Una visita guiada muestra una inscripción que enlaza la Biblia con la cronología egipcia y reabre el debate sobre el futuro del museo.
La piedra de Shoshenq I y el vínculo entre cronologías antiguas precisas
En un día de otoño, un grupo de visitantes cruzó el patio del Museo Arqueológico Rockefeller, en el Este de Jerusalén. El recorrido puso en primer plano la distribución sobria, las fuentes y las columnatas que aportan sombra. La cúpula octogonal dominó la vista y sostuvo una presencia constante. La gente contempló el conjunto en silencio, sin prisa, con pasos lentos, antes del regreso a las salas interiores del edificio.
Tras ver vitrinas con artefactos de muchos siglos, el guía llevó a los presentes hacia un extremo de una columnata. Allí señaló una piedra sencilla sobre un pedestal bajo. El tamaño y el aspecto discreto contrastan con el peso histórico que, según su explicación, guarda la inscripción. Ni la ubicación de la pieza ni su rótulo permiten captar su relevancia de inmediato, y el visitante puede pasar frente a ella sin advertirlo.
Gat detuvo al grupo junto al pedestal y afirmó que la pieza contiene una referencia a uno de los primeros hechos descritos tanto en la Biblia como en fuentes adicionales. Defendió que una pieza pequeña aporta una clave para ordenar fechas antiguas. Enlazó esa referencia con calendarios externos y explicó que la inscripción alude a la incursión del faraón Shoshenq I contra el Reino de Judá, fechada en 930 a.C.
Según Gat, esa alusión permite vincular la cronología egipcia con acontecimientos bíblicos y precisar cuándo ocurrieron. También describió el museo como un conjunto de salas y un depósito con 60.000 hallazgos. A su juicio, el almacén sostiene la investigación tanto como la exposición. Añadió que gran parte de lo que se conoce sobre arqueología local mantiene relación con lo que el museo exhibe y conserva, y afirmó que ese acervo guía la investigación.
Datos clave de la visita y de las condiciones de acceso actuales
- El acceso se ofrece con horas limitadas y cupos acotados en la situación actual.
- El Museo de la Torre de David organiza visitas grupales semanales con inscripción previa.
- El recorrido en inglés suele aparecer una vez al mes.
- La entrada para el recorrido cuesta 100 NIS, según el esquema vigente.
- El ayuntamiento cubre el autobús lanzadera desde la estación de tren ligero Givat Hamivtar.
Colección del Rockefeller: galerías intactas y vitrinas densas de piezas
Entre las piezas singulares figura una estatua del faraón egipcio Ramsés III, del siglo XII a.C., hallada en Beth Shean; es la única estatua monumental egipcia descubierta en Israel. El visitante encuentra también un esqueleto casi completo de 100.000 años, además de joyas y cerámica en salas cercanas. El conjunto cubre miles de años de historia material y confía en el impacto del objeto, más que en una explicación extensa.
El itinerario incorpora decoraciones de madera y mármol que se retiraron hace años durante obras en la mezquita de Al Aqsa y en la Iglesia del Santo Sepulcro. En una sala, paneles de madera tallada procedentes de Al-Aqsa se retiraron en 1938, después de daños causados por dos terremotos. Los estudiosos los sitúan en el siglo VIII d.C. y señalan diseños florales y geométricos, en una tradición islámica sin imágenes de humanos o animales.
Una viga conserva una inscripción en griego, aún visible, lo que sugiere origen en una iglesia, probablemente del siglo VI. El museo mantiene ese detalle como evidencia de reutilización de materiales en Jerusalén. En la sala contigua, los dinteles de mármol del Santo Sepulcro ofrecen un arte distinto: se elaboraron en el periodo cruzado, hace unos 800 años, y se retiraron bajo el Mandato Británico para preservarlos; aparecen figuras y criaturas míticas.
Las dos salas principales no cambiaron desde la década de 1930. La Galería Sur presenta piezas desde la Edad de Piedra hasta la Edad del Bronce, entre 3700 y 1200 a.C. La Galería Norte recorre la Edad del Hierro, de 1200 a 586 a.C., y llega al periodo otomano, de 1517 a 1917 d.C. Las vitrinas reúnen miles de objetos con poca explicación y con un número de catálogo al lado.
Piezas singulares, Rollos del mar muerto y su ubicación urbana
Durante casi 20 años, el Rockefeller guardó la mayoría de los legendarios Rollos del mar muerto, que después pasaron al Museo de Israel. La biblioteca donde los eruditos los estudiaron conserva estanterías vacías, mesas y sillas de madera antiguas. La estancia conserva un aire detenido, como una sala fuera del tiempo. En esa misma lógica, la piedra de Shoshenq se presenta sin alarde y exige atención para revelar su importancia.
Como la piedra, el museo queda relegado en una esquina de Jerusalén. Aunque está a pocos pasos de la Ciudad Vieja, cerca de la Puerta de Herodes, se asienta en la parte palestina de la ciudad, un sector que muchos visitantes israelíes e internacionales suelen evitar. Esa ubicación reduce su visibilidad pública, pese a la cercanía con zonas de alto tránsito turístico, y lo deja fuera de muchos itinerarios habituales de visita.
Tras el traslado de la Autoridad de Antigüedades de Israel al Campus Nacional Jay y Jeanie Schottenstein para la Arqueología de Israel, el edificio quedó sin actividad cotidiana y el museo cerró al público durante casi dos años. En julio, el Museo de la Torre de David de la Ciudad Vieja impulsó visitas grupales semanales con cupos e inscripción previa y reactivó el acceso, aunque con limitaciones. El ayuntamiento cubrió el coste del autobús lanzadera.
