El gobierno de Irak se niega a cumplir con una segunda ronda de sanciones económicas de los Estados Unidos dirigidas a los sectores cruciales de energía, transporte y banca de Irán. «La decisión no es internacional, iraquí, o parte de una resolución de la ONU, es estadounidense», explicó el primer ministro de Irak, Adel Abdul Mahdi, en referencia a la posición de Bagdad de no «respetar» las sanciones financieras. Añadió que Irak «no acepta dictados» y no está obligado a ajustarse a la política exterior de los Estados Unidos ni a ninguna «agresión» contra otro país.
El anuncio se produce después de que el presidente iraquí, Barham Salih, visitara Teherán durante el fin de semana, donde discutió con su homólogo, Hassan Rouhani, las formas de mejorar las relaciones bilaterales y el posible establecimiento de zonas de libre comercio a lo largo de la frontera compartida. El viaje llamó la atención en Washington, que teme que la creciente influencia iraní sobre Bagdad pueda compensar un esfuerzo militar y diplomático de quince años para reconstruir Irak a su imagen.
«Teherán es un actor clave en Irak en términos de ideología», expresó Raed Nearat, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de al-Najah en la ciudad de Nablus, en la Ribera Occidental, a The Media Line. «En los últimos días, la comodidad iraquí-iraní es obvia, lo que explica el cambio público en la retórica y las políticas actuales».
Además, explicó que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, había cambiado el cortejo de la República Islámica de su predecesor Barack Obama, que ha causado confusión en Bagdad. En este sentido, la administración Trump en mayo rechazó el acuerdo nuclear de 2015 y posteriormente aumentó la presión al fomentar una coalición de naciones árabes sunitas, además de Israel, cuyo objetivo es hacer retroceder el expansionismo de Irán e impedir su nuclearización.
En consecuencia, Nearat concluyó que Washington se va a indignar por la maniobra de Irak, sin embargo, no cree que los Estados Unidos conserven suficiente influencia para alterar el curso de Bagdad.
De hecho, la Casa Blanca está caminando por la cuerda floja, habiendo otorgado previamente a Irak una exención de 45 días para que se destituyan de los productos energéticos iraníes. Actualmente, los Estados Unidos tienen miles de tropas en Irak que recientemente jugaron un papel instrumental en la liberación de las principales ciudades del grupo terrorista del Estado Islámico. La situación en el terreno se complica por la existencia de grupos de lucha chiítas leales a Teherán que también participaron en la batalla. Algunas de estas fuerzas han sido incorporadas al ejército nacional iraquí, lo que le da a Irán influencia sobre los problemas de seguridad.
«Irán es un vecino malicioso», afirmó Taybeh, un comentarista iraquí que habló con The Media Line bajo condición de anonimato. «Nuestra arena política es extremadamente inestable debido a la interferencia externa que se experimenta cada vez que se forma un gobierno». Esto, a su vez, ha dejado al país «vulnerable al poder de Irán, que en muchos casos va en contra de la voluntad del pueblo».
«No olvidemos lo enojada que estuvo la reacción iraní cuando Bagdad mostró su aceptación de las sanciones estadounidenses al principio», señaló Taybeh.
Irak importa gas de Irán como parte del plan del país para obtener combustible para las centrales eléctricas, además de una amplia gama de bienes que incluyen alimentos, productos agrícolas, electrodomésticos, acondicionadores de aire y autopartes. El volumen de intercambio comercial entre los dos países alcanzó los $ 12 mil millones en 2017.
Se vería como una gran derrota geopolítica para los Estados Unidos si Bagdad se involucrara más en la órbita de la República Islámica.