El miércoles, el primer ministro Benjamin Netanyahu habló con el presidente brasileño Jair Bolsonaro y ofreció ayudar al país sudamericano a hacer frente al brote de coronavirus, que se informó en su oficina el jueves.
Netanyahu dijo que se solidarizaba con la situación en Brasil y ofreció trabajar con la industria brasileña “para producir el equipo médico necesario para combatir la pandemia”.
La respuesta de Bolsonaro no quedó registrada en el comunicado, sino que solo felicitó al líder israelí por el nombramiento del nuevo gobierno y expresó la esperanza de que “los lazos entre los países se fortalezcan aún más”.
Al convertirse Brasil en uno de los países más infectados del mundo, Bolsonaro trasladó toda la responsabilidad de la crisis del coronavirus, acusando a alcaldes, gobernadores, ministros de salud salientes y medios de comunicación.
Por el contrario, se presentó como un líder dispuesto a defender la impopular idea de que el cierre de la economía para controlar el COVID-19 acabaría causando más sufrimiento que permitir que la enfermedad siguiera su curso. La negativa de los gobernadores a unirse a su decreto de apertura de gimnasios, dijo, era autoritaria.
Frente a la prohibición de viajar a Brasil impuesta por EE.UU. debido a la propagación del COVID-19, uno de sus asesores la calificó de histeria de la prensa.
Desde el comienzo del brote, el líder brasileño ha evitado reconocer las posibles consecuencias de sus acciones, en particular al socavar las recomendaciones de los líderes locales de quedarse en casa. Una rara excepción ocurrió a mediados de abril, cuando Bolsonaro nombró un nuevo ministro de salud encargado de salvar a la economía del coronavirus.
Casi un mes después, los 211 millones de muertos del país se han cuadruplicado a 23.473 y siguen creciendo.
El país más grande de América Latina confirmó unos 375.000 casos de COVID-19, más que cualquier otro país excepto Estados Unidos, y los expertos dicen que esta cifra está significativamente subestimada debido a la insuficiencia de pruebas. La presión ejercida sobre los hospitales brasileños, que carecen de fondos suficientes, los ha llevado al borde del colapso en varios estados y ha impedido que algunos pacientes reciban tratamiento.
Netanyahu y Bolsonaro han mantenido cálidos lazos desde que este último llegó a la presidencia en 2019. El líder brasileño es considerado un gran partidario de Israel.