La inmensa mayoría de la población rusa vive en las regiones occidentales, cerca de la frontera con Europa y el Mar Negro. Los lazos culturales y económicos con los países mediterráneos han sido cruciales para que Moscú ejerza su influencia y recupere su condición de superpotencia. El estancamiento del desarrollo económico de Rusia es un grave impedimento para su ambición. Sin embargo, Moscú ha explotado hábilmente los pocos recursos y ventajas que tiene para mantener su posición con varios países influyentes.
Hacer más con menos
Rusia está aislada de Occidente desde que invadió Crimea, lo que ha provocado sanciones económicas y diplomáticas. A pesar de que las relaciones con Occidente se han agriado, Moscú ha conseguido revertir algunas de las “pérdidas” geopolíticas ampliando su influencia en el Mediterráneo. El apoyo a la Siria de Assad creó un punto de apoyo permanente para el ejército ruso en la región, mientras que se mantienen relaciones económicas y diplomáticas con otros Estados litorales.
Las herramientas de las que dispone Moscú se centran en dos industrias en las que todavía tiene ventaja: la energía y el sector de la defensa. Estos recursos se han aplicado hábilmente con tres influyentes Estados mediterráneos: Argelia, Egipto y Turquía. Salvo por sus sociedades mayoritariamente musulmanas suníes, estos países son muy diferentes desde el punto de vista político. Sin embargo, Moscú ha sido capaz de cultivar lazos que sirven a sus intereses y ampliar su influencia en la región.
El sector energético ruso es especialmente importante para mantener las relaciones económicas. Con las mayores reservas de gas natural del mundo y con importantes exportaciones de petróleo, Moscú sigue siendo un factor importante en la economía mundial. Además, las importantes capacidades técnicas y científicas en los sectores de la defensa y la energía son activos importantes en las negociaciones, ya que hay algo que ofrecer a los clientes potenciales.
Currying favor
Las exportaciones rusas de energía a Turquía son sustanciales debido a la insignificante producción nacional de este país. Además, Gazprom, una empresa controlada por el Estado, se ha mostrado muy firme en la construcción de nuevos gasoductos hacia Turquía. A pesar de las importaciones de gas natural de Azerbaiyán e Irán, la posición de Gazprom no tiene parangón debido a su gran capacidad en comparación con sus competidores.
En el caso de Egipto, que cuenta con importantes reservas de gas natural, las empresas rusas han podido hacerse un hueco. Rosneft, controlada por el Estado, posee hasta el 35% del gigantesco yacimiento de gas de Zohr, y la ambición nuclear de El Cairo ha supuesto otra oportunidad. Rosatom, controlada por el Estado, está construyendo la primera central nuclear del país árabe. La instalación, de 30.000 millones de dólares, se construye con un préstamo de 25.000 millones de Rusia y proporcionará 4.800 MW de electricidad a partir de 2030. En Turquía, Rosatom está inmersa en un proyecto similar en el que se está construyendo la primera central nuclear del país en Akuyyu.
Además, Rusia se ha convertido en un distribuidor alternativo de armas para estos países. El impulso a la modernización y las importantes inversiones en la industria de defensa rusa han dado lugar a productos de alta calidad que pueden competir con sus pares occidentales. En el caso de Argelia, la cuota de mercado de Moscú ya era importante en la época soviética. Rusia también ha proporcionado armas avanzadas a Turquía y Egipto, aliado de la OTAN y gran receptor de armas occidentales bajo el mandato de Mubarak, respectivamente. En algunos casos, como la adquisición por parte de Turquía del sistema de defensa antiaérea S-400, el efecto adicional de que Ankara se enemistara con sus socios occidentales fue una ventaja.
Las limitaciones de Rusia
Aunque Moscú ha tenido cierto éxito a la hora de ejercer su influencia en el Mediterráneo, su potencial es limitado a largo plazo. En la mayoría de los casos, las empresas rusas de energía y defensa, controladas por el Estado, han podido explotar puntos débiles como la preocupación de Occidente por el historial de derechos humanos de Egipto y la política exterior cada vez más beligerante de Turquía.
Además, Rusia se ha visto superada por Estados Unidos, la UE y China en otros casos. Moscú no es capaz de ofrecer la misma gama y calidad de elementos alternativos del arte de gobernar, como la ayuda al desarrollo y la diplomacia.
En primer lugar, el comercio bilateral entre Rusia y la mayoría de los países mediterráneos es relativamente bajo. En segundo lugar, las inversiones de Rusia en la mayoría de los Estados ribereños son insignificantes. En tercer lugar, Moscú no proporciona el mismo nivel de ayuda al desarrollo que Occidente o China.
En la mayoría de los casos, Rusia es la segunda o tercera opción, ya que las relaciones con las potencias económicas y políticas de Occidente y Asia tienen más que ofrecer. Con la transición energética, la probabilidad de que las ventas de petróleo y gas disminuyan en un futuro próximo se está convirtiendo en una realidad que amenaza el futuro económico de Rusia. Por tanto, la influencia de Moscú en el Mediterráneo sigue siendo incierta a largo plazo.