Desde el umbral de la majestuosa estación central de Zúrich, la imponente figura de Alfred Escher se alza con orgullo, como un centinela eterno que custodia su legado. Sus ojos de bronce parecen seguir con atención el ir y venir de transeúntes en Bahnhofstrasse, una de las arterias comerciales más lujosas y exclusivas del planeta. En la distancia, se vislumbra Paradeplatz, epicentro del poderío financiero de la ciudad y crisol de ambiciones y sueños. Esta es la Zúrich que Escher ayudó a forjar, donde cada rincón palpita con la energía de un drama que profundiza en las elecciones humanas y sus repercusiones, más allá de las frías cifras del mundo financiero.
Los orígenes de Credit Suisse
El sueño de Escher era transformar “el remanso olvidado de Europa” fundando el Credit Suisse, una institución que estableció una red ferroviaria que atravesaría la nación alpina, uniendo el norte y el sur de Europa, en una época en la que tal hazaña parecía una utopía.
El banco jugó un papel crucial en el desarrollo de la moneda suiza y en la financiación de su red eléctrica. Fue el baluarte financiero de la clase media antes de extender sus alas hacia Europa y, finalmente, abrir sus puertas en Nueva York en 1940.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Credit Suisse contribuyó a la reconstrucción de Europa, pero las sombras del pasado los perseguían, pues los supervivientes del Holocausto les acusaron de cerrar las cuentas de sus seres queridos fallecidos.
En la década de 1960, los políticos británicos se mofaron de los financieros suizos llamándolos “gnomos de Zúrich”, en referencia a su supuesto ocultamiento de dinero en efectivo en túneles subterráneos.
Un aura de misterio y poder rodeaba a Credit Suisse, que construyó una cámara acorazada con paneles dorados a 18 pies bajo el lago de Zúrich para albergar 3.000 millones de francos suizos en sus entrañas.
Expansión y adquisición de First Boston
La década de 1990 fue testigo de la adquisición de First Boston por parte de Credit Suisse, después de que el colapso del mercado de bonos basura le costara millones. First Boston atrajo a audaces tomadores de riesgos, desde los fundadores de la boutique Bruce Wasserstein y Joseph Perella hasta Richard Handler, CEO de Jefferies.
Las políticas de apertura de EE. UU. y el Reino Unido a la disputa de conocimientos respaldaron el enfoque suizo basado en procesos en medio de las crisis. Credit Suisse resistió mejor la crisis financiera, evitando un rescate estatal y sufriendo menos pérdidas por hipotecas subprime que sus homólogos estadounidenses.
Sin embargo, tras la quiebra, la institución asumió riesgos y pospuso preocupaciones heredadas, lo que derivó en una serie de crisis que azotaron sus últimos años como empresa autónoma. Así, el legado de Escher y su sueño de unión y prosperidad quedaron sumidos en un torbellino de turbulencias y desafíos.
Críticas y acusaciones a los líderes
Ejecutivos y directivos, tanto actuales como anteriores de Credit Suisse, apuntaban a Urs Rohner, un vallista internacional que se convirtió en abogado y lideró el banco entre 2011 y 2021, como uno de los culpables de la debacle de la institución. Durante su mandato, las acciones del banco perdieron el 75 % de su valor. Romeo Cerutti, consejero general del banco durante 13 años hasta 2022, también fue señalado como responsable.
Un episodio oscuro en la historia del banco fue la financiación de 1.300 millones de dólares otorgada a Mozambique, uno de los países más pobres del mundo, para poner en marcha una empresa de pesca de atún. El banquero privado Patrice Lescaudron, durante casi una década, estafó a los clientes más ricos y políticamente sensibles de Credit Suisse, agravando aún más la situación.
Alfred Escher fundó el Schweizerische Kreditanstalt, hoy conocido como Credit Suisse, con el objetivo de desarrollar la economía suiza mediante el comercio con Europa. Después de la Primera Guerra Mundial, la Ley Bancaria suiza de 1934 prohibió revelar las actividades de los clientes sin acuerdo o denuncia penal, atrayendo a los ricos privados.
Adquisiciones y multas internacionales
La adquisición del 44 % de First Boston en 1990, cuando cayó el mercado de bonos basura, permitió a Credit Suisse competir con Goldman Sachs como banco de inversión mundial. Sin embargo, en 2021, el banco suizo pagó 475 millones de dólares en multas de Estados Unidos y Reino Unido, mientras que los residentes en Mozambique pagaron 400 dólares por persona.
