Mientras el hemisferio norte se prepara para la llegada del invierno, la guerra rusa en Ucrania ha tenido un desastroso efecto dominó en la economía mundial, dejando a los países con una agobiante escasez de energía.
Las naciones europeas se han esforzado por reducir su dependencia de la energía rusa en previsión de las sanciones a las exportaciones energéticas del país, pero Moscú ha respondido deteniendo definitivamente las exportaciones de gas natural al continente antes de que estuvieran listas. Como resultado, nos encontramos en medio de una crisis energética, que puede convertirse fácilmente en un colapso económico mundial si no se maneja adecuadamente.
Debido a la inestabilidad política de Rusia y a sus frágiles lazos con la Unión Europea, los líderes mundiales llevan años advirtiendo que no se debe depender demasiado de la energía rusa. De hecho, Estados Unidos lleva años bloqueando la construcción del gasoducto Nord Stream 2 alegando que “reforzaría la mano de Rusia en Europa y aislaría a Ucrania”.
El gasoducto llevaría gas natural de Rusia a Alemania a través del mar Báltico. Ahora sabemos que esas preocupaciones no eran injustificadas. Alemania trató de cerrar sus sectores del carbón y la energía nuclear para aplacar a los ecologistas y cumplir con sus obligaciones climáticas, pero parece que el país no pudo resistir el suministro barato y copioso de petróleo y gas ruso. En 2020, Rusia suministraba a Alemania más de la mitad del gas natural y un tercio del petróleo que utilizaba. Por fin ha llegado la hora de las consecuencias.
Como acto reflejo, muchas personas han señalado lo crucial que es para Estados Unidos ser independiente en su producción y consumo de energía tras este enorme error geopolítico. La vuelta al nacionalismo y a la autosuficiencia parecía ser la respuesta lógica después de que la epidemia pusiera de manifiesto las debilidades de las cadenas de suministro globalizadas y de que la agresividad rusa devolviera la mordida a quienes intentaron quedar bien con el Kremlin en aras del comercio. Sin embargo, un reciente artículo de opinión publicado en el Financial Times advierte que se trata de una estrategia muy arriesgada y reactiva que solo agravaría los problemas económicos del mundo.
La verdadera conclusión debería ser que es peligroso depositar toda la fe en una sola nación o en un solo suministro de energía para mantener las luces encendidas. Como ejemplo, miremos a Francia; a diferencia de Alemania, que dependía en gran medida de la energía rusa, los franceses tienen una sólida industria nuclear nacional, pero se enfrentan a una escasez de energía comparable a medida que se acerca el invierno debido a los problemas en ese sector. La diversificación es la única estrategia probada para hacer frente a las fluctuaciones de los precios de la energía. Aunque los gobiernos se beneficiarían mucho de esas inversiones, podría ser difícil convencer al público de que las apoye. Los gobiernos dudan en incurrir en los costes de la diversificación frente a riesgos aún no realizados, debido a los elevados costes políticos y financieros asociados a la perforación de pozos, el tendido de oleoductos, la creación de centrales nucleares, la construcción de terminales de gas, la cobertura del campo con turbinas eólicas, etc., según informa el Financial Times.
Además, la nueva prioridad de la autonomía energética está en contradicción con los compromisos climáticos nacionales y mundiales en muchos lugares. Debido al renovado interés de China por el carbón y su afán de autonomía energética, el Acuerdo de París está cada vez más fuera del alcance de los países de todo el mundo. El presidente Andrés Manuel López Obrador se ha burlado abiertamente de los esfuerzos internacionales para combatir el cambio climático y ha fomentado la vuelta a los combustibles fósiles y a las arriesgadas técnicas de extracción de carbón en México.
Aunque un enfoque estrictamente globalizado de la seguridad energética plantea problemas, el repliegue en silos nacionales suele dar lugar a sistemas menos inventivos, menos respetuosos con el clima y menos variados, que son aún más susceptibles a las crisis. El FT cree que los Estados deberían gestionar los vínculos internacionales en el suministro de energía en lugar de intentar evitarlos. Dadas las interdependencias en juego, la solución no es lanzar un esfuerzo generalizado de deslocalización, sino realizar una evaluación realista de los riesgos y seguir ampliando el espectro de fuentes de energía.