El pasado fin de semana, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus socios, liderados por la Federación Rusa, acordaron extender su pacto de restricción de producción hasta la conclusión del primer trimestre. Dicha resolución, anticipada por el mercado, tuvo un impacto marginal en las cotizaciones del crudo. No obstante, la dilatación de estas medidas restrictivas suscita interrogantes sobre la viabilidad a largo plazo de tal estrategia por parte de la OPEP.
Desde una perspectiva superficial, parecería factible que la OPEP, Rusia y los estados productores de Asia Central mantengan su limitación de oferta de petróleo mientras resulte necesario. Sin embargo, la cohesión interna de la alianza OPEP+ muestra signos de tensión, evidenciada por la reciente desvinculación de Angola del cártel y la revisión de la asignación cuotaria de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) tras objeciones a las restricciones impuestas.
Al adentrarnos en un análisis más exhaustivo, se destapa una complejidad adicional en el panorama. El Reino de Arabia Saudita, piedra angular de la OPEP, está invirtiendo ingentes sumas en la diversificación de su economía, lo cual exige un flujo constante y robusto de ingresos petroleros. Antaño, un precio del crudo Brent de 80 dólares por barril era suficiente para que Riad equilibrara su presupuesto nacional. Sin embargo, en el contexto actual, caracterizado por presiones inflacionarias y el endurecimiento de la política monetaria, el punto de equilibrio presupuestario saudí requeriría un precio del Brent significativamente superior.
La estrategia de recorte de producción, implementada desde 2022 y profundizada en 2023, buscaba sostener un umbral de precios específico. Al inicio de esta política, en noviembre de 2022, el Brent se negociaba por encima de los 90 dólares por barril. No obstante, a pesar de prolongados ajustes a la baja en la producción, el precio del petróleo se estabiliza actualmente en torno a los 80 dólares por barril. La imposibilidad de revertir esta política sin inducir un descenso en los precios pone de manifiesto una encrucijada para la OPEP+, que enfrenta la erosión de su cuota de mercado frente a productores no afiliados, según indica la Agencia Internacional de la Energía, y acumula capacidad productiva ociosa.
Este escenario plantea dilemas estratégicos fundamentales para la OPEP y sus aliados, quienes deben equilibrar las necesidades de financiamiento interno con la gestión de su influencia en el mercado global del crudo. La sostenibilidad a largo plazo de la estrategia de recorte de producción emerge como una cuestión crítica, en un contexto marcado por la volatilidad de los precios del petróleo y las dinámicas geopolíticas fluctuantes.
Algunos expertos en el ámbito energético sostienen que la Arabia Saudita se encuentra ante un dilema estratégico sin soluciones óptimas, viéndose forzada a restringir su producción petrolífera, incluso a riesgo de ceder parte de su cuota de mercado, con el fin de sustentar un precio del crudo acorde a sus intereses económicos. Este enfoque destaca la significativa capacidad productiva ociosa del reino, estimada en aproximadamente 3 millones de barriles diarios (bpd), como una de las principales razones por las cuales las cotizaciones internacionales del petróleo han permanecido relativamente insensibles a los recortes de producción implementados durante los últimos dos años.
El desafío inherente a esta capacidad excedentaria radica en su carácter perecedero; sin su uso regular, la capacidad de producción comienza a degradarse, complicando y encareciendo su eventual reactivación. Según Ben Hoff, Director Global de Estrategia de Materias Primas en Societe Generale, para una nación como Arabia Saudita, que ha canalizado anualmente decenas de miles de millones de dólares hacia la exploración y producción de petróleo, mantener esta capacidad inactiva implica un costo diario significativo. Hoff señala que el reino posee la facultad de reintegrar al mercado, de manera relativamente ágil y a su discreción, hasta 3 millones de bpd de suministro inactivo, lo cual constituye una presión latente sobre las dinámicas de precio globales.
No obstante, la recuperación de este volumen de producción no parece viable bajo las condiciones actuales; sería necesario un incremento sustancial en los precios del crudo para justificar la reactivación de dicha capacidad productiva excedentaria. La decisión sobre cuándo y cómo proceder dependerá de la evolución futura de los recortes de producción, que actualmente se proyectan hasta finales de año, con posibilidad de extensión.
Los factores que ejercieron presión sobre los precios durante el año anterior siguen vigentes: el crecimiento económico moderado, particularmente en China; los elevados tipos de interés, sin expectativas inmediatas de reducciones en los mercados clave; y, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la persistente debilidad en la demanda de petróleo. Aunque el lento crecimiento económico y los altos tipos de interés son realidades incontestables, la demanda de petróleo ha demostrado ser más resiliente de lo esperado desde el shock de 2020, desafiando las predicciones de un debilitamiento sostenido.
Este contexto recalca la intrincada naturaleza de las estrategias que deben formular Arabia Saudita y sus consortes de la OPEP+, quienes se hallan en la obligación de maniobrar a través de un escenario caracterizado por volatilidades económicas a escala global y las especificidades inherentes al mercado del petróleo. La meta subyacente consiste en optimizar la gestión de su producción petrolera para maximizar los réditos económicos sin menoscabar su estatus y proyección futura dentro del espectro energético mundial.
La ventana de oportunidad para la OPEP y, en particular, para Arabia Saudita reside en la resilencia y el vigor continuo de la demanda de crudo, a pesar de los múltiples retos enfrentados desde 2021. Contrariando las expectativas de analistas y conglomerados energéticos —con BP anticipando una recuperación incapaz de alcanzar los niveles pre-pandémicos de 2019—, la demanda no solo se recuperó vigorosamente sino que también experimentó un crecimiento sostenido posteriormente.
La persistencia de una demanda robusta, en un contexto de crecimiento, es crucial para que el mercado del petróleo experimente el déficit que Arabia Saudita, en su papel de líder de la OPEP, precisa para regenerar sus reservas financieras destinadas a inversiones y, potencialmente, incrementar su capacidad productiva. Esta dinámica podría incluso cobrar mayor impulso en el corto plazo, tal como sugiere el CEO de Occidental, especialmente ante la perspectiva de un aumento en la producción de Estados Unidos más moderado de lo previsto.
La confluencia de una demanda petrolera sostenidamente fuerte con un incremento contenido en la producción estadounidense, podría catalizar un escenario propicio para que la OPEP y Arabia Saudita recalibren su estrategia de producción. Dicha recalibración no solo buscaría preservar las cuotas de mercado y los niveles de precios deseados, sino también facilitar la acumulación de los recursos financieros necesarios para sustentar la expansión y modernización de su infraestructura productiva, garantizando así su competitividad y relevancia en el mercado energético a largo plazo.