Los primeros habitantes humanos del sur del Levante, incluyendo Israel, no dejaron arte rupestre similar al encontrado en Europa porque las enormes criaturas que inspiraron esas pinturas ya estaban extintas en la región, según investigadores de la Universidad de Tel Aviv.
Un artículo en la revista Journal of the Israel Prehistoric Society, dirigido por el profesor Ran Barkai, analiza el subsuelo, el cosmos y la psique humana para explicar este fenómeno, calificado como “uno de los mayores enigmas de la investigación prehistórica en el Levante”.
A pesar de un siglo de excavaciones, no se han hallado pinturas rupestres del Paleolítico Superior en Israel ni en la región circundante. En cambio, Europa cuenta con un impresionante legado artístico atribuido a la cultura auriñaciense, que atravesó el Cercano Oriente en su migración desde África.
Los investigadores plantean que los Homo sapiens, antecesores de los auriñacienses, convivieron con elefantes y rinocerontes tras salir de África hace entre 70.000 y 60.000 años. Sin embargo, al asentarse en el Levante hace unos 60.000 años, la megafauna ya había sido eliminada, dejando solo animales más pequeños.
Cuando estos grupos llegaron a Europa, se encontraron nuevamente con mamuts y rinocerontes lanudos, cuya extinción hace 10.000 años se atribuye al cambio climático y la caza. Según los científicos, la desaparición de estas especies generó ansiedad, llevando a los auriñacienses a las profundidades de las cuevas, lugares que consideraban conectores entre el mundo consciente y el inframundo.
Los autores proponen que estas experiencias, inducidas posiblemente por falta de oxígeno, dieron origen a pinturas rituales, no como arte moderno, sino como invocaciones chamánicas a la Madre Tierra, acompañadas de signos geométricos y huellas de manos.
“El arte era un mediador entre los humanos y su entorno, una manera de expresar miedos y deseos enviando mensajes al cosmos para alcanzar armonía y bienestar”, explicaron los investigadores. Añaden que estas representaciones en las cuevas buscaban conectar con el cosmos en momentos de crisis y necesidad.
Cuando los auriñacienses regresaron al Levante, los megaherbívoros ya no existían, lo que eliminó la angustia y las motivaciones que habrían dado origen a este tipo de arte.