En Oporto, la comunidad judía rinde homenaje a las víctimas de la Inquisición portuguesa mediante un significativo monumento.
Identificación de las víctimas a través de registros digitalizados
La comunidad judía de Oporto ha logrado identificar a 842 víctimas de la Inquisición, que tuvo lugar entre 1536 y 1821, mediante registros históricos recientemente digitalizados.
Para conmemorar a estas personas, se inauguró un monumento en el que se inscribieron sus nombres. Esta obra se presentó durante la Jornada Europea de la Cultura Judía y ahora adorna una pared exterior del Museo Judío de Oporto.
Dicha ciudad, que actualmente cuenta con aproximadamente 1.000 judíos, ha experimentado un crecimiento en instituciones de este tipo, en parte gracias a la curiosidad de turistas y descendientes de judíos sefardíes.
Reconocimiento tardío y educación deficitaria sobre la Inquisición
A pesar del auge en inversiones en comunidades judías gracias a leyes de ciudadanía, la educación sobre la Inquisición en Portugal sigue siendo escasa, afirma Hugo Vaz, a cargo del Museo Judío y del Museo del Holocausto de Oporto.
Vaz comparte que, a pesar de haber algunas menciones en currículos escolares, el enfoque educativo sobre la Inquisición es sumamente limitado en comparación con otros eventos, como el Holocausto.
El propio Vaz señala, citando a la Agencia Telegráfica Judía: “Cuando aprendí sobre la Inquisición en la escuela, entendí que era simplemente la caza de brujas”. El Holocausto, debido a la postura neutral de Portugal en la Segunda Guerra Mundial, recibe una mayor atención en la educación.
Detalles del monumento y actos de la Inquisición
Junto a cada nombre inscrito en el monumento se puede ver la fecha del auto de fe al que fue sometida la víctima. Durante estas ceremonias, algunas personas eran condenadas a la hoguera, mientras que otras eran encarceladas, torturadas, exiliadas o forzadas a portar el sambenito, un traje humillante adornado con cruces, imágenes de diablos y llamas. Estos actos se realizaban en las principales plazas portuguesas.
Estas ceremonias solían tener lugar en las principales plazas del país. En muchos casos, los acusados eran denunciados por conocidos, y en ocasiones eran católicos sin relación con prácticas judías.
Michael Rothwell, director de los mencionados museos, destaca la importancia de la digitalización de registros en los Archivos Nacionales de Lisboa para la realización de este monumento.
Proyectos futuros y reflexión sobre las víctimas
Además del monumento, la comunidad tiene planeado publicar un libro el próximo año que relatará las historias de las 842 víctimas.
Hugo Vaz expresa su esperanza de que, al conocer más sobre estas víctimas, se promueva una educación más amplia sobre este oscuro periodo. Resalta, por ejemplo, el caso de un niño de 10 años que fue acusado junto a su familia.
“Resulta inimaginable que una nación persiga, incluso a niños, por prácticas religiosas de las cuales no tenían plena conciencia”, menciona Vaz.