El largamente esperado gasoducto Nord Stream 2 (NS2) es posiblemente el proyecto energético más polémico del mundo. Aunque su finalización fue incierta durante mucho tiempo, la evolución política, económica y medioambiental favorable ha jugado a su favor. Recientemente, Gazprom, propietaria y operadora del gasoducto, anunció su finalización. Sin embargo, siguen existiendo desafíos legales que amenazan su rápida puesta en marcha, una puesta en marcha que redundaría en el interés a largo plazo de Rusia y a corto plazo de Europa. A estas alturas, la mayoría de los lectores que siguen la evolución energética internacional saben que el proyecto de gasoducto ruso ha dividido a Europa.
Europa del Este, que desconfía de Moscú por razones históricas, se opuso al proyecto porque teme que aumente la influencia de Rusia. Los alemanes, que son los más beneficiados, insistieron durante mucho tiempo en el carácter comercial de la iniciativa. Berlín aceptó implícitamente las implicaciones políticas del proyecto cuando llegó a un acuerdo con Estados Unidos para apoyar a Ucrania y al advertir a Rusia sobre el armamento del NS2.
Estados Unidos, bajo la administración Trump, trató de desalojar el proyecto mediante sanciones que ralentizaron considerablemente las actividades de construcción. Empresas europeas como Allseas cancelaron sus contratos al temer la ira de Washington. Gazprom, por tanto, se vio obligada a utilizar dos buques menos sofisticados que tuvieron que ser traídos desde la región del Pacífico. Las sanciones retrasaron seriamente el proyecto, pero la persistencia de Gazprom ha dado finalmente sus frutos, ya que el gasoducto está terminado.
Sin embargo, los impedimentos legales podrían disminuir el optimismo ruso. En primer lugar, el regulador alemán BNetzA debe aprobar la solicitud de certificación de NS2 antes de que el gas pueda circular por el gasoducto. El proyecto de decisión debe enviarse a la Comisión Europea, que dará su opinión. Después, la BNetzA alemana tomará una decisión definitiva. El proceso podría durar cuatro meses, hasta el 8 de enero de 2022.
Además, la legislación europea sobre desagregación es otro grave impedimento para la activación de NS2. Según la legislación europea, el productor y el operador del sistema no pueden ser la misma entidad jurídica para más del 50% de la capacidad de transporte.
La capacidad del gasoducto solo puede utilizarse en su totalidad cuando otro productor está autorizado a utilizar el NS2. Sin embargo, desde la desintegración de la Unión Soviética, Moscú ha insistido en el monopolio de Gazprom en la exportación de gas natural a través de la enorme infraestructura de gasoductos del país hacia Europa. Al asegurar el monopolio de la empresa, el gobierno ruso pretende maximizar su potencial financiero y los ingresos del Estado.
Rosneft ha intentado anteriormente romper este monopolio gracias a sus buenas relaciones con Moscú. Sin éxito. A lo largo de los años, la empresa estatal se ha convertido en el buque insignia de la industria energética rusa gracias a sus éxitos en el país y en el extranjero. El director general de Rosneft, Igor Sechin, es un hombre de confianza del presidente Putin y cumple con regularidad las órdenes del Estado realizando inversiones que se ajustan a las políticas de Moscú a pesar de las modestas ganancias financieras.
Esta vez, sin embargo, el Estado podría cambiar su posición, ya que el Ministerio de Energía está preparando un informe sobre el fin del monopolio de exportación de Gazprom a través del NS2. Según Interfax, que cita al viceprimer ministro Alexander Novak, Rosneft ha solicitado permiso para utilizar el 50% restante del oleoducto.
Se trata de una solución fácil para un problema difícil, ya que es muy poco probable que la Comisión Europea haga una excepción a la legislación sobre separación, incluso cuando haya una crisis de suministro en el mercado europeo del gas. Al permitir que Rosneft utilice el gasoducto, Moscú podría enviar un mensaje conciliador hacia la UE, donde el Parlamento Europeo ha pedido a la Comisión que inicie una investigación sobre la posible manipulación del mercado por parte de Gazprom.
A pesar del giro de Moscú hacia Asia, la industria energética rusa sigue dependiendo en gran medida del lucrativo mercado europeo. El intento de Rosneft de romper el monopolio de Gazprom tiene como objetivo mejorar la posición política de la empresa en Moscú, al tiempo que aumenta el flujo de ingresos a las arcas del Estado.