Al comenzar el año 2025, Israel enfrenta incrementos en impuestos, precios y servicios públicos que impactarán a los ciudadanos en medio de una situación económica ya complicada.
Desde el 1 de enero, el impuesto al valor agregado (IVA) sube del 17% al 18%, encareciendo bienes y servicios, excepto productos frescos. Este ajuste afectará transacciones como comestibles, automóviles y viviendas nuevas. Además, los salarios netos disminuirán debido al incremento de las deducciones para el Instituto Nacional de Seguros, que supondrán entre 1,000 y 2,000 NIS adicionales al año por hogar.
Los empleados también perderán un día de pago anual de recuperación, mientras que los tramos de impuesto sobre la renta y los puntos de crédito fiscal quedarán congelados, sin ajustarse a la inflación. Esto reducirá aún más los ingresos disponibles para los contribuyentes, mientras el impuesto adicional para los ingresos altos (más de 721,560 NIS al año) aumenta del 3% al 5%.
Estas medidas, aprobadas por el Knéset, buscan aumentar los ingresos estatales para cubrir un déficit fiscal tras gastos significativos en defensa, 15 meses después de una prolongada guerra.
Junto a los impuestos, los costos de servicios básicos también se incrementarán. La electricidad subirá un 3.5%, el agua un 2%, y las tasas de propiedad (arnona) podrían aumentar un 5.2% en muchas ciudades, con incrementos adicionales en municipios como Jerusalén para edificios construidos desde 2020.
Empresas alimentarias como Osem-Nestlé, Strauss-Elite y Unilever también han anunciado alzas en sus productos, acentuando el impacto económico en los niveles socioeconómicos más vulnerables del país.