El consejero delegado franco-marfileño Tidjane Thiam fue destituido en medio de un escándalo de espionaje empresarial que amenazó a los bancos suizos, y Credit Suisse tuvo que cerrar 10.000 millones de dólares de fondos vinculados al insolvente grupo financiero especializado Greensill Capital.
António Horta-Osório, en un giro dramático, renunció después de que una investigación descubriera que violó las restricciones por el COVID en el Reino Unido al asistir a la final masculina de tenis de Wimbledon el verano anterior.
Finalmente, UBS adquirió Credit Suisse por 3.000 millones de francos suizos, o 0,76 francos suizos por acción, poniendo fin a una era de esplendor y declive, dejando atrás una historia llena de ambición, poder y tragedia.
Escándalos de espionaje y Greensill Capital
En un giro dramático y desgarrador de eventos, una simple disputa vecinal sobre un proyecto urbanístico y las vistas a un lago se convirtió en la chispa que llevó a Iqbal Khan, un alto ejecutivo, a abandonar las filas de Credit Suisse y unirse a su rival, UBS. Como si se tratara de una novela de espías, investigadores privados contratados por Credit Suisse siguieron a Khan y a su familia por las calles empedradas de Zúrich, temiendo que el ejecutivo pudiera llevarse consigo valiosos empleados y clientes.
El escándalo creció como un fuego descontrolado, y Thiam fue despedido, dejando el camino libre para que el experimentado banquero Thomas Gottstein tomara las riendas. En marzo de 2021, Credit Suisse cerró un grupo de fondos de 10.000 millones de dólares afiliados a la enigmática firma financiera especializada Greensill Capital. Mil de sus clientes más ricos habían invertido en estos fondos, buscando altos rendimientos con poco riesgo, como si se tratara de una promesa de El Dorado.
Pero la ilusión se desvaneció, y muchos inversores dudaron y se echaron atrás. Credit Suisse, como un náufrago en medio de la tormenta, se encontró en medio de una ardua y costosa campaña para recuperar el dinero a través de reclamaciones de seguros y demandas judiciales. Una evaluación interna del banco reveló “fallos fundamentales de gestión y control” y “una actitud displicente ante el riesgo”, como si el destino quisiera castigar la arrogancia de la entidad financiera.
Cambios en la dirección y desafíos legales
Antonio Horta-Osório, el nuevo líder en la tormenta, asumió la presidencia tras las dos crisis de Rohner, prometiendo una nueva era de cambio: reducir el riesgo, reformar la cultura y reestructurar el banco de inversión. Pero, como un trágico héroe shakesperiano, apenas nueve meses después de su incorporación, se vio obligado a abandonar el consejo por diversas cuestiones, incluyendo romper la cuarentena de COVID-19 para asistir a la final de tenis individual masculino de Wimbledon y a la final de la Eurocopa de fútbol en Londres.
Su sustituto, el antiguo ejecutivo de UBS Axel Lehmann, se enfrentó al desafío titánico de lidiar con los primeros cargos penales de Credit Suisse por blanquear dinero sucio para un grupo de antiguos luchadores búlgaros convertidos en narcotraficantes. Y así, en medio de escándalos y crisis, Credit Suisse fue testigo de cómo su gloria se desvanecía en el horizonte, como un sol poniente que se oculta detrás de las montañas. Los ecos de grandeza que alguna vez resonaron en sus pasillos ahora se desvanecían en susurros melancólicos, mientras la ambición, el poder y la tragedia se entrelazaban inexorablemente en su historia.
El viento soplaba con fuerza en las sombras del Credit Suisse, donde susurraban terribles secretos. La entidad bancaria, atrapada en el abismo de un caso que vinculaba asesinatos y secuestros, intentó desesperadamente esconderse de la tormenta. Pero la realidad, como un relámpago que ilumina la oscuridad, dejó al descubierto 30.000 cuentas de clientes ante la avidez de los medios.
Retirada masiva de fondos y desesperanza
El verano de 2022 trajo consigo un cambio en el aire, con Ulrich Körner reemplazando a Gottstein en un intento de renacimiento. Como un ave fénix, el banco buscó levantar sus alas, solicitando 4.000 millones de dólares a inversores de Oriente Medio para financiar una reestructuración. Pero la fatalidad tejía su red, y las acusaciones en las redes sociales sobre su salud financiera provocaron que los clientes, presa del temor, retiraran unos 111.000 millones de francos suizos, el 8 % de sus activos gestionados, de las cuentas de Credit Suisse.
