En Mateo 12:32, Jesús afirma que hablar contra el “espíritu santo” es un pecado imperdonable, mientras que insultar al “hijo del hombre” sí tiene perdón.
Muchos cristianos consideran esto una prueba de que el “espíritu santo” es una persona divina, pero esa interpretación no corresponde con la comprensión judía de la época. Para captar el verdadero significado del versículo, es necesario analizarlo desde la cosmovisión judía, en la que Jesús, conocido como Iehoshúa ben Iosef de Nazaret, creció y enseñó.
En el hebreo bíblico y rabínico, la expresión “espíritu santo” se traduce como ruaj haqódesh. No se refiere a una persona ni a un ser divino, sino a una manera de decir que algo proviene de Dios o es inspirado por Él. El Talmud, recopilación de enseñanzas judías, usa este término en varios pasajes con este significado. En Eruvim 64b, se menciona que Rabán Gamliel acertó en algo “por ruaj haqódesh”, lo que indica que su juicio fue guiado por Dios, no que recibió un mensaje de una entidad separada. De manera similar, en Yomá 73b, se explica que un sacerdote que no habla “por ruaj haqódesh” no es adecuado para consultas divinas, lo que implica que su guía no proviene de Dios, no que carezca de contacto con una supuesta persona divina.
Para entender la advertencia de Jesús sobre la blasfemia contra el espíritu santo, es clave conocer la visión judía sobre el pecado. En Yomá 86a, el Talmud analiza el mandamiento “No tomarás el nombre de Dios en vano”, incluido en los Diez Mandamientos, que en realidad contienen catorce reglas según la tradición rabínica. Los sabios dividían los mandamientos en dos categorías: los que rigen las relaciones entre personas (como no matar o no robar) y los que regulan la relación con Dios (como el uso reverente de su nombre). Según esta enseñanza, los pecados entre personas pueden ser perdonados mediante el arrepentimiento (teshuvá), mientras que los cometidos contra Dios requieren no solo arrepentimiento, sino también el Día de la Expiación (Yom Kipur) para ser eliminados.
Jesús sigue esta misma lógica en Mateo 12:32. Al afirmar que “quien hable contra el hijo del hombre será perdonado”, alude a los pecados cometidos entre seres humanos. La expresión hebrea ben-ha’adam, traducida como “hijo del hombre”, es una forma idiomática usada en el judaísmo para referirse a cualquier ser humano. Por tanto, los insultos o faltas contra un hombre, incluso contra él mismo, pueden recibir perdón. En cambio, al decir que “quien hable contra el espíritu santo no será perdonado”, Jesús se refiere a ofensas contra Dios. No porque ruaj haqódesh sea una persona divina, sino porque en el judaísmo esta expresión significa que algo proviene directamente de Dios. Rechazarlo o blasfemar contra ello equivale a desafiar la voluntad divina, lo que se considera mucho más grave.
Un ejemplo cotidiano ayuda a ilustrar esta diferencia. Si alguien insulta a un amigo, puede pedir disculpas y reparar el daño. Pero si alguien usa el nombre de Dios para engañar o maldecir, está cometiendo un acto de mayor gravedad, pues implica una falta de respeto directa hacia lo sagrado. Jesús, en su papel de rabino judío, estaba transmitiendo esta enseñanza tradicional y no introduciendo una nueva doctrina sobre el espíritu santo como una entidad divina dentro de una Trinidad.
En conclusión, Mateo 12:32 no respalda la idea de que el espíritu santo es una persona divina ni implica que Jesús se identificara como Dios. La blasfemia contra el espíritu santo se basa en una enseñanza judía sobre la importancia de respetar lo que proviene de Dios. Ruaj haqódesh no es un ser separado, sino una manera de describir la influencia divina. La interpretación cristiana que otorga a este pasaje un significado trinitario es una construcción teológica posterior y no una enseñanza original de Jesús.