El antisemitismo es una enfermedad grave y mortal en los Estados Unidos. Y muchas cosas están empeorando. Según la Liga Anti-Difamación, los ataques antisemitas del año pasado han alcanzado un nuevo récord: el número de ataques contra judíos se ha más que duplicado.
Sólo el año pasado se perpetraron 1.879 atentados contra judíos e instituciones judías, el más notable de los cuales fue la masacre de un supremacista blanco en la Sinagoga de Pittsburgh, que causó 11 muertos y más heridos.
Hay una enfermedad en este país que nuestros líderes deben tratar. Algunos de ellos están en pie de igualdad. Otros, por desgracia, llegan tarde.
Una de las peores respuestas a la crisis ha llegado tan lejos del alcalde de Nueva York y del principal candidato del Partido Demócrata para 2020, Bill de Blasio. Enfrentado esta semana a un fuerte aumento de los ataques antisemitas en su ciudad, que no es precisamente solo culpa de los extremistas de derecha, Blasio respondió que “el movimiento ideológico antisemita es un movimiento de derecha”.
“Quiero que quede muy, muy claro que la amenaza de la violencia, la amenaza ideológica, viene principalmente de la derecha”, dijo, jactándose de que la izquierda no sufre de sentimientos antisemitas.
La política es un juego sucio, pero no se hunde tanto como para explotar el antisemitismo con fines políticos. Desafortunadamente, de Blasio no es el primero en tratar de sacar provecho de este problema. Por supuesto, no será la última.
De hecho, los extremistas de derecha, especialmente en Europa y los Estados Unidos, albergan elementos antisemitas agresivos. La mayoría de la gente ya está familiarizada con el nombre de David Duke y con la resurrección de “alt-right” o “derecha alternativa”. Pero los propios izquierdistas no son tan inocentes, aunque sus miembros más liberales digan lo contrario.
El antisemitismo está muy extendido entre los activistas de izquierda, incluyendo a los participantes en la Marcha de Washington Dyke, la Marcha de Chicago Dyke y la Marcha de las Mujeres. La izquierda sigue planteando preguntas y buscando la aprobación de los antisemitas notables como Al Sharpton. El propio Partido Demócrata también defendió a la representante Ilhan Omar (Demócrata – Minnesota), después de anunciar, entre otras cosas, que los judíos ricos estaban usando secretamente su dinero para mover los hilos en el Congreso.
De hecho, hubo numerosos brotes antisemitas en Omar, lo que la obligó a recibir críticas del propio Duque. Esto, en sí mismo, debería demostrar que el fanatismo antisemita trasciende las fronteras políticas.
El antisemitismo es un cáncer que afecta tanto a los estadounidenses de izquierda como de derecha. Este asunto debe ser resuelto y excluido de nuestra cultura, pero no tendremos éxito si algunos líderes dicen que este asunto es solo un problema para el “otro equipo”. De Blasio, quien llama al otro equipo una excusa para no resolver el problema adecuadamente en Nueva York, agrava la situación al tratar de aprovechar el aumento del antisemitismo para obtener una ventaja política para su propio partido.
El fanatismo antijudío en Estados Unidos, ya sea violento o accidental, es una realidad. Es mortal. No conoce la lealtad del partido. Hasta que nuestros líderes vean esto, el problema no desaparecerá.