En los primeros tres meses, más de 1.000 personas se unieron a una visita en el Rockefeller, según la Torre de David. Eilat Lieber, directora y conservadora jefe, destacó el valor del edificio y de la colección, y explicó que su interés es histórico y cultural. También afirmó que la Torre de David no interviene en las discusiones sobre administración ni sobre el futuro del museo, y señaló un alto interés del público.
Origen del Museo Rockefeller y episodios clave de su historia institucional
Para Gat, la historia del museo arranca en los años veinte, con una decisión británica sobre el destino de las antigüedades. Esa política propuso conservar los hallazgos donde aparecieron, en lugar de enviarlos a Europa. En etapas anteriores, objetos valiosos de expediciones arqueológicas regresaron a la patria y museos de París y Londres recibieron esas piezas. El Rockefeller nació como respuesta a ese patrón y como proyecto público en Jerusalén.
El arquitecto británico Austen Harrison asumió el diseño, pero el plan quedó en pausa por falta de financiación y por disputas internas. Luego intervino el arqueólogo estadounidense James Henry Breasted, que excavaba en Megiddo con apoyo económico de la familia Rockefeller, y ofreció convencer a sus benefactores. John D. Rockefeller donó dos millones de dólares y la construcción comenzó en 1930. El museo abrió en 1938 como el Museo Arqueológico de Palestina.
La apertura perdió brillo por el asesinato del arqueólogo británico James Leslie Starkey, que viajaba desde Lachish hacia Jerusalén para el acto. A esa tragedia se sumó otra ausencia: Breasted y Rockefeller murieron antes de la inauguración, y Harrison abandonó la región. Esa secuencia dio fama de “museo maldito”, según el relato del lugar. Pese a ello, el edificio consolidó su papel como sede de conservación y estudio de hallazgos locales.
En 1948, Jordania ocupó Jerusalén Este y tomó control del museo. El edificio pasó a servir como centro de investigación y recibió muchos de los rollos hallados en cuevas cercanas al mar muerto. En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel capturó Jerusalén Este. Gat relató que, al segundo día de combate, arqueólogos israelíes llegaron pese al fuego jordano para asegurar que nada ocurriera a los Rollos del mar muerto.
Traslado de los Rollos y gestión del Rockefeller bajo el Museo de Israel
Al final, los rollos y otros objetos seleccionados pasaron al Museo de Israel, tras la guerra de 1967. Gat señaló que ese traslado abrió un debate sobre la legalidad de mover hallazgos arqueológicos desde territorios capturados en Jerusalén hacia otro lugar. El episodio marcó una tensión persistente entre custodia, investigación y jurisdicción. En paralelo, el Rockefeller mantuvo su carácter de centro de conservación y quedó asociado a decisiones institucionales que afectan el acceso público.
El Museo de Israel recibió la tarea de comisariar el Rockefeller y mantenerlo abierto al público de forma gratuita hasta 2023, con personal y conservación a cargo. El recinto alojó el Departamento de Antigüedades de Israel, que después se transformó en la Autoridad de Antigüedades de Israel. Durante ese periodo, la administración sostuvo la conservación del edificio y de los objetos, con un perfil menos turístico que otros espacios de la ciudad.
Tras la mudanza de la Autoridad de Antigüedades de Israel desde el recinto a su nueva sede, el Rockefeller cerró al público por casi dos años. El Museo de Israel afirmó que invirtió sumas considerables en la conservación de sus objetos arqueológicos y anunció una revisión de sus actividades futuras. También indicó que el cierre temporal se relaciona con la guerra reciente y con el descenso en el número de visitantes.
El mismo comunicado citó, además, un anuncio gubernamental de finales de octubre de 2023 sobre la intención de ceder la responsabilidad del museo. Mientras tanto, la Autoridad de Antigüedades de Israel comunicó que pidió la reasignación de la operación para promover la reapertura. Definió al Rockefeller como hogar histórico y simbólico de la arqueología de la Tierra de Israel y sostuvo que hará lo posible para devolverle un perfil activo, con contenido.
Comité interministerial, privatización y advertencias sobre el patrimonio
El destino del museo se debate en un comité interministerial encabezado por el director general del Ministerio de Patrimonio. Participan representantes de Cultura, Turismo, Educación, Finanzas y Vivienda, además de la Oficina del primer ministro y de la Autoridad de Antigüedades de Israel. El grupo aún no define una recomendación final. Las autoridades analizan un traspaso a propiedad privada y una transformación del edificio. Mientras tanto, continúan las visitas organizadas con cupos acotados.
Entre las alternativas figura vender o alquilar el museo a entidades privadas, con miras a convertirlo en hotel o centro turístico privado. Esa opción aparece en un documento de diciembre de 2023 visto por The Times of Israel y un portavoz del Ministerio de Patrimonio la confirmó. Si se concreta un cambio de uso, la pregunta central gira en torno al destino del acervo y al sentido de mantener un museo en el Este de Jerusalén.
El Dr. David Gurevich, de la Universidad Ariel, integra el Consejo de Arqueología de Israel, que asesora al gobierno y a entidades públicas en asuntos de antigüedades. Desde ese rol, destacó que el museo reúne hallazgos de gran importancia para la región de Palestina, el Mandato Británico y Jordania antes de 1967. También recordó que el edificio y sus exposiciones se concibieron como referencia patrimonial y recurso público para todos.
Gurevich atribuyó el cierre y el posible cambio de uso a desacuerdos sobre quién financia la operación, y citó una suma de unos 10 millones de shekels al año, equivalente a $3,1 millones. Dijo que él y el ayuntamiento buscan frenar la medida y elevar la concienciación pública. En ese escenario, el futuro de los 60.000 hallazgos del edificio permanece sin respuesta clara, pese a las visitas actuales.
