Un movimiento financiado y desarrollado por el régimen de los ayatollahs como Boicot, Desinversión y Sanciones, mejor conocido por sus siglas BDS, el cual promueve odio y procura la ilegitimidad de Israel, corre el riesgo de reunir a una serie de delincuentes que buscan obtener dinero fácil y otros que ansían convertirse en celebridades. También hay los que sucumben por ingenuidad e ignorancia.
Al BDS lo lideran siniestros personajes que caminan al filo de la legalidad. Uno de ellos es Pablo Iglesias del partido Podemos, quien tiene tratos con Irán, ha percibido sueldos y beneficios a través de Hispan TV, canal estatal iraní en español. Hay investigaciones policiales que concluyen que el partido de Iglesias recibió, mediante un entramado de empresas y triangulaciones con otros países, más de cinco millones de euros aportados por Teherán para costear su creación y facilitar su influencia decisiva en la escena política española. Podemos se vale de farsas, hasta su nombre es copiado de un partido venezolano.
Otra persona de cuidado por su pillería es Linda Sarsour, activista estadounidense de origen palestino, quien promueve el BDS. Ella predica la no violencia, pero instiga la furia contra judíos e israelíes; pregona ser feminista, pero aboga por la Sharia. Entre sus bribonadas, Sarsour lanzó una campaña de recaudación de fondos para remozar ciertos cementerios judíos, pero los recursos nunca fueron entregados. En otra jugarreta, planeó la recolección de fondos para Rahma Warsame, una somalí que alegó haber sido víctima de un crimen de odio en junio pasado, en Ohio. La policía aclaró que no había evidencia de que ese altercado se debiera a prejuicios raciales. Sin embargo, Sarsour prosiguió con esa labor.
Recordamos que, como dirigente de la Asociación Árabe Americana de Nueva York, Sarsour, una de las organizadoras de la marcha de las mujeres contra el Presidente Donald Trump tras su inauguración, utilizó esa plataforma de modo abusivo, a fin de atacar al Estado de Israel.
Estos personajes adheridos al infausto BDS, pretenden mostrarse como defensores de los derechos humanos, pero la realidad expone que son unos desvergonzados manipuladores que se sirven del fraude en distintos ámbitos y sentidos, para lograr concretar sus intereses personales.