La sombra de Finma, la autoridad de supervisión financiera, se cernía sobre el banco mientras investigaba las afirmaciones de Lehmann. El informe anual de Credit Suisse quedó suspendido en el limbo, demorado por el hallazgo de “debilidades materiales” en sus controles internos por parte de PwC. Un aura de desesperanza se instaló en el ambiente.
Caída inminente y venta a UBS
La semana pasada, como un trueno que precede a la tormenta, la desaparición de tres bancos estadounidenses y un comentario improvisado del presidente del Banco Nacional Saudí, principal accionista de Credit Suisse, sobre su negativa a seguir invirtiendo, derrumbaron el negocio. Las autoridades suizas, como heraldos del apocalipsis, aconsejaron a Credit Suisse vender a UBS o enfrentarse a su propia destrucción, tras la retirada de 35.000 millones de dólares en tan solo tres días.
Ahora, la dirección de UBS, como cirujanos en una sala de operaciones, estudia qué divisiones vender o cerrar, buscando cortar la gangrena antes de que se propague y selle el destino de la entidad financiera.
Legado y desenlace trágico de Credit Suisse
Y así, en las sombras de lo que alguna vez fue Credit Suisse, las figuras de aquellos que fueron parte de su grandeza ahora vagan como espectros, lamentando lo que pudo haber sido y lo que ya no será. La estatua de Alfred Escher, una vez símbolo de prosperidad y unión, ahora yace cubierta por un manto de llanto y pesar, mientras las llamas del escándalo y la traición consumen los últimos vestigios de su legado.
El banco, como un reino caído en desgracia, se enfrenta a su último acto, un desenlace trágico y dramático que desgarra el corazón de quienes alguna vez creyeron en su misión. La Bahnhofstrasse, arteria de lujo y opulencia, ahora yace teñida con el estigma de la vergüenza y la desdicha, mientras la Paradeplatz se convierte en el escenario de un réquiem, un lamento por el sueño perdido de Escher.
El eco de los gritos de los inversores y empleados resuena en las calles empedradas de Zúrich, formando una sinfonía agridulce de desesperación y esperanza. Las lágrimas de aquellos que fueron víctimas de la ambición y el poder se funden con la lluvia, como si el cielo llorara por el destino del banco.
Los fragmentos de lo que fue Credit Suisse ahora yacen en manos de UBS, como un rompecabezas roto que solo puede ser reconstruido con paciencia, sabiduría y amor. Y en este amargo final, en la cima de la emocionalidad, el legado de Credit Suisse queda suspendido en el aire, como si el tiempo se hubiera detenido en un momento eterno de reflexión y arrepentimiento.
Las nubes oscuras se ciernen sobre la ciudad, mientras un rayo de luz intenta abrirse paso a través del manto de sombras. Y en medio de la tempestad, surge la pregunta: ¿podrá alguna vez el ave fénix renacer de las cenizas de Credit Suisse, sanar las heridas del pasado y encontrar un nuevo camino hacia la prosperidad y la redención?
Solo el tiempo lo dirá, pero por ahora, las historias de ambición, poder y tragedia que una vez definieron a Credit Suisse quedan suspendidas en el aire, como un sueño perdido en el viento, un recuerdo lejano de lo que pudo haber sido y nunca más será.
Reflexiones finales y esperanza de renacimiento
En esta encrucijada histórica, las crónicas de ambición, poder y tragedia que alguna vez definieron a Credit Suisse se encuentran en un limbo incierto, como una llama que lucha por mantenerse viva en medio de una tormenta. Los destinos entrelazados de esta entidad financiera y sus actores clave, ahora bajo el dominio de UBS, enfrentan el desafío de adaptarse y superarse en un mundo impredecible.
Mientras el eco de lo ocurrido se desvanece en la distancia, surge un sentimiento de melancolía y esperanza, recordándonos que en la vida, todo es efímero y solo la verdad prevalece. Así, el legado de una institución que alguna vez se erigió imponente y orgullosa, se ve transformado por las fuerzas insondables del destino, evidenciando que incluso los gigantes financieros no son inmunes al paso del tiempo y a las consecuencias de sus acciones.