El profesor Mordechai Aviam, del Kinneret College, llegó a el-Araj, un yacimiento arqueológico situado en la costa norte del mar de Galilea, en una calurosa tarde de jueves del mes pasado. Tras transportar baldes, lonas y herramientas para preparar la campaña de excavaciones de 2025, un incendio forestal destruyó la zona al día siguiente y continuó hasta el domingo, fecha prevista para iniciar los trabajos programados por su equipo.
Al regresar, los arqueólogos encontraron el área devastada, pero con hallazgos imprevistos. El fuego consumió el material de trabajo, aunque eliminó la vegetación que cubría sectores ocultos desde hacía décadas. Quedaron expuestas evidencias que refuerzan la hipótesis de que el-Araj corresponde a la antigua Betsaida, citada en el Nuevo Testamento como lugar de origen de san Pedro y escenario de diversos episodios vinculados a la vida de Jesús.
“El incendio nos ayudó mucho a comprender el sitio”, declaró Aviam por teléfono. Explicó que la zona permaneció cultivada o cubierta por maleza espesa durante el último siglo y posiblemente antes, además de afectada por inundaciones del lago cercano. Estas condiciones dificultaron la delimitación precisa de la aldea hasta este incidente, que despejó el terreno y permitió observar con claridad la extensión real del asentamiento.
“Después del incendio, realizamos un estudio del terreno y vimos que el sitio era mucho más grande de lo que pensábamos”, afirmó. “Identificamos restos de casas privadas y elementos arquitectónicos propios de edificios públicos, como tambores de pilares, dos capiteles corintios, dos capiteles dóricos y varias cornisas”. Según Aviam, estos vestigios se remontan al período romano y concuerdan con estructuras excavadas anteriormente y con estilos arquitectónicos característicos.
La magnitud del yacimiento sustenta su identificación como Betsaida, pues coincide con la descripción de Flavio Josefo en “Antigüedades de los judíos”. El historiador del siglo I señaló: “Filipo [hijo de Herodes el Grande] hizo que la aldea de Betsaida, situada en el lago de Genesaret, alcanzara la dignidad de ciudad, tanto por el número de habitantes que contenía, como por su otra grandeza, y la llamó con el nombre de Julias, el mismo nombre que la hija de César”.
“A la luz de lo que dice Josefo, Betsaida no pudo haber sido una aldea pequeña”, destacó Aviam. Sin embargo, el-Araj no constituye la única propuesta para localizar esta ciudad galilea. A dos kilómetros, e-Tell compite por esa identificación desde 1987 bajo la dirección de Rami Arav. Otra alternativa, al-Mesydiah, próxima a la desembocadura del Jordán, ha perdido respaldo en favor de los dos principales candidatos durante los últimos años.
Aviam dirige las excavaciones en el-Araj desde 2016 junto al codirector Steven Notley, geógrafo histórico del Pillar College de Nueva Jersey. “Él fue quien inició la excavación, lo que sugiere que el-Araj podría ser Betsaida”, explicó. En 2016 hallaron restos de una terma romana que confirmaron la presencia del período imperial. En campañas posteriores descubrieron una iglesia del siglo V con mosaicos de colores en el piso, reforzando aún más la argumentación sobre la relevancia del sitio.
El hallazgo más determinante consistió en una inscripción griega que dedicaba la iglesia al “Jefe y Líder de los Mensajeros Celestiales” y al “Guardián de las Llaves”, títulos atribuidos a san Pedro. Los investigadores consideran que los cristianos bizantinos edificaron el templo convencidos de que señalaba la vivienda del apóstol, tal como ocurrió en Cafarnaúm, donde también se erigió una iglesia directamente sobre lo que se identificaba como su casa.
El-Araj mostró signos de ocupación desde el período helenístico y asmoneo en el siglo II a.C. hasta la época romana en el siglo III d.C. “Entre los siglos III e iV, la aldea judía fue abandonada, posiblemente porque el aumento del nivel del lago provocó inundaciones”, señaló Aviam. “Más tarde, en el siglo V, los primeros cristianos que llegaron al sitio lo identificaron como Betsaida y construyeron la iglesia”.
El equipo clasificó el asentamiento como judío con base en tres pruebas: monedas asmoneas, recipientes de piedra empleados para evitar impureza ritual y escasos restos óseos de cerdo. Aunque el incendio favoreció las observaciones, Aviam decidió no excavar las estructuras expuestas. “La arqueología es una ciencia de destrucción, porque cuando expones algo, comienza a deteriorarse”, explicó. “Si ya tenemos la certeza de que las estructuras son romanas, no necesitamos abrir más viviendas para probarlo”.
El grupo planeó volver en octubre para continuar la campaña. “Excavaremos más profundamente en el área donde creemos que se encontraba la casa de baños y en otros sectores del yacimiento, con el fin de aprender más sobre la vida aquí durante el período romano”, adelantó Aviam. La segunda fase buscará obtener mayor información sobre los aspectos cotidianos y arquitectónicos de la aldea en tiempos del dominio imperial.