dejó 130 muertos y convirtió a la capital francesa en escenario de uno de los ataques más mortíferos recientes.
Alexandre Rodde, analista de terrorismo y de ataques con víctimas masivas, explicó a AFP el trasfondo de estas dinámicas: “Es un fenómeno antiguo y bien conocido porque la adoctrinación terrorista sigue siendo un fenómeno social, y el entorno social más cercano suele ser la familia”.
Rodde, miembro de la Gendarmería Nacional de Francia y docente en la Universidad de Coventry, recordó otro antecedente. “Entre los 19 terroristas que secuestraron los aviones el 11 de septiembre de 2001, había tres grupos hermanos”, afirmó. Su registro se apoya en expedientes judiciales oficiales.
Para Laurence Bindner, experta en extremismo en línea, el patrón habitual se da entre hermanos. Señaló que predominan las “radicalizaciones horizontales” frente a las “radicalizaciones verticales” entre padres e hijos. Aun así, citó el caso de Christine Riviere, la conversa apodada “Granny Yihad” en Francia.
Riviere viajó tres veces a Siria para respaldar a su hijo, el yihadista Tyler Vilus. Vilus combatió junto al grupo Estado Islamista a inicios de la década de 2010. Bindner describió el proceso en términos familiares y de influencia inversa dentro de casa, en particular.
“Esto fue una radicalización ascendente en la que el hijo fue ‘contaminando’ progresivamente a la madre”, sostuvo Bindner. Ella es cofundadora del JOS Project, entidad que examina la estrategia digital y mediática de grupos extremistas. El ejemplo, dijo, rompe el esquema clásico de autoridad familiar.
Sobre Bondi Beach, Bindner remarcó que faltan datos sobre la dinámica interna. “En el caso de Bondi Beach, aún no sabemos cómo funcionaba. Parece que el hijo estaba involucrado en una red vinculada al EI”, añadió. Esa hipótesis circula en círculos policiales tras el ataque.
‘Menos legible’ Rodde señaló que las redes yihadistas hoy apuestan por células pequeñas: “grupos muy restringidos de dos o tres individuos, incluso actores solitarios”. Una fuente de inteligencia occidental describió una amenaza “atomizada” y “menos organizada”, y afirmó que esa forma aceleró la radicalización rápida.
Esa misma fuente agregó: “Es más difícil de trabajar porque las estructuras son menos legibles”. Las agencias occidentales vigilan desde hace años posibles focos de reclutamiento islamista: mezquitas, librerías, barrios específicos y espacios en línea. Sin embargo, la familia vuelve opaca la detección, indicó Mohammed Hafez.
Hafez, experto en movimientos islamistas, militancia política y radicalización violenta, trabaja en la Universidad de Posgrado Naval de Monterey, en California. Para él, la intimidad del hogar cambia el panorama. “Las conversaciones son privadas. No necesitan acceder a Telegram, WhatsApp u otras plataformas que puedan ser observadas”, dijo.
En su artículo de 2016, “Los lazos que unen: Cómo los terroristas explotan los lazos familiares”, Hafez sostuvo que familiares, amigos o el trabajo pueden cortar una radicalización impulsada por Telegram. Si el proceso nace en el hogar, “estás atrapado”, advirtió y el aislamiento reduce toda posibilidad de contraste.
“Estás con ese hermano amoroso, o con ese padre, o con ese marido o mujer. No hay forma de dejar atrás eso. No hay voces contrarias porque estés atrapado en esa relación”, dijo Hafez. En esa intimidad, sostuvo, se pierde el contrapeso del debate y crece la lealtad personal.
Para Hafez, la adhesión no siempre nace de convicción doctrinal. “Sospecho que mucha gente seguirá a un hermano, un padre, un marido o una esposa, no porque crean la ideología o crean en la causa, sino porque valoran la relación”. Esa motivación, afirmó, complica cualquier prevención temprana.
