En Juan 8:58, Jesús pronuncia una afirmación que provoca una reacción inmediata en sus oyentes: “Antes de que Abraham llegase a ser, yo soy”. Al instante, según el versículo 59, algunos toman piedras con la intención de arrojárselas. A primera vista, podría parecer un intento de lapidación, pero un análisis filológico y cultural revela una interpretación diferente.
Las leyes sobre el apedreamiento en la Torá no permitían que cualquiera actuara por cuenta propia. Solo los jueces y las autoridades podían ordenar una ejecución tras un juicio formal con testigos y pruebas. En la cosmovisión hebrea, la justicia era un asunto colectivo, no una cuestión de venganza personal. Por lo tanto, la reacción de la multitud en este pasaje no responde a un procedimiento legal de apedreamiento, sino a una manifestación espontánea de desaprobación.
Otro aspecto clave es que, en esa época, el Sanhedrín carecía del poder para imponer la pena de muerte, ya que los romanos monopolizaban ese derecho. En otros pasajes del Evangelio, los líderes judíos reconocen que no pueden ejecutar a nadie, razón por la cual llevan a Jesús ante el gobernador romano, Pilato. Si ni siquiera el Sanhedrín podía dictar una sentencia de muerte, resulta aún menos probable que la multitud estuviera intentando lapidarlo de manera oficial.
En la tradición hebrea, arrojar piedras no siempre tenía un propósito letal. En muchos casos, simbolizaba humillación, repudio o indignación pública. Más que un intento de asesinato, era una forma de expresar que alguien había cruzado un límite y era rechazado por la comunidad. Este tipo de reacción aparece en otros textos judíos y refleja un lenguaje corporal cargado de significado.
El verbo “arrojárselas” en el texto sugiere una acción inmediata y emocional, no una ejecución planificada. En la cultura hebrea, los gestos y las palabras estaban estrechamente ligados a la vida cotidiana y a la forma en que las personas respondían a lo que consideraban inaceptable. La escena, por tanto, no muestra un juicio ni una condena, sino un acto de rechazo enfático.
En definitiva, la reacción de la multitud en Juan 8:59 no representa un intento de lapidación en el sentido judicial, sino una demostración de desaprobación y humillación pública. Este análisis filológico nos ayuda a entender cómo el lenguaje y las costumbres hebreas influyen en la interpretación del texto, revelando un mundo donde cada gesto y cada palabra poseen un peso simbólico profundo.