Desde hace cuatro meses, Alemania enfrenta una reducción inusual en la velocidad del viento, lo que ha disminuido su producción de energía eólica, encarecido la electricidad y aumentado la dependencia de los combustibles fósiles.
Las velocidades del viento han estado por debajo del promedio desde octubre de 2024, afectando los precios en la región. Como consecuencia, las empresas de servicios públicos alemanas han incrementado la importación de electricidad desde países vecinos.
A finales del año pasado, el país experimentó el fenómeno conocido como “Dunkelflaute”, un período de calma en el viento que provocó un alza en los precios de la energía en el noroeste de Europa. Esta situación obligó a los países a recurrir a fuentes fósiles, como el gas natural, para satisfacer la demanda.
La generación eólica, principal fuente de electricidad en Alemania, continuará en niveles bajos desde finales de 2024 hasta las primeras semanas de 2025. Durante los primeros 28 días de enero, la producción de energía eólica alemana cayó un 16 % respecto al mismo período del año anterior, según datos de LSEG citados por el columnista de Reuters Gavin Maguire.
En respuesta, los generadores de energía del país han incrementado la producción a partir de combustibles fósiles. Las plantas de carbón y gas natural han aumentado su generación eléctrica en un 4,5 % en lo que va de enero, en comparación con el mismo periodo del año anterior, según datos de LSEG.
A finales del año pasado, los precios de la energía en Alemania se dispararon debido a la reducción del margen de energía disponible, ocasionada por las bajas velocidades del viento y las bajas temperaturas que tensionaron el sistema eléctrico. El encarecimiento de la energía se extendió por Europa, alcanzando su nivel más alto en 20 meses.
Esto impactó a industrias clave de las principales economías, que apenas comenzaban a recuperarse de la crisis energética de 2022. Las economías más grandes de Europa occidental, como Alemania, Francia, Países Bajos, España e Italia, han sufrido un aumento en los costos energéticos.
En el este y sudeste de Europa, el impacto ha sido aún mayor, con precios más elevados que en el occidente del continente. Ante este panorama, Grecia solicita a la UE una respuesta rápida para frenar el alza en los precios de la electricidad y el gas natural, que afectan la competitividad económica y representan una carga para los hogares.