Un funcionario de alto rango de Azerbaiyán, un país de mayoría musulmana ubicado en la parte sur del Cáucaso que limita con Irán, expresó su solidaridad tras la masacre del 27 de octubre en la que murieron 11 judíos que se reunían en la sinagoga del Árbol de la Vida en Pittsburgh.
«Lo que sucedió en Pittsburgh es verdaderamente un asalto a todas las personas que creen en la paz, porque nuestros valores y nuestras esperanzas están innegablemente entrelazados», escribió Nasimi Aghayev, Cónsul General de Azerbaiyán en el Oeste de los Estados Unidos, en un artículo publicado en el Diario judío del 7 de noviembre.
«El odio a los judíos duele a todos, al igual que el odio a cualquier grupo de personas es una enfermedad que afecta a todo nuestro mundo», observó Aghayev, que reside en Los Ángeles. «Un fenómeno giratorio de la intolerancia, el racismo y la xenofobia que se manifiesta en muchas formas y deja la misma marca duradera donde sea que exista».
«Estoy agradecido de que educar a todos los niños sobre el mal del antisemitismo es parte del plan de estudios obligatorio en las escuelas públicas de Azerbaiyán», dijo Aghayev. Pero, al hablar de la necesidad de promover un diálogo religioso constructivo y esfuerzos interreligiosos, también admitió que «Claramente, nuestro trabajo está lejos de ser completo. Tenemos mucho por lograr juntos».
El gobierno de Azerbaiyán destacó la ausencia de antisemitismo en el país y sus buenas relaciones con Israel. Durante una visita al Estado de Asia Central en 2016, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que los crecientes vínculos entre Israel y el país de mayoría chiíta son un ejemplo digno de elogio de «los musulmanes y los judíos trabajando juntos para asegurar un futuro mejor para los dos». Netanyahu estuvo en Azerbaiyán para conmemorar los 25 años de relaciones diplomáticas entre los dos países.
Aghayev, escribiendo en el Diario judío, se hizo eco del sentimiento y señaló: «espero que con nuestra perseverancia colectiva y una medida cada vez mayor del tiempo, los movimientos de esperanza, paz, respeto y amor por todos y cada uno de los seres humanos sean más brillantes que los demás, y aplastar las fuerzas del odio y del mal».
Concluyó que «debemos actuar con audacia y exhaustivamente en nuestra política, nuestras escuelas, nuestra práctica diaria y en cómo nos tratamos unos a otros. Debemos enfrentarnos inequívocamente a todas las fuerzas del prejuicio en el mundo, para que algún día podamos conocer un mundo sin odio.