Ben Shapiro apareció el miércoles en la Heritage Foundation y, desde ese estrado, fijó una frontera con Tucker Carlson y con un sector conservador que, a su juicio, deriva hacia teorías conspirativas y el antisemitismo. Presentó esa ruptura como necesaria para frenar ese giro interno.
La intervención se extendió cerca de una hora. Shapiro, una de las voces judías más visibles de la derecha estadounidense, señaló a Carlson por su nombre. Sostuvo que el exconductor de Fox News ya no cabe en el conservadurismo y pidió “control ideológico de fronteras” a quienes lo alojan.
“Un conservadurismo que trata a Tucker Carlson como un líder intelectual no es conservadurismo”, afirmó Shapiro. Añadió: “Si los conservadores no se levantan y trazan líneas, el conservadurismo y el sueño de Estados Unidos dejarán de existir”. Con esas frases reclamó una ruptura pública y nítida.
El marco del acto resultó tan llamativo como el contenido. Kevin Roberts, presidente de Heritage, lo presentó. En meses recientes recibió críticas tras defender a Carlson luego de una entrevista a Nick Fuentes, nacionalista blanco y revisionista del Holocausto. Ese respaldo generó dimisiones; esta semana renunciaron dos consejeros.
Shapiro habló con franqueza y pidió a Heritage que custodie los bordes del movimiento conservador. Aun así, Roberts evitó contestar a esas objeciones durante el encuentro. Tampoco dedicó palabras al antisemitismo de la derecha, pese a que la convocatoria giró alrededor de esa disputa interna.
En la apertura, Roberts lo celebró como “patriota”, “hombre de fe” y “consejero de confianza”. También calificó su obra como “un libro realmente bueno”. No aludió a Carlson, Fuentes ni a la polémica. Más tarde, al moderar, condujo el diálogo hacia inmigración, vivienda y elecciones.
Roberts tampoco mencionó las renuncias ni los reproches públicos que siguieron a su defensa de Carlson. Al cierre, sí ubicó a Heritage en sintonía general con el planteamiento de Shapiro. Frente a la audiencia, prometió apoyo institucional con una frase directa: “Cuenten con Heritage para luchar con ustedes”.
En su exposición, Shapiro retrató a Carlson como alguien que dejó el libre mercado, despreció el gobierno constitucional y difundió teorías conspirativas. Afirmó que esas ideas repiten tropos antisemitas, sobre todo sobre Israel y la influencia judía. Citó su alusión a “influencia nefasta de Israel en el Gobierno estadounidense”.
Según Shapiro, Carlson atacó una y otra vez a Israel y sugirió redes de poder judío. También lo señaló por su hostilidad hacia los sionistas cristianos. Para Shapiro, ese enfoque encaja con el repertorio conspirativo que circula en ciertos espacios de la derecha y alimenta el antisemitismo.
Shapiro reprochó que Carlson dé tribuna repetida a figuras extremistas o antisemitas. Nombró a Nick Fuentes, a quien llamó “el principal apologista de Hitler en Estados Unidos”. Sumó al ideólogo ruso Alexander Dugin y al historiador Darryl Cooper. Concluyó: “Nada de esto se ajusta a los valores tradicionales estadounidenses”.
Shapiro presentó este episodio como un examen para la credibilidad del movimiento. “El conservadurismo significa algo”, dijo. Recalcó que ese significado exige defensa activa y protección de sus límites. Cerró con una advertencia: “Y si nos negamos a defenderlo y protegerlo, desaparecerá”. Lo planteó como una decisión inmediata.
