Un estudio reciente examina un fenómeno según el cual los antiguos pobladores del valle peruano de Chincha aplicaban pinturas rojas a los cráneos de sus antepasados fallecidos. Los investigadores que llevaron a cabo el estudio lo publicaron en la revista científica Journal of Anthropological Archaeology.
Los restos pintados se encontraron en chullpas, que el estudio describe como “estructuras mortuorias sobre el suelo y subterráneas que tienen aberturas y contienen múltiples individuos”. Las chullpas se utilizaban para enterrar a personas desde el año 1000 de nuestra era. Su uso continuó hasta 1825.
El análisis de las pinturas reveló que se aplicaban pigmentos a los huesos, compuestos principalmente de hematites y ocres de cinabrio. Esto se hizo en algún momento después de que los cuerpos hubieran sido esqueletizados. Se analizó el pigmento de 38 muestras diferentes, incluidas más de dos docenas de cráneos.
La pintura se aplicó a diversos individuos: Hombres, mujeres y niños. Algunos de los restos pintados mostraban signos de lesiones, mientras que otros presentaban cráneos alargados, un fenómeno no infrecuente en la época y el lugar en que vivían los individuos.
Indicio de jerarquía de clases
Sin embargo, las diferencias entre los individuos que recibieron y los que no recibieron pigmento post mortem parecen ser un indicador de la jerarquía de clases. “El pigmento rojo servía como identificador social que materializaba la diferencia entre los muertos, evidenciada por los relativamente pocos individuos, en su mayoría adultos y varones, que llevaban pigmento”, escriben los investigadores en el estudio.
Además, el tipo de pigmento utilizado distinguía aún más a las personas. La pintura a base de cinabrio, por ejemplo, probablemente indicaba una clase más alta que las pinturas de hematites.
El acto de aplicar la pintura también evidencia un proceso de muerte altamente social. Al añadir la pintura a los cráneos, los difuntos adquirían un nuevo tipo de existencia. Aportaba un nuevo ser a su estado físico y espiritual.
Los investigadores escriben que “interpretan la aplicación de pigmento rojo a los restos humanos como parte de un prolongado proceso de muerte social que transformó el estatus ontológico de los muertos y contribuyó al desarrollo de la diferencia social y la identidad de grupo”. Este tipo de proceso, en el que las prácticas sociales incluyen los restos de parientes muertos hace mucho tiempo, “puede dar lugar a la transformación de un ser vivo en una ‘nueva entidad con un nuevo tipo de existencia’”.
Pero la manipulación de los restos esqueletizados tenía otra utilidad. Los investigadores creen que pintar los esqueletos tenía una función de protección espiritual contra la influencia colonial europea. Al parecer, los europeos amenazaban a los muertos con profanarlos y saquearlos. Se creía que los pigmentos aplicados ayudaban a evitarlo. De hecho, algunos restos pintados se colocaban sobre otros sin pintar, en un intento de protegerlos.