Excavaciones arqueológicas recientes indican que olivos y vides pudieron haber crecido hace 2.000 años en el terreno que hoy ocupa la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén. Esta hipótesis se apoya en estudios de polen y restos vegetales hallados en capas bajo el suelo de la basílica.
La descripción bíblica en el Evangelio de Juan coincide con estos descubrimientos. El texto menciona un huerto junto al lugar de la crucifixión, donde se encontraba una tumba nueva en la que fue colocado Jesús. Los análisis sugieren que los restos vegetales pertenecen a una época anterior al cristianismo, aunque todavía no se han efectuado pruebas de datación por radiocarbono.
Investigaciones encabezadas por la profesora Francesca Romana Stasolla, de la Universidad Sapienza de Roma, sostienen que durante el período de Jesús esa área aún no formaba parte de la ciudad. Más tarde, en tiempos del emperador Adriano, los romanos incorporaron la zona a Aelia Capitolina, la urbe construida sobre las ruinas de Jerusalén en el siglo II.
La tradición cristiana sitúa en ese lugar tanto la crucifixión de Jesús, conocida como el Gólgota, como su sepultura, hoy protegida por un edículo de 1810 dentro de la iglesia. Las excavaciones actuales comenzaron en 2022, como parte de un proyecto de renovación del piso del edificio, acordado en 2019 por las tres comunidades religiosas que lo administran.
Esta restauración representa la intervención más importante desde el incendio que afectó la basílica en 1808. La Autoridad de Antigüedades de Israel concedió el permiso necesario para llevar a cabo las excavaciones conforme a la legislación nacional.
Durante una jornada soleada de marzo, el barrio cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén lucía casi desierto, debido a la baja afluencia turística provocada por tensiones geopolíticas. Sin embargo, en el entorno inmediato de la iglesia, la actividad era constante, con peregrinos, trabajadores y sacerdotes compartiendo el espacio entre ruidos de maquinaria y el aroma penetrante del incienso.
Stasolla explicó que las comunidades religiosas aceptaron permitir excavaciones bajo el suelo como parte del proceso de renovación. En estos momentos no hay áreas abiertas para excavar, ya que se preparan para recibir a los fieles durante la Pascua.
Por tratarse de un sitio delicado desde el punto de vista logístico y religioso, los arqueólogos han adoptado un enfoque extremadamente cuidadoso. Todos los investigadores provienen de Italia y están vinculados a la Universidad La Sapienza. Un equipo de entre 10 y 12 personas se encuentra de forma permanente en Jerusalén, mientras que otros especialistas viajan desde Roma para colaborar en tareas específicas.
La mayoría del trabajo de análisis y procesamiento de datos se realiza en Roma, donde se centraliza la fase de postproducción de los hallazgos.
Instalan piso temporal en la iglesia para continuar excavaciones

Al recorrer la Iglesia del Santo Sepulcro, el suelo provisional colocado para facilitar el tránsito de visitantes sobresale entre las zonas cerradas por obras. Con el objetivo de mantener el sitio abierto al público, el equipo dirigido por Francesca Romana Stasolla dividió el espacio en secciones separadas, interviniendo una por una y cubriendo cada área tras concluir el trabajo antes de iniciar otra.
Nuevas herramientas digitales permiten reconstruir la visión completa desde el laboratorio. Según explicó Stasolla, aunque no se ha podido observar toda la iglesia excavada simultáneamente, la tecnología facilita una representación general. Comparó el proceso con armar un rompecabezas pieza por pieza, hasta lograr una recreación multimedia integral.
Desde su fundación, el Santo Sepulcro ha atravesado sucesivas destrucciones y reconstrucciones. La estructura original fue levantada en el siglo IV por el emperador Constantino, convertido al cristianismo. Posteriormente, los persas la incendiaron en el siglo VII, y el califa al-Hakim ordenó su destrucción en 1009. Durante el siglo XII, bajo control cruzado, una restauración significativa le dio su forma actual.
Los niveles ocultos bajo la basílica ofrecen una narrativa detallada de Jerusalén desde la Edad de Hierro. Las excavaciones revelaron que el edificio se alza sobre una cantera, hecho que concuerda con gran parte del subsuelo de la Ciudad Vieja. En ese contexto, se hallaron cerámicas, lámparas y objetos de uso cotidiano de aquella época.
Antes de la edificación de la iglesia y tras el abandono de la cantera, parte del terreno fue aprovechado para labores agrícolas. Se construyeron muros bajos de piedra y se rellenaron los espacios con tierra cultivable. Stasolla destacó que los resultados arqueobotánicos coinciden con lo descrito en el Evangelio de Juan, cuya narrativa menciona una franja verde entre el Calvario y la tumba. Según sus palabras, esa zona cultivada ha sido identificada en el lugar excavado.
Descubren base original del edículo y monedas del siglo IV en el Santo Sepulcro

En tiempos de Jesús, la antigua cantera del área también funcionaba como cementerio, con tumbas excavadas en distintos niveles de la roca. A medida que el uso como cantera disminuyó, se multiplicaron los enterramientos. Constantino eligió una de esas tumbas, venerada como la de Jesús, y la aisló al excavar a su alrededor, en la zona que hoy corresponde a la rotonda central.
Otras sepulturas dentro del complejo incluyen una tradicionalmente atribuida a José de Arimatea, quien, según los evangelios, ofreció su tumba a Jesús. Durante las excavaciones actuales, el equipo halló estructuras que probablemente se remontan al siglo IV. Entre ellas, destaca una base circular de mármol descubierta bajo el edículo moderno, que coincide con las descripciones más antiguas de la tumba monumentalizada, datadas entre los siglos V y VI.
El bloque mide cerca de seis metros de diámetro. Análisis geológicos del mármol y pruebas sobre el mortero ayudarán a esclarecer su origen y función exacta. Otro descubrimiento clave fue un conjunto de monedas localizado en la parte oriental de la rotonda. Las más antiguas fueron acuñadas durante el reinado de Constancio II, y las más recientes, bajo el emperador Valente.
También se identificaron restos de comidas consumidas a lo largo de los siglos por sacerdotes y peregrinos. Entre cientos de huesos animales se contaron restos de ovejas, cabras, cerdos, aves y peces, algunos procedentes del Indo-Pacífico y del Atlántico, como el bacalao. Se hallaron además conchas de caracol terrestre de una especie aún consumida, originaria de la región y difundida por Europa tras las Cruzadas.
Los datos recopilados permitirán entender mejor cómo cambió la dieta de quienes visitaron o vivieron en el Santo Sepulcro. El análisis de unos 100.000 fragmentos cerámicos y demás hallazgos tomará años. Las excavaciones se reanudarán después de la Pascua y podrían concluir en pocos meses, restando únicamente una parte de la nave norte por explorar.
Ante la pregunta sobre si estos trabajos pueden probar que Jesús fue enterrado allí, Stasolla diferenció entre historia y fe. Afirmó que la existencia misma del sitio se debe a la creencia persistente en su santidad, sin importar su veracidad histórica. Para la arqueóloga, el verdadero valor está en reconstruir la historia de quienes expresaron su fe en ese lugar, convirtiéndolo en símbolo de Jerusalén y del culto cristiano.