Las Biblias cristianas traducen Isaías 9:6 con afirmaciones que alteran su significado original. El versículo dice: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado; y el gobierno estará sobre su hombro, y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.
Según la interpretación cristiana, esta declaración indica que Jesús es Dios, el Padre y el “Dios Fuerte”. Sin embargo, la traducción presenta errores e inconsistencias que modifican la intención del texto hebreo.
El uso de los tiempos verbales muestra la primera distorsión. La frase inicial emplea el pasado: “un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado”. El acontecimiento ya ocurrió, el niño ya existe. A pesar de esto, el texto cambia abruptamente a futuro: “se llamará su nombre”. Este salto temporal resulta ilógico. En hebreo, no existe motivo para esta alteración. Cuando alguien recibe un nombre, el verbo permanece en el tiempo correspondiente al momento de su nacimiento. No se expresa en futuro, como si su nombre fuese revelado después. Este cambio parece intencional, diseñado para generar un aire de misterio y reforzar una interpretación mesiánica.
Otro problema surge con la palabra “nombre” (shem), que aparece en singular. La traducción cristiana la convierte en una lista de cinco nombres: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. En la tradición hebrea, cuando se asigna un nombre, se otorga uno solo. Génesis 25:26 dice: “y llamó su nombre Jacob”, y Génesis 38:29 expresa: “y llamó su nombre Peretz”. En ambos casos, el nombre es único. Isaías 9:6 debería seguir la misma estructura, pero la traducción cristiana rompe esta norma.
El hebreo original aclara quién nombra al niño. La frase vayikra shemo no significa “se llamará su nombre” de forma impersonal. Su traducción correcta es “él llamó su nombre”. La acción es deliberada y tiene un sujeto. El responsable de dar el nombre es Dios.
La estructura del versículo sugiere que sar-shalom (Príncipe de Paz) es el nombre asignado al niño. Los otros términos (pele yoetz El gibbor avi-ad – Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno) describen al que nombra, no al niño. El texto debe leerse así: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y el gobierno estará sobre su hombro, y el Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno llamó su nombre Príncipe de Paz”. Aquí, los títulos corresponden a Dios, no al niño.
El contexto refuerza esta interpretación. Isaías 9 se sitúa en la época del rey Acaz. El niño mencionado es Ezequías, hijo del rey, quien gobernaría Israel. Príncipe de Paz encaja perfectamente con un monarca que traerá estabilidad. En el hebreo bíblico, los nombres reflejan un propósito, no necesariamente una identidad divina.
La traducción cristiana introduce cambios que alteran el significado original. Modifica el tiempo verbal de pasado a futuro para hacer parecer que la profecía apunta a Jesús. Además, convierte un solo nombre en múltiples títulos, insinuando que el niño es Dios Fuerte y Padre Eterno. Estas alteraciones no provienen del hebreo, sino de una interpretación ajustada a doctrinas posteriores. Isaías 9:6 no afirma que el niño sea Dios. El texto simplemente muestra que Dios le da un nombre con un significado específico: Príncipe de Paz.