Rina Revah, de ochenta y cuatro años, es una de las últimas supervivientes de los 50.000 judíos que vivían en Salónica antes de la Segunda Guerra Mundial.
Revah fue enviada con sus padres al campo de concentración de Bergen-Belsen, en el norte de Alemania, en 1943, cuando tenía casi cuatro años. Allí pasó los dos años siguientes de su infancia y fue testigo de acontecimientos que la marcarían para siempre.
Testigo del horror
Revah relata el recuerdo más doloroso de su infancia en el campo: “Un día, fuera del campo, vi un carro enorme y profundo con paneles laterales de madera que era tirado por caballos. Debajo, dos trabajadores arrojaban al carro los cuerpos desnudos de los trabajadores”.
“En un momento dado, el carro se desbordó con los cuerpos, y un oficial con largas botas negras se subió a él y empezó a pisotear los cuerpos para hacer sitio para más. No sé qué entendió una niña de cuatro años de semejante escena, pero recuerdo que me eché a llorar”, recuerda.
Recuerdo del hambre
“Había un trozo de pan (que dejaba) pudriéndose permanentemente en mi boca, nunca me lo tragaba, y mi padre me traía un nuevo trozo de pan para sustituir al viejo. No sé cómo sobreviví, porque realmente nunca comía nada”, relata Revah.
Ceremonias de homenaje
Revah es una de las últimas supervivientes de los 50.000 judíos que vivían en Salónica antes de la guerra, homenajeados cada año en ceremonias en torno al 15 de marzo, cuando en 1943 salió de la ciudad el primer tren hacia los campos de concentración.
El domingo se celebró una marcha hasta el monumento conmemorativo del Holocausto en la ciudad del norte de Grecia, y se depositaron flores en las vías del tren de la estación.
Comunidad judía en Salónica
De los deportados, sólo 1.950 regresaron vivos a Salónica, según el sitio web de la comunidad, incluidos los padres de Revah, un par de abuelos y un tío. Varios de sus otros parientes se perdieron.
Hoy, la comunidad judía de la ciudad cuenta con unos 1.200 miembros.
Mantener viva la memoria
“Después de la guerra nunca hablamos del campo de concentración en casa, en absoluto”, dice Revah. “No hay que olvidarlo. Creo que se lo debemos a los que murieron”.
Revah es un testimonio vivo del horror que sufrieron miles de personas durante el Holocausto, y su recuerdo es fundamental para mantener viva la memoria y evitar que se vuelvan a repetir actos de odio y discriminación.