Vamos a sumergirnos en un recorrido fascinante que nos llevará a entender el nacimiento de Jesús desde una perspectiva hebrea, pero no como suele contarse, sino desde cómo funciona el lenguaje y la cosmovisión judía.
Para ello, empecemos por algo que puede parecer un desvío, pero que nos ayudará a conectar ideas: el nacimiento de Moisés, un profeta clave en la Torá. Lo que veremos aquí no es un asunto de fe ni de juicios, sino de cómo el texto hebreo nos cuenta cosas que a veces pasan desapercibidas.
En Éxodo 2:1, la Torá dice que un hombre de la casa de Leví fue y tomó a una mujer de la misma casa, y luego ella concibió a Moisés. A simple vista, parece una descripción común, pero hay algo curioso si miramos con atención. El texto usa palabras que recuerdan cómo se describen las uniones entre un hombre y una mujer cuando se encuentran por primera vez, como si fuera un comienzo nuevo. Sin embargo, sabemos que este hombre y esta mujer, Amram y Jocabed, ya eran padres de Miriam y Aarón. Entonces, ¿por qué se narra así? No es un error ni un capricho. En la cosmovisión hebrea, las palabras no solo cuentan hechos, sino que reflejan algo más profundo sobre lo que está ocurriendo.
Según las tradiciones judías, como los midrashim —que son relatos que amplían y explican los textos de la Torá—, este “reencuentro” entre los padres de Moisés tiene un sentido especial. Se dice que Amram había dejado de vivir con Jocabed por temor a los decretos del faraón, que ordenaba matar a los niños hebreos. Pero luego, influenciado por la valentía de Miriam, decide volver con ella, y de esa unión nace Moisés. El lenguaje hebreo, al contar esto como si fuera un nuevo comienzo, subraya que este nacimiento no es uno más: está marcado por algo extraordinario, por una intervención divina que guía los acontecimientos. En la manera judía de ver el mundo, cuando algo está destinado a ser grande, el texto lo resalta con detalles que invitan a pensar.
Ahora, ¿qué tiene esto que ver con Jesús? Mucho, porque en el primer siglo, en la tierra de Israel, las expectativas sobre el Mesías estaban muy vivas. Los judíos esperaban a alguien como Moisés, un libertador prometido en la Torá, que trajera redención. Y en esa expectativa, el lenguaje hebreo juega un papel clave. Cuando un niño como Moisés nace en circunstancias especiales, el texto no dice que Dios vino en persona a hacerlo, sino que los eventos fueron conducidos por Él. Es lo que en hebreo se llama ruaj haqódesh, “del espíritu santo”, una forma de expresar que algo está tocado por la voluntad divina, no que haya una unión física entre Dios y un humano.
Entonces, llegamos al relato de Mateo, escrito por un autor judío. Cuando dice que Jesús es “del espíritu santo”, en la cosmovisión judía esto significa que su nacimiento fue guiado por Dios, que los sucesos que lo rodearon tenían un propósito divino. Pero aquí viene el giro: los cristianos, al interpretar esto, lo entendieron de otra manera. Pensaron que “del espíritu santo” implicaba que Dios, como una figura concreta, había engendrado a Jesús con María, dando lugar a un ser con dos naturalezas, humana y divina. Esa idea, sin embargo, no encaja con cómo funciona el pensamiento judío. En la tradición hebrea, decir que algo es “del espíritu santo” no significa que Dios se convierta en padre biológico, sino que Él está detrás de los acontecimientos, como un director que mueve las piezas.
Esto nos lleva a otro punto importante. En la expectativa judía, el Mesías debe descender por línea paterna del rey David. Es una regla clara: la herencia mesiánica pasa por el padre. Si Jesús, como dice la interpretación cristiana, fuera hijo directo de Dios y no de un hombre, como José, entonces no cumpliría con ese requisito. Desde la perspectiva hebrea, esto sería un problema, porque el Mesías no es un ser mitad humano, mitad divino, sino un hombre elegido por Dios para una misión.
Así, al mirar el nacimiento de Jesús con ojos hebreos, vemos algo diferente: un relato que originalmente quería destacar cómo Dios guió ese momento, no cómo creó un ser sobrenatural. Las diferencias surgen porque quienes tradujeron y explicaron estos textos más tarde los leyeron con otras ideas en mente, alejadas de la cosmovisión judía. Lo que les contaré a continuación profundizará en estos detalles, para que veamos cómo el lenguaje hebreo abre una ventana a una historia que sigue siendo intrigante y viva. ¿Qué opinan? ¿Les gustaría saber más sobre cómo estas ideas se conectan?