En las Biblias cristianas, como la Reina-Valera, se traduce la palabra griega monogenes como “unigénito” cuando se habla de Jesús, por ejemplo, en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”.
Esto hace pensar que Jesús es el “único hijo” de Dios, como si Dios no tuviera más hijos y Jesús fuera especial por ser el primero o el solo. Pero esa traducción tiene un error. Monogenes no significa “unigénito” en el sentido de contar hijos, sino que lleva un significado judío más profundo que se pierde en las versiones cristianas. Vamos a explicarlo.
Los discípulos de Jesús, que escribieron el Nuevo Testamento en griego, eran judíos. No pensaban en griego como los griegos, sino que usaron ese idioma para llevar su mensaje a los judíos helenizados de la diáspora, que hablaban griego pero seguían siendo judíos. Cuando usaron monogenes, no estaban inventando una palabra nueva; estaban trasladando un concepto hebreo: yajid. Entender yajid es la clave para saber qué quisieron decir.
En hebreo, yajid viene de ejad, que significa “uno”, pero no es solo un número. Tiene un sentido abstracto, como “único en su clase”, “preciado” o “predilecto”. No se trata de cuántos hay, sino de cuánto valor tiene algo o alguien. Un ejemplo claro está en Génesis 22:2, cuando Dios le dice a Abraham: kaj-na et-binja et-yejidja asher-ahavta et-Yitzjak (“Toma ahora a tu hijo, tu yajid que amaste, a Itzjak”). Aquí, Dios llama a Itzjak el yajid de Abraham, su “único hijo”, según traducciones cristianas. Pero Abraham tenía dos hijos: Ismael e Itzjak. Si yajid significara “unigénito” o “único hijo” en cantidad, no tendría sentido, porque Abraham no tenía uno solo. Lo que Dios dice es que Itzjak era el hijo amado, el predilecto, el de más valor para Abraham.
Este uso de yajid aparece también en los Salmos, y los judíos lo tradujeron al griego con monogenes. En Salmos 22:20 dice: hatzila micherev nafshi miyad-kelev yejidati (“Libra mi alma de la espada, mi yajid de la mano del perro”). Y en Salmos 35:17: adonai ad-matai tireh hashiva nafshi misho’eihem mi-kefirim yejidati (“Señor, ¿hasta cuándo verás? Rescata mi alma de sus estragos, mi yajid de los leones”). En ambos casos, yejidati significa “mi preciada” o “mi amada”, refiriéndose a la vida del salmista, algo muy valioso. Las traducciones judías al griego de estos versos usan monogenes para yajid. Obvio que no significa “mi unigénita vida”, sino “mi vida preciada”. El salmista no está contando vidas, está diciendo cuánto la valora.
Entonces, cuando en Juan 3:16, Juan 1:18 o 1 Juan 4:9 se llama a Jesús monogenes, los discípulos judíos no estaban diciendo “unigénito” en el sentido de “único hijo” de Dios. Estaban usando monogenes como los judíos usaban yajid: “el predilecto”, “el amado”, “el de gran valor”. En la cultura judía, Dios tiene muchos “hijos” —Israel es llamado “hijo de Dios” en Éxodo 4:22—, pero Jesús es especial, el elegido, el que Dios ama y valora más, como Itzjak lo era para Abraham.
El error cristiano viene de leer monogenes con ojos griegos, no judíos. En griego puro, monogenes puede descomponerse en mono (“uno”) y genos (“nacido” o “tipo”), y eso lleva a pensar “único nacido”. Pero los discípulos no eran griegos, eran judíos llevando su mensaje en un idioma prestado. Para ellos, monogenes cargaba el sentido de yajid, no un conteo de hijos. La traducción “unigénito” fuerza la idea de que Jesús es el único hijo literal de Dios, algo que apoya doctrinas como la Trinidad, pero no encaja con el pensamiento judío ni con el texto.